La infancia robada
Las niñas-esposas de Yémen
JAQUES BOMBARDIER
Una de las luchas sociales que enfrentan muchas naciones de África y el Medio Oriente, es la de acabar con la costumbre tribal, apuntalada por una religión patriarcal machista, de los matrimonios entre hombres adultos y niñas menores de trece años, relación que ha causado la muerte y las más graves lesiones en menores de edad quienes, debido a esta “costumbre religiosa y legalizada”, han perdido su existencia, y, en muchos otros casos, su infancia. Yémen es tan sólo un caso.
Azzadhira era una hermosa niña yemenita de tez aceitunada y enormes ojos negros con apenas diez años de edad, la cual comenzaba a vivir con una infancia rodeada de una pobreza de generaciones y un cruel dominio paterno fundado en viejas tradiciones tribales y una religión predominantemente machista e intolerante. A pesar de ello, Azzadhira llenaba su infantil mundo con el único tesoro que nadie le podía quitar: una imaginación desbordada impulsada por la inocencia de la invaluable infancia; gracias a ella, la niña llenaba sus duros días de quehaceres domésticos y agrícolas con sueños de paraísos plenos de colores, manjares, juguetes y bondad, de esa bondad que se desea con fervor ante una realidad cruelmente demoledora. La pequeña llenaba su soledad infantil con una vieja y harapienta muñeca, juguete humilde con el cual charlaba, inventaba historias y soñaba nuevos días.
Sin embargo, el destino de Azzadhira sería sellado por una absurda como criminal tradición tribal, costumbre que cortaría sus días, como lo ha estado haciendo con miles de niñas en un mundo en el que las menores son dadas en matrimonio a hombres demasiado maduros, a pesar de que la naturaleza de las menores dista mucho de la necesaria madurez femenina para un esponsal. Así, ante la inamovible decisión paterna y la evidente incapacidad materna de defenderla contra una tradición religioso-tribal, Azzadhira fue entregada a un hombre de 38 años de edad, quien la había pedido en matrimonio. La historia, cruda, pero real como la vida misma, terminó cuando la niña murió desangrada después de haber sido violada por “su marido”. Actualmente el criminal esposo enfrenta un juicio penal por infanticidio y de la niña-novia, la adolorida madre sólo guarda la sucia y rota muñeca de trapo, “el juguete favorito” de Azzadhira, una infancia truncada que se une a los cientos de casos de niñas-esposas que mueren violadas, desangradas cruelmente o en partos prematuros para los que no estaba listas.
Este asunto que afecta gravemente a miles y miles de niñas de sociedades atrasadas y tribales que se rigen y basan en las costumbres ancestrales de una religión intolerante, sigue causando las reacciones más acaloradas entre las gentes del vasto mundo árabe, desde África al Medio Oriente (y desde luego desde el mundo occidental), pues se trata indudablemente de revertir, de anular y desarraigar estas costumbres retrógradas que además de humillar y devaluar a niñas y mujeres, las violenta física y mentalmente convirtiéndolas en algo peor que animales, que objetos de poco valor de los que se puede disponer a placer y capricho.
Casos como el de Azzadhira o los más recientes de Elham Mahdi al Asi y Fawziya Abdullah Yusuf, han logrado avivar un viejo debate dentro del gobierno en Sanaa, las capital Yemenita, en torno a la fijación legal de la edad mínima de las mujeres para poder casarse y tener relaciones sexuales solamente a partir de los 17 años. Y es que en una sociedad patriarcal y machista como la yemenita, entre otras muchas, se calcula que la cuarta parte de las mujeres se dan en matrimonio antes de los 15 años. La pobreza, como apuntábamos al principio, es uno de los factores clave ya que la posibilidad de una buena dote en dinero o bienes actúa como incentivo para los padres de la niña-novia, además del hecho de que al entregarla a otro hombre, la familia “se libera de la carga y la responsabilidad sobre la pequeña”.
En el Yémen, como en muchas otras naciones de base social tribal y patriarcal, casi el 50% de las mujeres actualmente están casadas y lo hicieron mucho antes de cumplir los dieciocho años, según datos verificados y certificados del International Centre for Research on Women (Centro Internacional de Investigaciones Sobre las Mujeres), edad en la que de acuerdo a la Convención de los Derechos del Niño son consideras menores. A mayor abundamiento, el Ministerio Yemenita de Asuntos Sociales reconocía en 2009 que la cuarta parte de las mujeres de esa nación se casan antes de los quince años, ya que sus propias familias son en la gran mayoría de carácter tradicionalista y consideran que las esposas entre más jóvenes sean, se convertirán fácilmente en mujeres más obedientes y parirán más hijos. Además, muchos padres al entregar a sus hijas menores, afirman que “han obtenido la promesa formal del futuro yerno, respecto de no tocar a la niña hasta que crezca (de acuerdo a sus costumbres, será hasta los quince años de edad)”, cuestión que en la realidad y las estadísticas es una mentira más grande que el desierto del Sáhara.
La lucha de mujeres y derechos humanos
En estos momento se sigue librando la lucha entre liberales e islámicos dentro de la Asamblea Nacional yemenita (el equivalente de un Congreso) por la entrada en vigor de la ley que fija la mayoría de edad femenina en diecisiete años, promovida por el presidente Abdaláh Saleh, claro, bajo la fuerte presión de los organismos y activistas de derechos humanos, la que fue aprobada por dicha Asamblea en febrero de este año, pero que no ha podido cumplirse por los alegatos y disputas de la poderosa ala islámica de la Asamblea, la que califica a dicha ley como “antiislámica”, lo que motivó su envío al llamado Comité Constitucional para el recurso de revisión. Esto ha provocado que activistas de los derechos humanos, políticos liberales de la Asamblea Nacional y feministas, como el grupo denominado Foro Hermanas Árabes, encabezado por Amal Basha, estén saliendo desde marzo a las calles de Sanaa para protestar y presionar para la entrada en vigor de la mencionada ley.
Sin embargo los ultraconservadores islámicos de Yémen tampoco se han quedado cruzados de brazos y también se movilizan para impedir la aplicación de la ley, calificando de “apóstatas” a los liberales y contrincantes liberales, situación que ha llevado a pensar a los analistas políticos locales que el asunto quedará en un “empate técnico” y habrá una decisión salomónica mediante la cual se autorice la entrada en vigor de la ley de mayoría de edad femenina a los diecisiete años, pero con una atenuación o reajuste consistente en cancelar la multa fijada en el equivalente a unos 5,500 pesos mexicanos “para el padre que autorice el matrimonio de una hija menor de los diecisiete años”. Sin embargo, como afirma Amal Basha, esta ley, aún entrando en vigor, en la práctica jamás será obedecida y mucho menos cumplida.
Por su parte, el politólogo universitario yemenita Abdullah al Faqih, considera que esta lucha en torno a la ley de mayoría de edad femenina es sólo un pretexto del gobierno actual para distraer a la opinión pública nacional de los problemas que tiene su administración, usarlo como palanca política, dividir al Partido Islah (islamista) y debilitar a la oposición.
* Quienes se interesen en una información más completa sobre este asunto social de enorme importancia, pueden leer el libro Me Llamo Noyud, tengo diez años y estoy divorciada, de la periodista francesa Delphine Minoui, publicado en 2009.
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