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Edición 226 | |||
Martes, 02 de Febrero de 2010 17:18 | |||
YEMEN Y EL PRETEXTO DE AL QAIDA Una aproximación a la guerra contra el terrorismo de “Nueva Frontera” ALI JAWARD* “No lo olviden,
El escenario de los medios de comunicación está alborotado y, una vez más, como maestros de la manipulación que son, no paran de pulsar teclas a destajo para dirigir la atención del mundo a la frontera más reciente de la supuesta Guerra Global contra el Terrorismo: Yemen. Podría decirse que tras el atentado fallido del cómicamente denominado “terrorista de la ropa interior” y con su destino sellado el Día de Navidad, el Estado menos desarrollado del Golfo reúne todas las papeletas necesarias para que una nación se beneficie de una injerencia estadounidense aún mayor: pobreza galopante, fractura interna, importancia vital geopolítica y, fatalmente, es una nación a la que se puede asociar con una amenaza terrorista global. Al parecer, tan sólo unas semanas antes, en las investigaciones llevadas a cabo con motivo del tiroteo de Fort Hood, se sacaron a la luz determinadas conexiones con el Yemen.
Tras meses de conversaciones políticas internas, personalidades de alto nivel de la administración estadounidense han añadido sus voces a todo ese batiburrillo al subrayar la necesidad de enfrentar en la convulsionada nación la amenaza planteada por Al Qaida. Con el escenario aparentemente encajado y una implicación mucho mayor por parte de EEUU en los oleoductos, se hizo necesario sondear, en la situación actual, algún territorio inexplorado e intentar integrarlo en la región como un todo. Midiendo el pretexto de Al Qaida
En su libro The Dark Sahara: America’s War on Terror in Africa, el profesor Jeremy Keenan desvelaba cómo el gobierno argelino puso teatralmente en marcha una serie de operaciones que empezaron en 2003 (de las que se culpó a Al Qaida), para asegurarse el apoyo militar estadounidense. El hombre que puso en marcha el “show terrorista”, cuyo grupo finalmente se renombró a sí mismo como “Al Qaida en el Magreb Islámico” (AQIM, por sus siglas en inglés) era en realidad un agente del servicio de la inteligencia militar secreta argelina (DRS); un hombre que actuaba con el seudónimo de El Para. Como era de esperar, la administración Bush se obligó a entrar en un matrimonio de conveniencia con el gobierno argelino; una relación en la que ambas partes, en palabras del profesor Keenan, “estaban empeñadas en que en esa zona hubiera terrorismo”.
Yemen, directamente bajo el ámbito del AFRICOM, parece ser el siguiente país en la fila; silenciosamente inquebrantable para no perder una oportunidad histórica de apuntalar su fortaleza y silenciar todo disentimiento interno lanzando sencillamente la carta de Al Qaida. Ampliando definiciones En una entrevista realizada en
Como era de prever, una breve ojeada a los hechos nos ofrece un cuadro totalmente diferente. Con el paso del tiempo, el gobierno en Yemen ha intentado jugar ambas vías con Al Qaida. Al adoptar una estrategia de acuerdo, el gobierno yemení solicitó el apoyo de Al Qaida en su lucha contra los houthis, como confirmó el experto en contraterrorismo Michael Scheuer. En un reciente artículo aparecido en Para un gobierno que no siente escrúpulos ante la maquiavélica realpolitik ni ante el más rotundo de los engaños, uno puede seguramente asumir que el ensordecedor resurgimiento secesionista del sur será asimismo combatido en nombre del contraterrorismo. Cuanto más implicadas estén en el sur personalidades como Tariq al-Fadhli -antiguo miembro del alto consejo del presidente yemení que también combatió contra los soviéticos en Afganistán- [6], el criterio de los “simpatizantes de Al Qaida” volverá a convertirse en una muy útil herramienta para justificar más políticas de puño de hierro hacia la región.
Sin embargo, al aumentar la implicación estadounidense o la percepción del Yemen con un status de clientelismo respecto a EEUU (como el que disfruta Arabia Saudí, el vecino de la puerta de al lado), servirá realmente para intensificar la naturaleza de la amenaza del país. Muy consciente de esta dimensión, el ministro de asuntos exteriores, Abu Bakr Al-Qirbi, hizo hincapié en que cualquier confrontación directa con Al Qaida dentro del Yemen sería estrictamente un asunto yemení, añadiendo que ni “a EEUU ni a los países occidentales les interesa enviar fuerzas de seguridad al Yemen”. La conexión saudí Es imposible hablar de una amenaza de Al Qaida en el Yemen sin explicar el papel jugado por el Reino de Arabia Saudí a la hora de engendrar tal amenaza, así como determinar cómo se ve, a su vez, afectado por ella. En un testimonio del pasado mes de julio ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU, el Brigadier General James Smith -actual embajador de EEUU en Arabia Saudí-, subrayó la necesidad de “reforzar la capacidad de Yemen para derrotar al extremismo violento”; de forma elocuente, mencionó al Yemen antes de referirse de alguna forma a Irak o Siria. Durante las décadas de los ochenta y los noventa, Arabia Saudí se embarcó en un proyecto para propagar una fuerte corriente wahabí para poder establecerse como poder supremo en los mundos árabe y musulmán. A tal tarea se dedicaron miles y miles de millones de petrodólares, y en el curso de la misma, Yemen, una nación unida al reino saudí “a través de lazos históricos, étnicos y tribales”, no fue desde luego ignorada. En Yemen, el reino creó “una fuerte corriente wahabí que era política e ideológicamente leal a las clases dirigentes saudíes”, como señaló el Dr. “Los dos países más grandes de la península Arábiga, Arabia Saudí, el mayor en términos de masa terrestre y riquezas petrolíferas, y el Yemen, en términos de población, están ahora enzarzados en luchas de a vida o muerte con enemigos internos. La paradoja es que, aunque la amenaza es la misma en ambos países, cada uno está empeorando las perspectivas del otro por las políticas que está siguiendo”. Como el control del Presidente Ali Abdallah Saleh sobre el Yemen se tambalea al ir ganando terreno los movimientos populares en el norte y en el sur, la realeza de los al-Saud es muy consciente de que será la primera en sentir los efectos posteriores de su contraproducente política, a la vez que se incrementa cada vez más la amenaza que llega desde los mismos cuarteles que una vez financió y utilizó para apuntalar su posición global. EEUU es asimismo muy consciente de esta amenaza y sabe que cualquier desestabilización del reino disminuiría de inmediato el alcance regional del imperio. En conclusión, el reciente enfoque en el Yemen está fundamentalmente motivado por imperativos geoestratégicos que tratan de preservar una configuración del Oriente Medio favorable a EEUU. El despliegue a bombo y platillo en los medios y los análisis sensacionalistas tapan las dinámicas subyacentes que, de hecho implican y apuntan de forma notable hacia el más estrecho cliente regional de EEUU, el reino de Arabia Saudí, en la gestación de la amenaza de Al Qaida. Además, no hay duda de lo que está en juego para el gobierno de Ali Abdallah Saleh: la mera supervivencia al viejo estilo. Con una distinguida trayectoria en su vocación, EEUU está así siguiendo la tradición al reforzar un régimen opresor e impopular en el Yemen. En efecto, Sanaa estará esperando mayor ayuda y más amplio compromiso por parte de EEUU (bajo la cobertura de la comunidad internacional), para salir victorioso de la conferencia de Londres convocada por el Primer Ministro británico Gordon Brown.
Para EEUU, el objetivo supremo es asegurar las barriadas de los alrededores de su cliente más importante del Golfo y construir de forma gradual una presencia más fuerte en el Yemen. Los premios geopolíticos en oferta son importantes: además de ser vecinos de Arabia Saudí, el Yemen es el único país por el que el petróleo puede potencialmente llegar a mares abiertos sin pasar por el Estrecho de Ormuz ni por el Canal de Suez. Si el Yemen cayera dentro de la órbita de la influencia directa de EEUU, el factor anterior reduciría inquietantemente la importancia geoestratégica del Estrecho de Ormuz a la hora de formular cálculos sobre cualquier ataque tipo “terror y pavor” contra Irán. Además, EEUU, con una mayor presencia en el Yemen, se habrá casi asegurado el paso de Bab el-Mandeb, ya que Djibouti alberga una base de AFRICOM que cuenta con dos mil efectivos. El único dilema que le queda a EEUU en la guerra de acceso al centro neurálgico de los suministros energéticos globales será dejar el Estrecho de Ormuz e Irán. Sin embargo, a corto plazo, dependerá mucho de cómo EEUU actúe en respuesta a la “amenaza de Al Qaida” en el Yemen. En efecto, podría decirse que el destino de Ali Abdallah Saled está firmemente encadenado a las decisiones de Washington en los meses venideros. Quizá eso sea en sí mismo revelador del actual status de las ecuaciones regionales y de cómo pueden acabar resultando a su vez. Para los individuos y los grupos preocupados por las cuestiones relativas a los derechos humanos, la tarea más inmediata es presionar con firmeza para que en la próxima conferencia de Londres se defina de forma clara, rígida y medible lo que es “Al Qaida” y los términos relacionados como “terrorismo” -especialmente importantes en el escenario yemení-, además de un claro llamamiento a un alto el fuego vinculante en la actual guerra contra los houthis yemeníes. Además, cualquier compromiso de ayuda al Yemen (cualquiera que sea la naturaleza de la misma) debe respetar niveles rigurosos de transparencia, incluyendo, a ese respecto, la capacidad para examinar estrechamente cómo esa ayuda es (o será) utilizada por el gobierno yemení. * Global Research
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