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EL PRECIO DE LA GUERRA
“La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido”.
Friedrich Nietzsche.
Cruz Romero
Estimados lectores, los “daños colaterales” de la denominada “guerra contra el narco”, (cuyo término está mal empleado) ha cobrado la vida de mil 400 menores de edad y ha generado múltiples trastornos psicológicos a miles de niños, los cuales han sido abandonados irresponsablemente por el Estado.
“Son mil 400 homicidios y ninguna condena”, afirma Juan Martín Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), que ha contabilizado 345 muertes de menores desde enero de 2010 y alerta sobre los estados con mayor número de homicidios infantiles, entre los que se encuentran Chihuahua, Sinaloa, Guerrero, Durango, Tamaulipas y Nuevo León.
Suman un total de 37 millones de niños, los cuales, habitan la república mexicana, y 37 por ciento de estos mismos; 20 millones, padecen situación de pobreza y, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 83 por ciento tienen algún tipo de carencia: “En esta lógica se puede ver lo poco que hace el Estado mexicano con la infancia. Sólo destina menos de uno por ciento del PIB para proteger a los menores y permitir que cambie su situación. El Estado no ha sido capaz de garantizar el derecho de los niños a la vida”, cuyo bien jurídico debe ser tutelado por el Estado.
Resulta verdaderamente cruel y atroz enterarse de historias como la que cuenta Wendy, quien acompañaba a su primo que conducía un coche rafagueado con cuernos de chivo por un comando que salió de una vereda en la carretera a Cerralvo, rumbo a Doctor González, Nuevo León. Wendy viajaba también con una amiga, pero a los pocos minutos del ataque notó una mancha de sangre que se extendía en su blusa: Las balas le perforaron el estómago. Alcanzó a llegar a su casa, su madre la llevó al hospital más cercano en Monterrey, a 80 kilómetros, donde fue atendida, pero murió.
La Unicef no reconoce que México viva en una guerra, por lo cual, no hay organismos institucionales interesados en aplicar protocolos de atención; el DIF no se ha acercado a ofrecerle apoyo, las autoridades de Nuevo León ni siquiera han investigado el asesinato de su hermana, que tampoco ocupó un espacio en los medios de información.
“Esa es la situación de miles de niños en las zonas rurales y urbanas. No están siendo atendidos”, dice el psicólogo Rodolfo Salazar Gil, quien ha creado un programa de atención a menores víctimas de la violencia, en Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, organización civil que también ofrece ayuda a las víctimas más pequeñas de la guerra contra el narco: “A los niños y niñas de México les están quitando la infancia y los espacios para jugar. Esta guerra mete en su imaginario la violencia, el odio, la venganza, el rencor; y les desplaza la belleza y el disfrute de la vida, la solidaridad. Es el mundo al que han entrado a vivir, lamentablemente”.
Los asesinatos de menores han aumentado en el norte del país. Si antes el rango donde se registraban más homicidios era de 15 a 17 años, ahora el incremento se registra también en asesinatos de niños de cero a cuatro años.
El aumento de los homicidios y ataques a menores ha generado miedo y angustia en la población infantil: “Los niños han perdido la seguridad, y cuando hay alguna agresión a la casa o algún familiar sienten que la seguridad que tenían ya no es real. Si además de la agresión a su entorno, le unimos toda la información que hay alrededor sobre la violencia y que está todo el tiempo y en todos lados, las fantasías se disparan. Los niños lo platican en las escuelas y eso les genera mucho miedo y una sensación de vulnerabilidad absoluta”.
Los niños atendidos en este programa son huérfanos, hijos de desaparecidos, víctimas de algún ataque o testigos de la violencia armada que ha afectado directamente a su familia. Las consecuencias inmediatas de los estragos de la estúpida guerrita se observan de manera inmediata, comenta el especialista: “Llegan con depresión, sentimiento de culpa, impulsos de agresividad, coraje, enojo, odio; sentimientos que hay que sacar de alguna manera a través del dibujo, de juegos y de una terapia narrativa que estamos aplicando”.
La Facultad de psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León tiene un programa especial de “respuesta de urgencia” en la clínica de atención sicológica donde están atendiendo a adultos y niños: “La guerra está provocando mucha desconfianza entre los niños, que están muy asustados y sienten que deben esconderse. Lo poco que se está haciendo es después de los sucesos; no se está haciendo nada a escala preventiva. Hemos visto que cuando hay víctimas de balaceras o de un robo con violencia y la familia pide atención psicológica, no se les atiende; les niegan la atención por temor y para evitar problemas. Y porque se les estigmatiza”, dice el psicoanalista Guillermo Rocha, encargado del programa.
Los casos que atienden en esta institución educativa afectan incluso a los mismos sicólogos que prestan el apoyo: “Estamos viendo cosas que antes no veíamos, el dolor de los pacientes impacta mucho. Vemos casos de secuestros, de gente que vio cómo mataron a sus familiares, de niños que sólo dibujan armas, gente disparando, hombres encapuchados, militares. Todo ha cambiado”.
En los últimos meses grupos presuntamente ligados a la delincuencia organizada han encontrado en los menores una forma de enviar mensajes a los rivales, asesinando, mutilando o secuestrando niñas y niños en diferentes estados de la república: “La estigmatización de los menores es una de las constantes en esta guerra. Se etiqueta a los heridos a quienes se les relaciona con el crimen organizado. Y la etiqueta de narco huérfano se ha extendido mucho y se ha convertido en un estigma”.
El crimen organizado ha comenzado a ver en los niños un vehículo para mandar mensajes a grupos contrarios. La desatención y desprotección del Estado es tanta que cuenta que los niños sobrevivientes de ataques que quedan huérfanos y son entregados a instituciones gubernamentales no están seguros: “En varios estados donde les llevan niños los grupos contrarios llegan exigiendo la entrega de los menores y los empleados los tienen que entregar, porque no tienen medidas de protección o seguridad”.
En México, la atención a la infancia padece un rezago de 50 años y con la violencia la poca institucionalidad que existe en ese campo se ha colapsado, por tanto, la Redim está exigiendo al Estado que genere un sistema de información que permita conocer el impacto real que está teniendo la guerra en los niños.
Actualmente, las instituciones gubernamentales se niegan a dar estadísticas y ocultan información: “El Estado mexicano se está negando a dar información sobre el número de niños heridos, asesinados y detenidos. Sencillamente no nos contestan. No hay un reconocimiento oficial del impacto que está teniendo la guerra en niños y niñas, pero mil 400 niños y niñas asesinados no se pueden esconder debajo de la alfombra”. Seguramente Margarita Zavala, presidenta del DIF nacional, no ha reparado en estos detalles. Todo su tiempo lo invierte en intentar dar una imagen de mujer tenaz, inteligente y sacrificada por México. Mientras nuestra infancia, la cual, debe de ser protegida por las instituciones del Estado, está siendo severamente lastimada, la nefasta clase política de este país; esta más ocupada en frivolidades y en asegurar el siguiente “hueso”, para no quedar fuera de la jugada.
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