Ediciòn 288 |
EN EL DÃA INTERNACIONAL
DE LOS PUEBLOS INDÃGENAS,
QUE NO TE LLAMEN ETNIA*
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Fecha preñada de racismo inocente
y mistificaciones románticas
OLLANTAY ITZAMNÃ
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La secretaria de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades del Distrito Federal,
MarÃa Rosa Márquez Cabrera, tuvo a su cargo la celebración en México
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DESDE 1994, año en el que las Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 9 de agosto como el DÃa Internacional de los Pueblos IndÃgenas, en diferentes lugares del mundo se conmemora esta fecha con diversas actividades folclóricas. Como en otras fechas, dichas actividades están preñadas de racismo inocente, mistificaciones románticas, y muy pocas veces expresan el sueño emancipatorio de indÃgenas como pueblos.
EN PAÃSES COMO HONDURAS, Guatemala u otros que se encuentran anclados en la zaga de la historia, a las y los indÃgenas se los denomina todavÃa como etnias o tribus. Esto, cuando las instituciones y la sociedad mestiza se encuentran de buen humor. Cuando no, pues, de vagos, sucios, ignorantes no los bajan. Aunque se visten, comen y estudian gracias al arduo trabajo invisibilizado de las y los vagos. O cosechan dólares y euros de la cooperación internacional o del turismo vendiendo los aún insondables conocimientos y aportes culturales de los ignorantes.
Los conceptos de etnia, tribu, clan, etc., acuñados por la socioantropologÃa dominante occidental con la finalidad de afianzar la superioridad del blanco y el supuesto atraso de los indios, son altamente racistas porque asumen a las y los indÃgenas como piezas de museo o costales de huesos de antaño. El Convenio 169° de la Organización Internacional del Trabajo (1987) contiene aún este enfoque.
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Producto de la resistencia indÃgena ante la colonización, las repúblicas y la neocolonización, las Naciones Unidas, en la década de los 90 del pasado siglo, consensuó el concepto de pueblo (comunidades con historias vivas) para referirse a las y los indÃgenas (originarios) en el mundo. Y la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos IndÃgenas (2007) contiene esta orientación ideológica, y afianza el derecho a la autodeterminación de indÃgenas como pueblos. Éste es el sentido genuino de la celebración del DÃa Internacional de Pueblos IndÃgenas.
Para ser pueblo indÃgena no es suficiente con compartir historia, idioma, espiritualidad, cultura y consanguinidad común. Ante todo, es necesario cohabitar en territorios ocupados por los ancestros desde antes de la colonia. Es decir, la condición básica para ser pueblo indÃgena es su sentido de pertenencia histórica a la tierra y territorio (modo de interactuar con la comunidad cósmica). Se es pueblo indÃgena, no sólo porque se comparte una tradición, sino porque se cohabita e interactúa en y con un territorio ancestral. De este sentido de pertenencia ancestral a la Tierra nacen las identidades indÃgenas. Por tanto, no cualquier comunidad cultural u organización campesina puede ser asumida como pueblo indÃgena.
La autoafirmación de indÃgenas como pueblo trastoca todos los enfoques históricos que abordaron de forma inconclusa la problemática del indio. En la colonia, desde un enfoque de la antropologÃa creacionista, se debatió la condición humana del indÃgena. Teóricamente se asumió que las y los indÃgenas somos humanos (con derecho al Bautismo), pero el sistema colonial cristiano nos aniquiló como a no humanos. En la etapa republicana, desde un enfoque económico, se debatió que el régimen de la distribución y propiedad de la tierra era el meollo del problema del indio, pero los republicanos (liberales y conservadores) afianzaron el régimen del gamonalismo y la servidumbre indÃgena como combustible para mover los engranajes del sistema republicano. El mayor esfuerzo que hizo la República para con el indio (al no poder aniquilarlo) fue asimilarlo mediante los procesos de mestizaje, pero incluso en esto se aplazó.
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Y asà llegamos al siglo XXI, y la acelerada emergencia de diferentes sujetos colectivos indÃgenas que diluyen los moldes teóricos occidentales de comprensión y explicación de la realidad indÃgena. La cuestión indÃgena, hoy asumida ya no como un factor étnico, sino como una categorÃa sociopolÃtica, sacude incluso el sustento teórico del Estado nación y su democracia representativa. Los actuales procesos impulsados por los pueblos indÃgenas en Los Andes es una evidencia de ello.
El problema del indio no es sólo problema de tenencia de tierra, de educación o de asistencia humanitaria. El problema indÃgena es, ante todo, el racismo institucionalizado (edulcorado de paternalismo romántico) que trata a las y los indÃgenas como no sujetos o “ciudadanos†menores de edad en un Estado nación monocultural (ladinocéntrico). Además, nuestro problema está en que las y los indÃgenas hemos asumido la condición de indio (sumiso, conformista, miedoso, etc.), que el sistema nos ha configurado en el alma, como una realidad natural, y como el único modo de sobrevivencia. Si no levantamos la cabeza, no podremos ni ver, ni soñar con promisorios horizontes que nos depara nuestra emancipación pendiente.
Para romper este lesivo modo de vida, las y los indÃgenas debemos asumir nuestro derecho a la autodeterminación ya no como una opción, sino como una obligación existencial. No estamos condenados a sobrevivir eternamente como clandestinos sobre nuestra Madre Tierra. No estamos condenados a servir de combustible al Estado nación que jamás existió para nosotros. No fuimos hechos necesariamente para ser cristianos despojados. Nuestro Sur no es el ser mestizos. Devolvamos las tarjetas de identidad a los estados excluyentes y las biblias a las iglesias, y exijamos a que nos devuelvan nuestras tierras y territorios para concertar estados plurinacionales y sociedades interculturales.
*Los pueblos indÃgenas americanos realizaron su encuentro crÃtico en la sede del Club de Periodistas de México.
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