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¿Por qué se suicidan los reclutadores del ejército de EE.UU.?
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Edición 210

 MARK THOMPSON*


Obama: “Horrible Tragedia"

Soldado de EU abre fuego en clínica militar de Bagdag: mata a cinco de sus compañeros.

Bagdad, 11 de mayo. Un soldado estadunidense abrió fuego este lunes en una de las principales bases militares de Estados Unidos en Bagdad, y mató a cinco de sus camaradas en una clínica militar en esta capital, en un hecho que pudo ser provocado por estrés de acuerdo con un alto comandante y caracterizado por el presidente Barack Obama como una “horrible tragedia”.
El almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto del ejército estadunidense, indicó en conferencia de prensa en el Pentágono que el tiroteo ocurrió en un lugar donde “individuos estaban buscando ayuda”.  “Sin embargo, me llama la atención, sobre la necesidad de redoblar nuestros esfuerzos, la preocupación en temas relacionados con el estrés... También está vinculado al hecho de los despliegues múltiples”, sostuvo Mullen. (REUTERS, AFP Y DPA)

 
CUANDO LA SARGENTO primera del ejército de EE.UU., Amanda Henderson, encontró al sargento primero Larry Flores en su estación de reclutamiento en Texas en agosto pasado, se espantó por sus profundas ojeras y su apariencia desarrapada. “¿Estás bien?” pregunto al normalmente muy ordenado soldado. “Sargenta Henderson, estoy verdaderamente cansado,” respondió. “Tuve una semana mala y larga, fue ridículo.” El sábado anterior los comandantes de Flores lo habían recriminado por mal rendimiento.

   Había trabajado todos los días desde las 6.30 de la mañana hasta las 10 de la noche, tratando de persuadir a jóvenes de Nacogdoches para que se pusieran el uniforme del ejército. “Pero estoy bien,” le dijo.
No, no estaba bien. Más tarde, esa misma noche, Flores se colgó en su garaje con un cordón de extensión. Henderson y su esposo Patrick, ambos reclutadores del ejército, quedaron impactados. “Nunca olvidaré cuando estuve sentada en el funeral del sargento Flores con mi esposo y vimos a su mujer llorando,” recuerda Amanda. “Recuerdo que miré a Patrick y le dije: ‘¿por qué le hizo algo semejante a su mujer? ¿Por qué le hizo algo así a sus hijos?’” Patrick no dijo nada, y Amanda dice ahora que el suicidio de Flores “gatilló” algo en su marido. Seis semanas después, Patrick se ahorcó con una cadena de perro en su cobertizo en el patio trasero. (Vea fotos de suicidios en los rangos de los reclutadores.
   Las guerras en Irak y Afganistán, son ahora las más prolongadas libradas por una fuerza sólo de voluntarios en la historia de EE.UU. Incluso en circunstancias en las que los soldados rotan por períodos múltiples y prolongados, el ejército necesita un suministro constante de nuevos reclutas. Pero el fervor patriótico que llevó a tantos a alistarse después del 11-S ya pasó hace ocho años. Eso hace que el trabajo de los reclutadores sea tal vez el más duro, si no el más peligroso, en el ejército. Sólo el año pasado, la cantidad de reclutadores que se quitaron la vida fue el triple de la tasa general del ejército. Como el Trastorno de Estrés Postraumático y la Lesión Cerebral Traumática, los suicidios de reclutadores son un coste oculto de las guerras de EE.UU.

El desafío de tiempos de guerra

   Tras los ordenados escritorios y los afiches patrióticos en las mil 650 estaciones de reclutamiento en las Calles Mayores y en los centros comerciales hay un entorno laboral tan estresante a su propio modo como el combate. Las horas son largas, el tiempo libre es poco, y la exigencia de alistar por lo menos 2 reclutas por mes es implacable. Los soldados que han vuelto de períodos en Irak y Afganistán constituyen ahora un 73 por ciento de los reclutadores, un aumento de los 38% en 2005. Y para muchos de ellos, la presión es demasiado fuerte. “Esos chicos vuelven de Irak con problemas,” dice un ex oficial del ejército que recientemente trabajó en el Batallón de Reclutamiento de Houston.
   La responsabilidad de proveer reemplazos para la tropa recae en antiguos suboficiales que han decidido convertir el reclutamiento en su carrera en el Comando de Reclutamiento del Ejército de EE.UU. (USAREC). Por su parte, ellos presionan a sus reclutadores locales para que “cumplan su misión” y provean los reclutas -a veces por todos los medios necesarios. Lawrence Kagawa se pensionó en julio pasado después de más de 20 años en uniforme; pasó la última mitad como reclutador altamente condecorado, y su período incluyó una tarea en el batallón de Houston entre 2002 y 2005. “Hay un conjunto de valores para el ejército, y cuando uno va al Comando de Reclutamiento se ve básicamente obligado a hacer cosas fuera de lo que sería considerado normalmente como moral o ético,” dice.
   Como los comandantes de estación y sus jefes son evaluados según cómo reclutan sus subordinados, hay un fuerte incentivo para cuidar poco los detalles a fin de conseguir reclutas. Si los reclutadores no pueden realizar su misión legítimamente, sus jefes les dicen que vayan más allá del límite. “Te dirán que llames a Johnny o a Susan y les digas que mientan diciendo que nunca tuvieron asma como te dijeron, y que no tienen una historia criminal juvenil,” dice Kagawa. “Ese reclutador va a ajustar las reglas a su antojo y conseguirá que le digan mentiras y procesará el papeleo fraudulento.” ¿Y si el reclutador se niega? El comandante, dice Kagawa, “te dirá directamente que “se trata de un tema de lealtad, y si yo te doy un “no” por lealtad en tu informe anual, se acaba tu carrera.”
   No sorprende, por lo tanto, que algunos reclutadores ignoren las restricciones para alistar a candidatos marginales. “He visto (reclutadores) que hacen que los chicos beban galones de agua para tratar de sacar la marihuana de su sistema antes de pasar su examen médico,” dice en privado un reclutador de Houston. “Los he visto falsificar firmas.” Si alista a un par de reclutas en un mes, aclaman a un reclutador; si no alista ninguno puede que le ordenen que participe en sesiones mensuales todos los sábados, en las que será aporreado verbalmente por su fracaso. Vea fotos de la Reserva del ejército de EE.UU.
   Los militares no tienen una reputación de buen trato a quienes no rinden. Pero es posible que a los reclutadores les cueste más aceptar la disciplina porque en la mayoría de los casos están física y socialmente aislados. A diferencia de la mayoría de los soldados, asignados a puestos en los que ellos y sus familias reciben toda la gama de prestaciones del ejército, un 70 por ciento de los reclutadores del ejército viven a más de 80 kilómetros de la próxima instalación militar. A falta de apoyo local, los reclutadores y sus cónyuges se vuelven a los servicios de mensajes de Internet. “¡Odio decirlo, pero todas las historias de horror son verdad!” informó en línea un reclutador del ejército a un novicio. “Serán tres años en el infierno para ti y para tu familia.” Una esposa escribió que en lugar de llegar a casa al término de un largo día de trabajo, su marido iba “a un súper Wal-Mart para encontrar candidatos, porque tienen abierto 24 horas al día.”
   La actual fuerza de reclutamiento en servicio activo del ejército es de siete mil 600. Los soldados asisten durante siete semanas a la escuela en Fort Jackson, Carolina del Sur, antes de ser enviados a uno de los 38 batallones de reclutamiento en todo EE.UU. Allí pasan sus días llamando a listas de estudiantes de los últimos años de secundaria y a otros candidatos y visitando escuelas y centros comerciales. Por la noche, visitan las casas de potenciales reclutas para convencerlos de las 150 diferentes tareas en el ejército y para cerrar el trato con fuertes bonificaciones de alistamiento: hasta 40 mil  dólares en efectivo y hasta 65 mil  dólares para la universidad. El manual publicado para los comandantes de reclutamiento advierte que, a diferencia de la guerra, en el reclutamiento no existe la victoria “hasta el momento en que EE.UU. ya no necesite un ejército.” El reclutamiento debe “continuar virtualmente sin detenerse” y es “agresivo, persistente y tenaz,”

Pérdidas de una sola estrella

   En ninguna parte el ritmo ha sido más duro que dentro del Batallón de Reclutamiento de Houston. Uno de cada 10 de los reclutas del ejército provino el año pasado de Texas -la mayor proporción de todos los Estados- y los reclutadores en el condado Harris alistaron mil 104, sólo 37 menos que el condado Maricopa de Phoenix, que ocupó el primer lugar. Los casi 300 reclutadores de la unidad de Houston están dispersos en 49 estaciones en el sudeste de Texas. Desde 2005, cuatro miembros que volvieron recientemente de Iraq o Afganistán cometieron suicidio mientras se esforzaban, como dicen los reclutadores, por “ponerles las botas.” TIME ha obtenido una copia del informe recientemente compilado del ejército, grueso de 50 mm, sobre la investigación de los suicidios de Houston. Su resultado: los reclutadores se han esforzado bajo un “pobre clima de comando” y un “enfoque insalubre y singular sobre la producción a costa de consideraciones para el soldado y su familia.” La mayoría de los nombres han sido eliminados; el ejército dijo que los que fueron culpados por los reclutadores por el mal entorno laboral no quisieron comentar. Aunque algunos reclutadores estuvieron dispuestos a hablar con TIME, la mayoría se negó a ser identificados por temor a arriesgar sus carreras.
   El capitán Rico Robinson, de 32 años, el oficial de personal del batallón de Houston, fue el primer suicidio. Se mató en enero de 2005. Pero uno de sus predecesores, Christina Montalvo, había tratado de matarse unos años antes, tragando un puñado de somníferos que requieren receta en un intento de suicidio que fue evitado al ser descubierta. Montalvo dice que un jefe la presionó por su peso. Y que la espantaba el abuso impuesto rutinariamente por los sargentos más antiguos a sus subordinados. “Nunca había estado en una unidad en la que soldados humillaran públicamente a otros soldados,” dice Montalvo, quien abandonó el ejército en 2002 después de 16 años. “Si no cumplen con la misión, son humillados y avergonzados.”
Varios meses después del suicidio de Robinson, el primer sargento Nils Aron Andersson llegó a Houston como reclutador. Andersson había servido durante dos períodos en Irak con la 82 Aerotransportada y había obtenido una Estrella de Bronce, por ayudar a compañeros atrapados en un tiroteo. “Le pregunté que había hecho para obtenerla, y me miró directo a los ojos y dijo: ‘Hice mi tarea, papá, sólo hice mi tarea.’ Y es todo lo que dijo,” dice su padre Robert de Springfield, Oregón. “Se negaba a hablar conmigo de Irak.”
   Aron, como lo llamaban, había cambiado en Irak. Posiblemente haya sido la noche de septiembre de 2003 en la que renunció a su asiento expuesto en un helicóptero Black Hawk para dárselo a un soldado más joven que quería sentir la emoción de estar sentado en él y que terminó por ser el único muerto cuando el helicóptero se volteó al despegar. O tal vez fue el día en el que el escuadrón de Andersson tuvo que destruir una veloz camioneta suicida que iba directamente hacia su punto de control, a pesar de las mujeres y niños que iban adentro.
   En lugar de volver por un tercer período, Andersson prefirió el reclutamiento. Se entrenó en Fort Jackson, pidió el divorcio y se sumó al batallón en Houston en 2005. “Le estaban sacando la mierda,” dice Robert. “Me llamaba a las 9.30 de la noche -11.30 en Houston- y me decía que acababa de salir de la oficina de reclutamiento y que comenzaba su viaje de 40 minutos a casa.” Su tranquilo hijo también desarrolló un carácter explosivo mientras estaba en las estaciones de reclutamiento de River Oaks y Rosenberg. “En realidad no era un vendedor,” dice Robert, “y los reclutadores tratan de vender algo.”
Varios meses después de comenzar su tarea, Aron amenazó frente a una amiga con suicidarse. Después que doctores del ejército lo dieron de alta, volvió al trabajo. “Durante los dos años que estuvo en Irak, yo daba la vuelta a la esquina y estaba aterrado ante la posibilidad de ver un coche con patentes del gobierno al llegar a casa y que me iban a decir que había sido muerto,” dice su padre. “Un suicidio es lo último que me podía imaginar.”
   Pero fue lo que sucedió el 5 de marzo de 2007. En la semana antes de su suicidio, ordenaron a Andersson que escribiera tres ensayos separados para explicar su fracaso en el encuentro de posibles reclutas. Otro reclutador dijo después a investigadores del ejército que los comandantes “humillaron” a ese soldado decorado en el campo de batalla durante una sesión de capacitación: “Estaba sometido a un machaqueo constante -una presión increíble. Simplemente se insensibilizó.”
Andersson, de 25 años, fue a su estación de reclutamiento horas antes de morir, y dijo que se había casado esa mañana con Cassy Walton, a quien había conocido hace poco. Parecía estar de buen humor. “Antes de irse, hizo un chiste al comandante de la estación que hizo reír a todos,” dijo otro reclutador a los investigadores. Pero los recién casados tuvieron una discusión esa noche, y Andersson, dentro de su nueva camioneta Ford, colocó el cañón de su pistola Ruger, calibre .22 contra su sien derecha y apretó el gatillo. Su viuda, que tenía problemas psiquiátricos, se mató al día siguiente con un arma que acababa de comprar.
“Ese doble suicidio debería haber detenido todo,” dice en privado un oficial que estuvo en el batallón. Pero, según informa, la dirigencia en Houston dijo: “Vamos a seguir adelante tal cual.”

Requerimientos exagerados

   Resulta que el modo como pasaban las cosas en Houston era especialmente duro. Hasta hace poco, el ejército decía a los candidatos a reclutadores que se esperaba que alistaran a dos reclutas por mes. “Todo vuestro entrenamiento tiende a buscar y procesar por lo menos dos alistamientos por mes,” dijo el ejército en su sitio en Internet ‘Recluta al reclutador’ hasta que TIME llamó para preguntar por el requerimiento. El general Thomas Bostick, máximo general de USAREC, envió una carta en 2006, declarando que cada reclutador “Debe lograr dos.” Pero si cada reclutador lo hiciera, el ejército se vería inundado con más de 180.000 reclutas por año en lugar de los 80.000 que necesita. De hecho, el verdadero objetivo por reclutador es más cercano a uno por mes. Pero el constante tamborileo por dos no se detuvo.
   Las duras horas de trabajo del batallón Houston también iban más allá de lo esperado. En junio de 2007, Bostick emitió una orden escrita a la 5ª Brigada de Reclutamiento y a su batallón de Houston exigiendo que los comandantes aclararan la confusa política de horas de trabajo del batallón, que podía ser interpretada como requiriendo días de trabajo de 13 horas. Exigió una nueva política “consistente con la ley y las regulaciones.” Los comandantes de la brigada y de los batallones ignoraron la orden.
   A mediados de 2008, un comandante de batallón de Houston se quejó a los subordinados de “recibir numerosos llamados de que los reclutadores eran llamados ‘inmundos’ o ‘inútiles’ cuando no cumplían su misión cada mes.” Había oído que a los reclutadores a los que se les habían prometido permisos para cumpleaños o aniversarios se les “obligaba a volver al trabajo el día del aniversario y durante la fiesta de cumpleaños y / o de aniversario cuando ya tenían a familiares o amigos en sus casas.” Para mejorar la moral, la dirigencia del batallón decidió realizar un picnic el pasado 26 de junio. “La diversión familiar es obligatoria,” decía un mensaje electrónico interno.

Llorando como un niño

   El sargento primero Flores, padre de dos hijos, que se veía tan demacrado en agosto pasado, era el comandante de la estación que supervisaba el par de oficinas de reclutamiento en Nacogdoches. La tarea exigía que el veterano de Afganistán e Iraq hiciera dos llamados de conferencia diarios desde su oficina a las 7 a.m. y a las 10 p.m. “Se quejaba regularmente de que las entre 16 y 19 horas que trabajábamos a diario eran demasiado,” dijo un colega a investigadores del ejército.
   Cuando la estación de Flores no cumplió con la misión, sus superiores le ordenaron que asistiera a lo que el ejército llama “capacitación de baja producción” en Houston el sábado 2 de agosto. “Cuando uno llega a casa a las 11 y se levanta a las 4, es duro, pero lo que lo afectó realmente fue el reproche,” dice un reclutador que trabajó junto a Flores. “Lo hicieron llorar como un niño, diciéndole que no era bueno para nada y que lo iban a degradar.”
   Dijeron a Flores que su fracaso como comandante de estación significaba que volvería al puesto de reclutador básico. “Era una ruina emocional,” dijo un soldado que habló con él en la tarde del 8 de agosto. “Dijo que pensaba que había fracasado como comandante de la estación,” dijo el colega a los investigadores. “Me pidió un arma de fuego. Le dije que no poseía una. En realmente nunca se me ocurrió que podía haber sido para utilizarla él.” Flores se colgó esa noche. “La dirigencia es la causa principal para que el sargento primero Flores se haya suicidado. Era un soldado orgulloso,” escribió otro comandante de estación en una declaración, subrayando cuidadosamente el ascenso póstumo de Flores. “Creo que fue una decisión repentina porque el sargento primero Flores me dijo que había crecido sin padre y que jamás haría algo semejante a sus hijos.”
   Amanda Henderson había trabajado junto a Flores en Nacogdoches. Su esposo, sargento primero Patrick Henderson, de 35 años, servía en una oficina de reclutamiento a 90 minutos de distancia, en Longview. Patrick conoció a Amanda en la oficina de reclutamiento después de un período de combate en Irak, y se casaron en enero de 2008. En sus nuevos trabajos, sin embargo, “no quedaba ningún tiempo para la vida familiar,” dice Amanda. Aunque Patrick no quería la comisión, dice su viuda, el ejército le dijo que no le quedaba otra alternativa. Ocultaba su desilusión tras un comportamiento amigable y una sonrisa fácil.
   Pero las cosas empeoraron después de la muerte de Flores. “Decía todo el tiempo que fue por culpa del batallón, debido a esa gran sesión de reprimenda que había tenido lugar” seis días antes de que Flores se matara, dice Amanda. “No puedo decirle hasta qué punto se enfureció contra el ejército cuando Flores se quitó la vida.” Dos semanas después, Patrick habló de matarse y lo embarazó el lío que se armó. “Comenzó a mostrarse solitario,” dice ahora Amanda.
   “Sonaba bastante decaído,” dijo después otro reclutador a los investigadores. “Parecía estar molesto por el reclutamiento y no quería participar.” Patrick fue sacado del reclutamiento de primera línea y asignado al cuartel de la compañía. Pero eso no detuvo su espiral descendente. El día después de un altercado con su esposa el 19 de septiembre, Patrick se ahorcó.

Un senador exige respuestas

   El ejército inició una investigación de la cadena de suicidios recién cuando informes en el Houston Chronicle llevaron al senador republicano John Cornyn de Texas a exigir respuestas. “Es trágico que hayan sido necesarias cuatro muertes para que un senador de EE.UU. prestara atención y pidiera una investigación formal,” dice Cornyn. Después que Cornyn comenzó a hacer preguntas, el ejército ordenó que el brigadier general F.D. Turner investigara. Los reclutadores le dijeron que su tarea era un “trabajo estresante, desafiante que es impulsado sólo por la producción, es decir, la cantidad de personas que son colocadas en el ejército cada mes,” reveló Turner el 23 de diciembre después de dos meses de investigación.
   El informe estableció que la moral era particularmente baja en el batallón de Houston. Su máximo oficial y miembro alistado -el teniente coronel Toimu Reeves y la comandante, sargenta mayor Cheryl Broussard- ya no pertenecen a la unidad. (Él partió a otro puesto en USAREC; ella fue removida de su puesto hasta que haya terminado una investigación de su papel, y trabaja en el Batallón de Reclutamiento de San Antonio.
   En una entrevista, el general Turner no quiso discutir las vidas personales de las víctimas, pero su informe señaló que los cuatro tenían relaciones “fracasadas o en vías de fracasar.” Pero concedió que “el entorno laboral podría haber tenido que ver con sus problemas de relación.” La afirmación sobre una relación en vías de fracasar es desmentida por Amanda Henderson y por el testimonio de otros reclutadores. Y un equipo de reacción a la crisis del ejército enviado a Houston en octubre para considerar los dos suicidios del verano pasado citó un mal entorno laboral – no problemas domésticos – como la clave.
   Después del informe de Turner, el teniente general Benjamin Freakley, jefe del Comando de Accesos del Ejército que supervisa a USAREC, pidió al inspector general del ejército que realizara un estudio nacional del estado anímico entre los reclutadores del ejército. El ejército también ordenó un retiro de un día para todos los reclutadores en febrero para que pudiera concentrarse en un liderazgo adecuado y la prevención de suicidios. El empeoramiento de la economía ya hace más fácil una parte de la carga de los reclutadores, así como el aumento de la edad máxima de alistamiento de 35 a 42 años. Pero como sólo 3 de cada 10 jóvenes estadounidenses cumplen con los requerimientos mentales, morales y físicos para servir, los desafíos para el reclutamiento seguirán existiendo.
   Amanda Henderson, que perdió a su esposo y a su jefe por suicidios el año pasado, ha abandonado ese campo de batalla. “El ejército no cuidó a mi esposo o al sargento Flores como lo necesitaban,” dice. Aunque sigue en el ejército, ha abandonado el reclutamiento y vuelto a su antiguo puesto como sargento de aprovisionamiento en Fort Jackson. Por la mala situación de la economía, dice, quiere seguir con el uniforme hasta que venza su alistamiento en 2011. “Algunos días me digo que no me queda otra que seguir adelante,” dice. “Otros días, simplemente me siento y lloro todo el día”

* Tomado de Time/Zmag/Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens



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