“ANTE NUESTROS OJOS”
Tratado
sobre comercio de armas, ley suprema del capitalismo
THIERRY
MEYSSAN*
CUANDO LA JUSTICIA BRITÁNICA TUVO CONOCIMIENTO de las comisiones ocultas que se
pagaron por debajo de la mesa por los megacontratos Al-Yamamah de ventas de
armas, Tony Blair trató por todos los medios de enterrar el escándalo. Al
final, varias fugas de información impidieron seguir escondiendo la
malversación de cientos de millones de dólares, que se usaron para financiar el
terrorismo internacional. Para salvar la reputación de la industria militar
británica, Tony Blair aceptó redactar a su manera un borrador de Tratado sobre
el comercio de armas, documento que la
ONU acaba de adoptar al cabo de siete años de negociaciones.
El periodista francés Thierry Meyssan analiza lo que en verdad representa ese
lamentable documento.
Tony Blair, primer ministro británico de 1997 a 2007, fue quien presentó a la ONU el primer borrador del proyecto de Tratado sobre el comercio de armas.
Al cabo de siete años de negociaciones, la Asamblea General
de la ONU adoptó,
el 2 de abril de 2013, un proyecto de Tratado sobre el Comercio de Armas,
con 154 votos “a favor”, tres votos “en contra” y 23 abstenciones [1].
Eufóricos, los embajadores de los países occidentales se felicitaron entre sí
por este “voto histórico” de un texto “ambicioso” que “pondrá
definitivamente fin al comercio ilícito de armas”, ya que es “equilibrado”,
“eficaz”, “robusto”,
etcètera.
Con
esas entusiastas declaraciones esperaban convencer a las opiniones públicas de
sus respectivos países de que ese proyecto de tratado demuestra que ellos nunca
actúan en contra de la paz y que, por el contrario, los Estados que no lo
aprobaron o que expresaron su oposición, son los que no tienen la conciencia
tranquila. Para apuntalar ese razonamiento no dejaron de resaltar que los tres
votos “en contra” provenían de sus adversarios, a los que han venido
demonizando desde hace mucho tiempo: Corea
del Norte, Irán y Siria.
¿Cuál
es la realidad? El Derecho internacional reconoce que, en aras de poder
defender a su pueblo, todo Estado tiene el legítimo derecho de producir,
importar, exportar, transferir y poseer armas o de participar en el comercio de
estas. Mientras que esas mismas actividades se prohíben a todos los Estados
-según el Derecho internacional- cuando tienen como objetivo agredir u ocupar
otros Estados u otros pueblos.
Aunque
es imposible saber de antemano si un arma va a ser utilizada o no con un
objetivo legítimo, la cantidad astronómica de armas ligeras que se fabrican en
el mundo es completamente desproporcionada en relación con el uso legítimo que
de ellas pudiera hacerse. Y no es de extrañar que parte de ellas se utilicen
con fines ilegítimos, provocando así sufrimientos inútiles.
Dado
que el proyecto de tratado se negoció en el seno de la Asamblea General
y en el marco de la
Conferencia sobre el Desarme, ese texto se presenta a menudo
como un intento de extender a las armas ligeras el esfuerzo emprendido en el
campo de la no proliferación del armamento nuclear. Lo cual es falso.
Como
subrayó el representante de Pakistán: “No se trata de un tratado de desarme”
sino de un tratado sobre “el comercio responsable de armas”. En otras
palabras, como se reconoce implícitamente en el título mismo de ese proyecto de
tratado, la finalidad del texto inicial presentado por Tony Blair no era
favorecer la paz, sino proteger los
intereses industriales y comerciales del Reino Unido y extender la “doctrina
Blair”.
O
sea, si se considera que una guerra es “moral” si se emprende “a título
humanitario” para luchar en contra de “una violación de los derechos
humanos” -en el sentido anglosajón de esa expresión-, también habrá que
considerar que el comercio de armas es “responsable”, simplemente si no
se venden armas a los “compradores-canallas”, acusados de haber “violado
los derechos humanos” -también en el sentido anglosajón de la expresión.
Dado
que las tres cuartas partes (el 75 por ciento) del comercio mundial de armas
ligeras está en manos de sólo seis países productores, la única posibilidad de
aplicar un tratado sobre esa actividad es mediante un acuerdo entre esos
Estados (Alemania, China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia). Lo
cual equivale a crear un cártel de vendedores que se vería entonces en
condiciones de imponer sus propios precios para mejorar sus ganancias. El
representante de Bolivia resumió lo anterior al observar que “la industria
del armamento puede dormir tranquila ya que [la redacción de] este Tratado
defiende sus intereses”.
Por
otro lado, dado el hecho que ese cártel industrial y comercial -que incluye a
los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU- tendría la posibilidad
de prohibir que un Estado determinado adquiera armas en el mercado
internacional, ese cártel del armamento podría de hecho privar a cualquier
Estado de sus legítimos medios de defensa, convirtiéndolo así en una presa
fácil. Como escribió Lenin: “El imperialismo es la fase superior del
capitalismo”.
A
pesar de las apariencias, los gobiernos del Reino Unido y Francia son
coherentes cuando tratan de reglamentar “el comercio de armas” por un
lado, mientras que intentan, por el otro, levantar un embargo -o sea,
desregular ese mismo comercio- para legalizar sus propias transferencias
ilícitas de armas a los mercenarios pagados por las dictaduras wahabitas para
destruir a Siria.
En
definitiva, se trata de un proyecto de tratado que ha nacido muerto. Aunque sea
rápidamente ratificado por la cincuentena de Estados que votaron a favor de ese
texto, incluso si llega a entrar en vigor,
lo cierto es que no será aplicable porque China y Rusia se han negado seguir el
juego del cártel militar-industrial occidental. A pesar del interés económico
que ese tipo de asociación pudiera revestir para ellos, estos dos países han
preferido proteger nuevamente al mundo del mercantilismo anglosajón -al que
Francia se ha unido, cambiándose así de bando. Al asumir su estatura imperial
de grandes potencias, China y Rusia se niegan a convertirse en empresas
imperialistas.
(El texto del tratado y todos los
documentos preparatorios pueden consultarse en la correspondiente página de
la ONU.)
Nota
1) Angola, Arabia Saudita, Bahréin, Belarús, Bolivia, China, Cuba, Ecuador,
Egipto, Rusia, Fidji, India, Indonesia, Kuwait, Myanmar, Nicaragua, Omán,
Qatar, Laos, Sudán, Sri Lanka, Swazilandia, Yemen. *Red Voltaire
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