Edición 217 |
TROY DAVIS, UN PRIOSIONERO sentenciado a muerte en Georgia, acaba de ganar una importante victoria contra su propia ejecución. El 17 de agosto,
Es la primera resolución de este tipo adoptada por
La resolución establece que el “Tribunal de Distrito deberá recibir la prueba testimonial y determinar en base a los hechos si la inocencia del demandante queda claramente establecida mediante evidencia que no podría haber sido obtenida al momento del juicio”.
La noche en que fue asesinado, MacPhail no cumplía funciones como agente de policía sino que trabajaba como guardia de seguridad particular en un local de la cadena de comida rápida Burger King. Al advertir que un indigente recibía una golpiza en el estacionamiento del local, Davis acudió junto a otras personas a ayudar al hombre. Entre los que acudieron también estaba MacPhail, que intervino y recibió un disparo mortal de un revólver calibre 38. Más tarde, el ahora presunto asesino Sylvester Redd Coles se presentó en la estación de policía acompañado de un abogado e identificó a Davis como el autor del disparo. La policía montó una espectacular búsqueda para capturar a Davis, difundiendo su foto en periódicos y canales de televisión. Davis se entregó y fue llevado a juicio. A pesar de que no existían pruebas físicas que lo vincularan al crimen, fue encontrado culpable de asesinato y condenado a muerte.
Jeffrey Sapp es uno de los testigos que se desdijo y su nuevo testimonio es ilustrativo de las demás retracciones. En su declaración jurada, Sapp dijo: “La policía (…) me presionó mucho para que dijera ‘Troy dijo esto’ o ‘Troy dijo aquello’. Querían que dijera que Troy me había confesado que había matado a ese policía (…) Me dejaron muy en claro que sólo me dejarían en paz si decía lo que ellos querían oír.”
A pesar de que siete testigos se retractaron de su testimonio original,
En la resolución mayoritaria de
La ejecución de Davis ya fue programada y suspendida en tres oportunidades distintas. La última vez la suspensión llegó cuando estaba a sólo dos horas de recibir la inyección letal. Ahora finalmente tendrá su oportunidad de justicia. Con el apoyo resuelto de su hermana, Martina Correia (quien lucha también por su propia vida, víctima de un avanzado cáncer de mama), y de su sobrino de 15 años, Antone De’Jaun Correia, un joven activista por los derechos humanos, Davis bien podría vencer a la muerte. Su victoria podría dar lugar a un precedente jurídico que debería haberse sentado hace mucho tiempo en Estados Unidos: la inconstitucionalidad de ejecutar a una persona inocente.
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Texto en inglés traducido por Laura Pérez Carrara y Democracy Now! en español, Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
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