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Edición 314

El tratado de Guadalupe Hidalgo,

 atemoriza a 166 años de distancia 

MANUEL MAGAÑA CONTRERAS

                                                                                                                  

Luego de  la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo -2 de febrero  de 1848-,  mediante el cual el expansionismo monroísta  mutiló el territorio mexicano al anexarse más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, Nicolas Trist, el negociador norteamericano de la invasión norteamericana 1847, escribió en sus memorias: 

Si aquellos mexicanos hubieran podido ver dentro de mi corazón en ese momento,  se hubieran dado cuenta de la vergüenza  que yo sentía como norteamericano era mucho más fuerte que la de ellos como mexicanos. Aunque yo no lo podía declarar ahí, era algo de lo que cualquier norteamericano debía avergonzarse. Yo estaba avergonzado de ello... cordial e intensamente avergonzado de ello. 

Con la firma de dicho tratado  culminó la invasión 1846-1848 que el vecino  país del norte emprendió contra  México, para lo cual desató una guerra considerada entre las más injustas de toda la historia de la humanidad. 

No obstante la gran tajada territorial de que fuimos despojados, en 1853 Antonio López de Santa Anna cedió a otros requerimientos del expansionismo monroísta.  El territorio de La Mesilla, con más de 100 mil kilómetros cuadrados, pasó a manos  de los Estados Unidos. 



López de Santa Anna.


En México, la firma de ese tratado  que nos redujo territorialmente a menos de dos millones de kilómetros cuadrados, de más de 4.5 kilómetros de que constaba nuestro suelo patrio, fue repudiado por los sectores patrióticos. 

Hubo descontento en todo el país y se dio el caso de que  quienes manifestaron abiertamente  su repudio a la mutilación del territorio mexicano que nos despojó de más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, fuesen pasados por las armas  por los antecesores de los panistas  de nuestros tiempo, por orden fulminante de Anastasio Bustamente  para  que, sin juicio, fuese pasado por las armas patriotas como  el sacerdote Doménico Jarauta. 

Herida que no cauteriza 

En ocasión  de los cien años  de la invasión y la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo por ancestros de los que en nuestros días  sus herederos son miembros del Partido Acción Nacional, en la misma nación norteamericana  se comentó que  la invasión a México y la mutilación de su territorio, es cicatriz que aún no se cierra, ni aquí en territorio mexicano, y mucho menos en México 

Esto no es de extrañar, porque la invasión 1846-1848 contra México fue impopular  entre el pueblo norteamericano, lo cual merece reconocimiento  de parte de los mexicanos. 



La Candelaria.


Existen muchas huellas de esa oposición. Consta de muchos personajes que recolectaron firmas de reprobación. En  varios  periódicos  quedó escrita la oposición a los apetitos territoriales a costa de México. 

Desde la guerra de Texas , en 1845, los senadores  Silas Wright y Benton  votaron en el Congreso  contra  el  Tratado de Anexión firmado por el presidente Taylor. 

Las muestras de solidaridad de pueblo norteamericano a favor de México en ocasión de la invasión  1846-1848, fueron muchas. 

Los mexicanos no podemos quedarnos a la zaga y así, la herida por la mutilación del territorio mexicano ha traspasado las barreras del tiempo. 

Los imperios pasan, los pueblos y su cultura no 

Desde  1970, estamos en México en intensa etapa de cambios en el marco de un neoliberalismo tecnócrata y globalizador que ha empobrecido a más de 53 millones de mexicanos y ha enriquecido  a una oligarquía  sedienta de poder y riquezas 

Si en el mismo país del norte, el Tratado de Guadalupe Hidalgo  causó  vergüenza  hasta en el mismo negociador norteamericano  en la invasión 1846-1848, Nicolás  Trist, por la mutilación injusta  del territorio mexicano, con mayor razón en nuestro país, dicho suceso  aún no es digerido. 

Es natural, entonces, que, ante la serie de Tratados en esta época tecnócrata neoliberal,  la mayoría  del pueblo mexicano vea con desconfianza  esos tratados, máxime que  de los últimos 44 años a la fecha de iniciado el proceso de globalización tecnócrata, la inmensa mayoría de los mexicanos hemos empobrecido, en contraste con la oligarquía sedienta de poder y riquezas que ha aumentado desmesuradamente sus caudales, al grado de que, por ejemplo, el ex presidente nacional del PRI y ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira figure en la lista de la revista Forbes, entre los 10 políticos más corruptos de México, sin que ningún juez lo llame a juicio. 



La Guadalupana


La reforma energética ha causado rechazo en amplios sectores de la opinión pública mexicana, porque  el Tratado de Guadalupe Hidalgo  fue firmado el 2 de febrero,  día de Nuestra Señora de la Candelaria, en la sacristía   de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, y la reforma energética fue  conocida públicamente, el 12 de diciembre  de 2013. Es decir, esas dos fechas están hermanadas por el propósito de aprovechar  dos fechas religiosas y el nombre de la Virgen de Guadalupe, con el evidente propósito de que el pueblo mexicano digiera ambos sucesos en fechas conmemorativas de sus tradiciones religiosas.

Los imperios pasan y sus cómplices también, mientras los pueblos y su cultura permanecen. Día llegará en que, tal como lo profetizó Mahatma Gandhí, se haga realidad  el futuro que aguarda a la humanidad, con la hermandad de todos los pueblos de la tierra. Para entonces, el nuevo imperialismo tecnócrata neoliberal y globalizador, juntos con sus cómplices, habrán desaparecido,  junto con sus oligarquías sedientas de riquezas y poder.    



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