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Edición 241 | ||||
Escrito por MONTSERRAT LUIS | ||||
Lunes, 30 de Agosto de 2010 17:16 | ||||
Los papeles de la vergüenza
La tragedia del Congo,
los relatos más espeluznantes sobre la colonización europea de África
Había una vez un Rey que quiso utilizar su poder para ayudar a un lejano y pobre país tapizado de selvas de palmeras, elefantes y chimpancés. Prometió transformar aquella tierra adormecida por la enfermedad del sueño en un próspero paraíso. Lo llamó Estado Libre del Congo y lo regaló a los humildes nativos que, hasta entonces, dormían en el suelo, pasaban semanas sin lavarse, vestían hojas de garcinia y devoraban la carne de hipopótamo.
El relato anterior parece un cuento. Y lo fue: una farsa terrorífica orquestada por Leopoldo II, a quien el trono de Bélgica se le quedó pequeño al poco de ocuparlo, en 1865. Se propuso expandirlo por el hemisferio sur, hacerse fuerte a costa de los más débiles. Oficialmente, su misión era contribuir al desarrollo del Congo, “explorar esas tierras y construir estaciones que serían centros de civilización con casas de descanso para los viajeros”. Y auspiciado por tales fines de noble apariencia humanitaria, constituyó en 1876
En apenas veinticinco años, la población del Congo se redujo a la mitad como consecuencia de los desmanes tolerados, cuando no impulsados, por el monarca europeo. Diez millones de personas perdieron la vida y el resto, la dignidad: trascendieron directamente al infierno de la esclavitud, la tortura, la humillación, el despotismo, el pánico y la privación de cualquier derecho. Horrores que perviven en la mirada y el futuro perdidos de un país en el que más de la mitad de sus habitantes sobrevive hoy con menos de 1,25 dólares al día y las estadísticas no dan esperanzas de cumplir más de 53 años.
Las heridas permanecen infectas. Y la gangrena avanza. Apenas un siglo después, el porvenir del Congo sigue castrado por la violencia, la desnutrición, el subdesarrollo, los abusos de poder. Sufre la peor hecatombe desde
Importación de mujeres Encabeza la compilación, jalonada de duras fotografías, la carta abierta que George Washington Williams escribió a Leopoldo de Bélgica en 1890. Desde el respeto al soberano, pero con una claridad demoledora, quien fue el primer gran historiador americano de raza negra acusa al “Gobierno de Vuestra Majestad” de “carecer de moral militar y solidez financiera”, de “violar los contratos firmados con sus soldados, mecánicos y trabajadores”, de sostener tribunales “injustos, parciales y delincuentes”, de ser “excesivamente cruel con sus prisioneros, a los que condena a la cadena de presos, algo que no ocurre con ningún otro Gobierno del mundo civilizado o sin civilizar”, de “importar mujeres con fines inmorales”, de “disparar sobre las canoas de los nativos”, de “librar guerras injustas y crueles contra ellos”, de “dedicarse al tráfico de esclavos” y de “distorsionar el Congo como país y su red de ferrocarriles”.
En definitiva, “no hay forma de tortura inventada por el ingenio humano, por salvaje, obscena o grotesca que sea, que no se haya empleado contra ese pueblo inofensivo e indefenso”. Es la conclusión a la que llega Arthur Conan Doyle en El Crimen del Congo, el segundo documento recopilado por Ediciones del Viento. Pese a ser el creador del personaje de Sherlock Holmes y de sus a veces bien escabrosos casos, el célebre novelista británico no pudo permanecer impasible frente al crimen “más grande conocido en los anales de la humanidad”. Lo que sucedía en la colonia belga no era elemental. Sino bestial.
“Nunca antes -denuncia en el prefacio de su relato- ha habido semejante mezcla de expropiación y masacre absolutas realizadas con el odioso disfraz de la filantropía y teniendo por motivo el más vil de los intereses comerciales. Es este sórdido motivo y esa afecta hipocresía lo que hace que este crimen sea único en su horror”. Su denuncia abrió los ojos a gran número de europeos y americanos que seguían sin querer enterarse de que la selva había sido invadida por alimañas y salvajes indignos del reino animal.
Blanco sobre negro. El gran tesoro que saca a la luz la publicación del editor gallego Eduardo Riestra es el Informe Roger Casement: un testimonio “histórico espeluznante”, firmado por el que, tras ser nombrado caballero británico, acabó en la horca. Su contradictoria y controvertida biografía ha fascinado a Mario Vargas Llosa hasta inspirarle la que será su próxima novela, El sueño del Celta. Nacionalista irlandés militante, diplomático, imperialista de formación, antiimperialista de convicción, conoció el Congo cuando, a los 19 años, empezó a trabajar para
En contra de lo prometido por el rey belga, los poblados no se habían convertido en ciudades, sino en acuartelamientos; aldeas enteras habían quedado desiertas. Era la emigración del terror, la huida de millones de personas sometidas a los abusos de un Gobierno ajeno que imponía tasas imposibles de satisfacer, que se servía de trabajos forzosos y denigrantes, cuando no de castigos y mutilaciones; que sacrificaba vidas humanas con la misma indulgencia que cabezas de ganado, que utilizaba a las mujeres y niños como moneda de cambio y de presión y que cortaba orejas, manos y penes a destajo.
La dureza y a la vez rigor con que Casement retrata el escenario encontrado convierte su informe en un sobresaliente documento histórico pero también, probablemente sin quererlo, en una novela de terror aderezada con notas morbosas, suspense y encomiable técnica descriptiva. O acaso pueda leerse igualmente como un manual psicológico sobre el envilecimiento de la ambición humana. O incluso como un delicioso libro de viajes en el que la perversión de la condición humana contrasta con la nobleza y belleza natural de unos entornos paradisíacos, aún vírgenes, sensibles reservas de la madre tierra. * Diario Montañes Fuente: http://www.eldiariomontanes.es/v/20100523/sociedad/destacados/papeles-verguenza-20100522.html
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