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Edición 342

 

PINO 1

 

EL PRIMER triunfo real de las milicias populares contra el “imbatible” ejército porfirista, sucedió a fines de enero de 1911 en Baja California, en el entonces Distrito Norte de la península; victoria sin cerveza pero de alegoría bien cebada, pues significó, en efecto, la prima derrota sin tía mas con fusiles de la dictadura, tras el Plan de San Luis, aunque los revolucionarios en el terruño de los cachanillas no enarbolaron tal manifiesto, varios de ellos dieron por implícita la vinculación al mismo; un amanuense al servicio del golpista Félix Díaz -Rómulo Velasco Ceballos- escribiría ¿Se apoderarán los Estados Unidos de América de Baja California? La invasión filibustera de 1911, kilométrico cabezal contra Ricardo Flores Magón, en calumniar que recopilaba en citatorio lo grotesco y lo soez.

Infundio sin fundamento sin funda y sin almohada

PINO 2De diversas geometrías analíticas, desde el prefascismo autóctono, virando a la izquierda linda (esa zurda chueca que sin pleonasmos autodefinen “dinámica, moderna y propositiva”) e incluso en paraderos progresistas sin tacha pero con tache por zamparse el anzuelo de que el Partido Liberal Mexicano y muy en lo individual el gran Ricardo Flores Magón… dizque ¡estaba en negociaciones con oligarcas gringos pa’venderles Baja California!, tras el “señuelo” de un exitoso ataque revolucionario; otros, parten de aquella premisa partida y repartida, no hablan ni redactan de venta o vendimia con todo y uva recopilada, na’más parlan y teclean que la buena fe de aquél fue sorprendida por vivales que ya tenían en mente la mentada con todo y el origen tan amargo de una “transacción inmobiliaria”.

El mismísimo Porfirio Díaz hizo una escisión entre los contingentes del levantamiento en su contra, a quienes vencieron a sus tropas en Baja California los denominó, textualmente, “Banda comunista”, añadiendo la falacia, en otros términos pero en símiles terminajos…. que más que insurrectos eran disfrazados personeros de pudientes en el negociazo de bienes raíces.

No fue el dictador el primigenio calumniador, el gobierno de EU inició la tamaña maña de la patraña, en forma directa (su cónsul Schmuckler) o por la clásica vía de magnates del periodismo, estelarmente William Randolph Hearst y su Examiner que una década antes le funcionó inventando un ataque hispano contra barco estadounidense para declarar la guerra a España y, de tal forma y fórmula, lanzar un duelo sin luto pero con cañones desde el imperialismo cupular contra un imperialismo en decadencia y birlar y burlar el triunfo independentista de los patriotas cubanos, a la par que apoderarse de Puerto Rico y Filipinas, por cierto que en lares cubanos y filipinos William Taft fue designado gobernador por imperial dedazo y, un poquitín más tardecito jefe de la Casa Blanca de la cual nada hogareña provino la orden sin vergel ni huerto aunque con Huerta y huertazo y, antes, el derrocamiento del presidente nicaragüense José Santos Zelaya, en septiembre de 1910, cuando el poeta Rubén Darío, integrante del aquel gobierno centroamericano, viajaba rumbo a México como parte de la comitiva que las autoridades mexicanas llamaron a fin de celebrar el centenario de la Independencia; en Veracruz, el ya muy afamado bardo de Azul fue abordado por una delegación de porfiados porfirianos -encabezada por Federico Gamboa el de Santa, y Justo Sierra, el de Instrucción Pública y muy atenido a su Ateneo- pidiéndole al versificador encarecida y encallecidamente… aguantara un ratito su viaje a defeños sitiales, en lo que se iba la comitiva gringa, el creador de Azul sin prosa ni estrofa se puso más azul que las jarochas aguas, pero de azuladísimo coraje; improvisó un discurso que arremolinó gentío porteño, denunciando en iracunda marejada tal convite sumisamente postergado y, embarcándose en los océanos de su propia bilis, regresó a su país. (Don Foxito y don Castañedita se plagiaron hasta los regüeldos del hartazgo su pantagruélico “Comes y te vas”).

Papelones, papelotes y papelazos

PINO 3En B.C. no se suscitó sólo la importancia de una batalla ganada por el pueblo armado, de inmediato se aplicaron medidas revolucionarias: expropiación de latifundios que devinieron tierras comunales; fábricas vueltas cooperativas y otras diversas maneras de control obrero; confiscación a terratenientes de descomunales propiedades frente a la playa misma que del oleaje hacían coto privado; aparte del corruptísimo míster Hearts (padre de Paty, la torneadita chicuela que se tornó guerrillera con sus secuestradores del Ejército Simbiótico de Liberación, aquí surgió el término de diván conservador “Síndrome de Estocolmo”) estaba Los Angeles Daily Times, un diario de Gray Otis, quien con su yerno Harry Chandler eran dueños de miles de hectáreas por choya y güerísima maceta; en ese rotativo durante días se imprimió en la “de ocho” que Ricardo Flores Magón y correligionarios del Partido Liberal Mexicano ¡ponían a la venta Baja California! al mejor postor, al más incrédulo pastor y al más acaudalado impostor.

Suegro y yerno, amén con todo y pecadote familiar, eran socios en diferentes bisnes en la bajacaliforniana localidad; a su servicio había un “crooner” -Richard Ferris- especie de cómico y maestro de ceremonias, que les amenizaba sus negocitos bien pulcros, de mucho lavado, de mucho dinero, y poca, muy poca conciencia, ejecutando también shows a lo Pierrot desfigurado personificando en clon un clown que en libérrimo traducir sería Payasito Mamertito.

El señor Richard, Dick en hipocorístico (como José: Pepe o Antonio: Toño), llamado así en sus presentaciones y por sus cuadernos…. propuso, en 1911, en B.C., al dictador denominar “República Porfirio Díaz” al “nuevo país”; misma que hizo al dirigente del Plan de San Luis si éste accedía a la “independencia” peninsular, llamándola “República Francisco I. Madero”, siempre y cuando el presidente fuera mr. Ferris; eso que suena más baladí que una balada de Barry Manilow o Enrique Guzmán (a reos en EU los torturaban con la rola de don Barry No puedo sonreír sin ti -Cant smile without you-; no estaría por demás que don Enriquito al Chapo Guzmán, pa’que no se le vuelva a pelar de casquete corto, le obligase oír La Múcura en versión destazadora del otro don Enriquito y el otro señor Guzmán, pa’darle a los tímpanos una calentadita al estilo Torquemada)… era injuriadora estratagema que con todo y chafa banderita la soltó el Payasito Mamertito en calidad de “portavoz” ¡de Ricardo Flores Magón!; a tales extremos las calumnias se entremezclaban, en parodias de tramoya y en parodias de papel, en las que asimismo se hallaba el gringo Paul Hudgson, propietario de The Mexicain Herald, editado en Toluca y desde el nada alburero caserón del superchorizo, el infundio hacia los revolucionarios boreales se esparcía en hediondez, sin el angelical aroma de la supra y rigurosa longaniza; a míster Hudgson, en 1915, tras la Convención Revolucionaria, los sureños revolucionarios le expropiaron The Mexicain Herald por torcer la verdad más que un pescuezo de guajolotito en vísperas navideñas y, con esa maquinaria, dieron vida al periódico zapatista El Renovador; una acción más del gran Ejército Revolucionario del Sur que desmorona las obras y sobras del sobrado mentir respecto a la versión-aversión de que el zapatismo al arte y a la cultura le daba una antecedida media vuelta a paso y compás de José Alfredo Jiménez.

Los mariachis callaron… y los calumniadores también

Lo que gringos, porfiristas, maderistas, huertistas, carrancistas y de hogaño detractores callaron fue que Ricardo Flores Magón denunció las maniobras de Ferris y asociados, a don Richard los magonistas José María Leyva (homónimo del gran Cajeme) y Simón Berthold Chacón lo sacaron de Baja California y del país con todo y su banderita envuelta en itacate de hotdog, de perro caliente que a ladridos de cátsup se desangraba… con la advertencia de que si retornaba sería fusilado en caliente con su perro ídem; algo casi igualito haría el Che en 1959, al descender triunfadora la Revolución Cubana de Sierra Maestra, con un alemán apellidado Schwarzmann -naturalizado argentino- a quien clausuró en La Habana un carísimo bebedero de “diversión” en zoofilia, en que “actores” sacrificaban palomas y gallinas en humanas-inhumanas pornográficas penetraciones; con ovejitas “teatralizaban” el cunnis linguae; masturbaban burros en “erótica” reproducción de tempestad…; el empresario arrancó los sellos de clausura y reabrió; la orden del comandante Guevara fue de fusilamiento, el germano corrió más que las aves que en su “espectáculo” martirizaban, se ocultó en la embajada argentina; la representación de Buenos Aires acordó con los revolucionarios la salida inmediata de la isla del zoófilo magnate, con la cláusula revolucionaria de que si retornaba a Cuba… por tierra, aire o agua sería en el acto pasado por las armas; un añito precedente, Graham Greene sin velar noveló Nuestro hombre en la Habana, en vísperas de un Fulgencio que ya no fulgía.

A Simón Berthold Chacón, muerto en combate, varios analistas de tendederos tendenciosos le quitan el acento al nombre y eliminan el apellido materno, para dar la impresión de que se trata de un extranjero, cuando aquél nació en Sonora, hijo de alemán y mexicana, sobrino de quien sería esposa de Plutarco Elías Calles; ni pío dicen ni huevo tampoco cacarean, respecto al jefe político del dictador en B.C., Celso Vega, que solícito solicitó la presencia de rangers de Arizona para enfrentar a 17 magonistas que lo vencieron, todos mexicanos, entre ellos Camilo Jiménez, indio tarahumara o el ya descrito José María Leyva, proveniente de la huelga de Cananea de junio 1906, en que el gobernador sonorense, Rafael Izabal, en otro adelanto anti soberanía, rogó y tuvo la presencia de los mismitos asesinos rangers; a Tijuana la dictadura envió a Esteban Cantú, quien como don Celso, se mantuvo en el cargo con Madero y el macabro don Victoriano, sería gobernador de Baja California en carrancistas días, y en la era PINO 4presidencial de Ávila Camacho lo encurularon en una senaduría; el señor Cantú devino pudiente hombre de negocios, en casinos, carreras de caballos, lo que haría Abelardo Rodríguez que se arrellanó en la grandota una temporadita corta durante el Maximato, que tuviera el bajacaliforniano hipódromo Agua Caliente (retomado sin brindis pero con herraduras por Jorge Hank Rhon, ahora también dueño de los futboleros Cholos de Tijuana con don Piojo entretenido entrenador, entre otros bisnes de la patada) y que en el defeño Barrio Chino se hiciese propietario de apostaderos con propio servicio de opio en ripio de abarcadoras inhalaciones, opiomanía que el escritor inglés ya citado, Graham Greene, reseña en El americano impasible, para este tecleador su mejor novela ambientada en el heroico Vietnam.

En otro libro, Charlas de café con Ricardo Flores Magón… Fernando Zertuche Muñoz, a lo espiritista dialoga con el gran anarquista, quien, en “autocrítica” califica su estancia B.C., de “farsa” y “tragicomedia”; por tal obrita exigua de páginas y talento, y unas conferencias, don Fernando tuvo el pago de más de millón y medio de pesos, en torno al centenario y bicentenario calderoniano, cuya “Estela de luz” costó al erario casi ¡mil millones de varos sin Remedios! en transitoria transa de manoseo febril contra las arcas públicas.

Callan los estridentes sin poesía ni Maples Arce… que miembros de la IWW, sindicato democrático y revolucionario, surgido contra la AFL, una confederación güera y hueramente charril, de estilacho velazquiano, acudieron en solidaridad de clase con el Parido Liberal Mexicano en B.C., cuyo número no rebasaba el 20 por ciento de los revolucionarios autóctonos; chitón y chis sin chiste hacen para nombrar a la enorme revolucionaria Margarita Ortega, integrante de la clase media alta que dejó todo, incluido el PINO 5marido que al ser invitado por su cónyuge ante la disyuntiva condicional de “¡Sígueme si no eres cobarde!”, optó el esposo por una premonitoria viudez; lapidan labio contra labio los historiadores aquéllos que Francisco I. Madero, en la batalla contra la dictadura, se introdujo a Ciudad Juárez, “zona neutral” establecida por Washington con anuencia del porfiriato, con una veintena de estadounidenses que ninguna vinculación tenían con el gobierno USA ni oligarcas de acullá, sino internacionalistas en cantidad muy menor a los mexicanos que acompañaron al futuro presidente; en la comitiva maderista estaba el sudafricano Viljoen, boero que venía de combatir a los ingleses y a quien, el ya mandatario Madero enviaría a B.C. a enfrentar a los magonistas; otro llegado y allegado de Madero fue Giuseppe Garibaldi cuyo abuelo fue el unificador italiano, nieto nacido en Australia que peleó junto a los griegos contra los turcos (como el poeta Byron) y en cuyo honor se erigió la Plaza de Garibaldi donde los mariachis no callaron.

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