¿MERECIÓ REALMENTE LA PENA LA PRIMAVERA ÁRABE?
La fascinante arrogancia del poder BASSAM HADDAD*
Esto es solo el principio.
CUANDO ME DISPONÍA a abordar un vuelo que iba de Washington a Estambul, en la pantalla situada encima de una puerta apareció una imagen con un titular de la CNN: “¿Mereció la pena la Primavera Árabe?”
Por lo general, uno suele ver y escuchar en los medios dominantes comentarios muy “especiales” sobre la región. Pero, de vez en cuando, brota de sus cabezas algo espectacular que nos deja pasmados. Ese titular -que capta el tenor de algunas de las informaciones dominantes más allá de la CNN tras las violentas respuestas a una película en la que se insultaba al profeta Mahoma- es uno de ellos.
Sin duda que la película era ofensiva y deplorable, y sin duda que las violentas respuestas y el asesinato que la siguió es cosa de locos e igualmente deplorable (cualquiera que sea la explicación alternativa acerca de los motivos). Esto es algo en lo que están de acuerdo la mayoría de los observadores razonables/experimentados. Pero luego van y se sacan de la manga, de forma abrupta y como quien no quiere la cosa, este brillante y brutal titular: “¿Mereció la pena la Primavera Árabe?”.
Las razones por las que esa frase es tan problemática son demasiado numerosas como para hacer ahora un recuento completo de ellas. Y aunque podría haber unas buenas seis o siete mil razones, el vuelo me permite enumerar solo unas cuantas reacciones, a no ser que uno eche de menos titulares más zoológicos. Aquí van algunas de las posibles reacciones por orden de visceralidad:
¿En serio? La primera gota y la gota que colma el vaso
Después de casi cien mil muertos desde enero de 2011, fecha en que empezaron los levantamientos, y después de décadas de brutal represión, firmemente apoyadas y parcialmente financiadas por las potencias occidentales (sobre todo por EEUU), no se nos ocurre nada mejor que cuestionarnos el valor y el mérito de romper esas cadenas como si se tratara de una mala inversión en las reservas de Facebook. “Quizá debimos seguir apoyando a aquellas encantadoras dictaduras”.
Todo sobre el poder
Sin embargo, para muchos se trata tan solo de una cuestión teórica. Lo que aquí importa es “quién” puede elaborar realmente esos pensamientos y hacer realmente algo en tal sentido. La arrogancia del poder desde el que puede dictarse ese tipo de pensamientos y palabras es, de hecho, el principal factor.
Presidente Assad.
Casualmente, la capacidad para desechar la historia, la culpabilidad y la racionalidad a favor de un modelo emocionalmente inmaduro, intelectualmente estrecho, históricamente amnésico y moralmente miope, solo puede proceder de un espacio de fuerza bruta. Y solo desde ese lugar pueden al parecer hacerse tales afirmaciones, como si fuera ese poder específico el que hubiera iniciado los levantamientos árabes (cuando en realidad, los levantamientos árabes van contra los regímenes clientelistas de EEUU, a pesar del poder de EEUU, con la excepción de Siria, lo cual confirma la regla.)
La demanda del mercado
El corolario del punto anterior se me ocurrió cuando me dI cuenta de que justo en el área de espera cientos de pasajeros miraban (o echaban una ojeada) hacia la pantalla, y podrían estar considerando, con razón, la ligereza de la afirmación. Si en algo son buenos la CNN y otros medios dominantes es en entender a sus audiencias y la demanda del mercado.
Zoología
Tampoco deberíamos pasar por alto la perspectiva voyeurística. La “Primavera” Árabe (para empezar, un término poco apropiado por razones que necesitarían de su propia lista) es como un espectáculo. Pero no un espectáculo cualquiera. Es un espectáculo en el que “nosotros” los demócratas y el mundo “desarrollado” observamos cómo los “otros” intentan ponerse al día a pesar de los muchos esfuerzos que hacemos en apoyo de sus opresores.
Hasta la pasada semana, el voyeurismo era comprensible, aunque fuera patrimonial o patrocinado. Pero después de los recientes acontecimientos, el voyeurismo y las subsiguientes reacciones a la violencia que mató a un embajador estadounidense en Libia se han convertido en algo más. Redistribuye el reparto de todo el espectáculo respecto a las reglas e imaginería reminiscentes de lo que solíamos observar en la mirada del centro hacia la periferia: un sentimiento de asombro e intriga que, bajo determinadas circunstancias, puede convertirse rápidamente en algo asociado con la zoología. ¿Merecía realmente la pena permitir que esas criaturas salieran de sus jaulas? Después de todo, miren lo que están haciendo. Nos hemos enterado ahora de que puede que no merezca la pena luchar por la dignidad de uno porque un puñado de fanáticos hizo lo que hizo.
Colosales puntos ciegos
Esos enfoques nos recuerdan lo insignificantes que los pueblos de la región pueden parecernos con tan solo apretar un botón, y lo insignificante que es la historia para las mentes de tantos en los lugares poderosos. Por una parte, se reduce a los levantamientos árabes al proceso mismo, buscar la democracia. La democracia se convierte, así pues, en el acontecimiento. La gente es algo secundario. Si el proceso se ajusta a mis intereses, entonces puede que sea bueno. Si no, entonces quizá no sea tan buena idea, con indiferencia de cuántas decenas de millones de seres se vean afectados. A nivel retórico, el destino de todo un pueblo cuelga de un hilo. Estamos hablando aquí claramente sobre el nivel de percepciones y afirmaciones que, por suerte, no siempre son importantes. Pero eso nos dice mucho sobre cómo toda esa gente considera, estudia y se apropia de la región y sus pueblos.
Debemos también señalar que la historia, y con ella la responsabilidad por los hechos cometidos, no aparecen casi nunca en la cobertura que sobre la región hace la prensa dominante ni tampoco en los recientes sucesos. Este incidente solo pone de relieve esa omisión, no la crea. La culpabilidad, no solo de la política exterior estadounidense al perpetuar y financiar la brutalidad en la región sino también de los medios de comunicación dedicados a reforzarla en vez de controlar al poder, está también muy clara. Gracias a Dios que a Anderson Cooper le golpearon* en El Cairo para que la CNN comprendiera que debía apoyar al pueblo egipcio y decantarse en contra de la dictadura egipcia que la administración de EEUU estuvo apoyando durante casi cuatro décadas y sobre la cual la CNN informaba como si se tratara de Suiza en esos aspectos. (*No hablo en serio, claro está, cuando digo “gracias a Dios”.)
Y ahora en serio…
¿Merecía realmente la pena el movimiento en defensa de los derechos civiles? ¿Merecía realmente la pena el movimiento por los derechos de la mujer? ¿Merecía realmente la pena poner fin a la esclavitud?
“El show televisivo de la Primavera Árabe”
Si acaba resultando que desmantelar un gobierno autoritario y todo lo relacionado con él no merece la pena, ¿qué deberíamos entonces hacer? La insensibilidad al considerar esas alternativas es más apropiada para decidir si merecería la pena que nos cambiáramos de AT&T a Verizon. Si algunas de las consecuencias resultan desagradables, ¿qué hacemos, anulamos todo el proceso? ¿Es que acaso estamos contemplando simplemente un show televisivo que se titula “La Primavera Árabe”? Ahora que el show se ha echado a perder porque nuestro actor favorito estaba comprometido, cambiamos de canal… hasta la próxima vez en que tengamos que lidiar con la región que alberga las fuentes de energía más importantes del mundo y nuestros socios dictadores y pro apartheid más valiosos. Otro show, otra crisis, otro punto ciego en ciernes que Vds. convertirán en una especie de teatro.
El valor de una vida árabe
Por tanto, todo lo que ha estado sucediendo durante los pasados veinte meses fue de algún modo positivo, pero después de los sucesos de la pasada semana, todo debe cuestionarse. Está claro que las muertes de esa semana son deplorables y sin sentido (cuando no estúpidas y cortas de miras), pero ¿qué hubiera pasado si los muertos fueran funcionarios árabes? ¿Habría alguien planteado esa pregunta? El valor asignado a una vida árabe, ya fuera en las dos guerras contra Irak, en las devastadoras sanciones contra ese mismo país, o en las guerras de Israel contra el Líbano y contra Gaza, es siempre, comparativamente, muy bajo cuando no insignificante.
Afianzando el monolitismo
¿Cabe la posibilidad de que las cosas se pongan de tal forma que uno pudiera considerar el pensamiento: “¿Realmente merece la pena?”? Primero, los sucesos de la pasada semana no alcanzan ese nivel de deterioro y están aún lejos de alcanzarlo. Segundo, en todo caso, las decenas de miles de personas que murieron durante el ataque de la OTAN, comparadas con la fracción de antes de la intervención, podrían haber alcanzado ese punto, aunque, desde luego, era la OTAN quien tenía las armas más potentes sobre el escenario. Esa métrica no está a la altura de las circunstancias.
Pero, de repente, esa afirmación no se hace solo frente a lo ocurrido en Libia, o donde las indignadas multitudes se dedicaron a saquear e incendiar. Va y se aplica a toda la serie de levantamientos, a la denominada “Primavera Árabe”. ¿Por qué contemplar una vuelta al statu quo anterior en solo un par de lugares? “Acabemos con todo”. En cualquier caso, todo es lo mismo y las circunstancias y trayectoria de los casos individuales importan poco (excepto, quizá, en Siria, porque, desde la perspectiva de EEUU, “Asad debe irse” por razones que van más allá de su gobierno autoritario).
La supuesta naturaleza inocua del liberalismo
Finalmente, no es un a priori que uno no deba siquiera plantearse el pensamiento de si realmente mereció la pena a causa de la nota anterior. Como muchos saben, este pensamiento lo plantearon tanto en Libia como en Siria quienes han perdido algún miembro o a sus seres queridos y quienes veían como su país se desbarataba. Por tanto, depende de quién haga el planteamiento, de qué es lo que sabe, qué es lo que ha experimentado, sobre qué base lo hace, y dónde y cómo realmente lo hace. Que sea casualmente la CNN quien lo haga, considerando todo lo que hemos referido aquí, responde al tipo de brutalidad liberal que históricamente ha dañado no solo una vida sino países enteros sin haber insultado, atacado y ni siquiera amenazado (Irak es un buen ejemplo de ello). Pero esa guerra fue sancionada legalmente a nivel interno y votada en una habitación agradable con aire acondicionado por gente bien vestida que hablaba de valores liberales y puede que no les importara nada que alguien insultara a Dios o a su profeta.
Pero si la CNN decide que los levantamientos, todos ellos, no merecían la pena, sigamos adelante como si nunca hubieran sucedido.
Bassam Haddad es Director del Programa de Estudios sobre Oriente Medio y profesor del Departamento de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad George Mason. Es también profesor visitante de la Universidad Georgetown. Es autor, entre otros libros, de “Business Networks in Syria: The Political Economy of Authoritarian Resilience” (Stanford University Press). Es co-fundador y editor de Jadaliyya; co-productor y director del film “About Bagdad”; ha dirigido recientemente una película sobre los emigrantes árabes/musulmanes en Europa titulada “The ‘other’ thread”, etcétera.
*Jadaliyya **Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
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