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Edición 346
Escrito por José García Sánchez   
Martes, 07 de Junio de 2016 01:15

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La geometría que por muchos años identificó la corriente ideológica de los partidos políticos se perdió. Ahora no es la geometría ideológica entre izquierda, derecha y centro lo que determinan las acciones de un partido sino su cercanía con el poder.

 

Se dice que el término dictadura surge del concepto que la oposición tenga de su gobierno; así también la categoría del partido político, se medirá por sus coincidencias con el poder y no, como anteriormente lo determinaban los clásicos de la teoría política, por su cercanía con la sociedad civil.

No es imposible que un partido político tenga relación armoniosa con la sociedad civil y, al mismo tiempo con el poder, pero en la práctica no existe. Así, sin importar programas de acción, estatutos, discursos, posiciones, antecedentes, los partidos políticos tienden a alejarse de la sociedad civil y acercarse al poder.

No debería haber entes separados

Koole apunta que una mayor identificación entre partidos y estados no implica, de facto, una distancia más grande entre el electorado y los partidos.

JOSE 1El poder y la sociedad civil no deberían ser entes separados, mucho menos lejanos, sin embargo lo son, incluso a veces, antagónicos y en otros casos, contrincantes y enemigos. Gobernados y gobernantes han dejado de ser complementos para separarse y alejarse. Ante esta realidad insoslayable, surgen dos conceptos de competencia electoral.

Las estructuras cuasi perfectas de los grupos criminales, sobre todo el narcotráfico terminaron por contagiar y enseñar a los grupos políticos nuevas formas de sobrevivencia. De esta manera, el partido cártel es aquel que, de manera efímera o permanente, se asocia con el poder ya sea para aprobar juntos un objetivo común o reformar parte de la estructura de gobierno, como sucedió en México en 2012, con el Pacto por México, convenio canalizado para aprobar las reformas estructurales que el gobierno federal pondría en el debate legislativo.

El contrapeso a este tipo de cercanías prácticas en el ejercicio político son los candidatos independientes, que aprovechan el descontento creado por la cercanía de los partidos políticos con el poder y crean su propio espacio político, desprovisto completamente de una ideología que tan estorbosa le resultó finalmente a los partidos políticos convencionales.

El candidato independiente, sólo es candidato en su momento. Nunca ha sido político, desconoce las atribuciones de cada cargo público, incluso las del puesto por el que compite. Nace del momento crítico de los contrincantes, no de un liderazgo regional o social. Debe aprovechar la oportunidad que le brinda el momento en el que sale a competir, pero desconoce otros tiempos y espacios políticos.

Alianzas indestructibles

Mientras que los partidos políticos aprendieron en la práctica que la cercanía con el poder arroja poder, que la armonía con éste crea alianzas que pueden ser indestructibles a la hora de mantener un liderazgo definitivo, entonces coaliciones electorales y alianzas partidistas se vuelven codependientes de tal suerte que no se nota, desde afuera, sus diferencias ni sus debilidades sólo reflejan fortalezas como lo vemos ahora con el PRI y el Partido Verde y, más recientemente con el Partido del Trabajo.

JOSE 5Ahora hay una redistribución de funciones e ideas políticas y una diversificación de medios a través de los cuales los partidos logran establecer sus diferencias ante su clientela electoral; sin embargo, la fusión y la confusión no dejan de significar una duda al electorado que prefiere abstenerse antes de equivocar el rumbo que puede tomar su voto en el gobierno.

Los partidos políticos borran entonces las ideas que les dieron vida como siglas autónomas y opositoras, diluyen sus códigos genéticos ideológicos por dentro y armonizan con otros partidos o con el poder, por fuera

Por su parte, las condiciones de los independientes suelen quedarse en el intento por llegar al poder y cuando lo logran, no rebasan la limitante de una anécdota o terminan por ser absorbidos por un sistema de partidos que se convierte en un bloque donde se asienta la clase política en funciones. Así, la clase que debía ser política por antonomasia, o sea la sociedad, se vuelve espectadora de una práctica que de suyo le corresponde.

La población creyó que el hecho de no pertenecer a un partido político haría de los candidatos o funcionarios de elección popular a un ente más cercano a los ciudadanos, pero se equivocó. La vocación electoral no es la misma que la de la vida política, una es parte de la otra, pero ninguna por sí misma es suficiente para hacer un papel por lo menos regular una vez instalados en el poder.

Libertad y desamparo

Así, cuando el candidato independiente toma posesión de su cargo empieza su declive en popularidad; a los ciudadanos mexicanos se les ha impuesto la costumbre de dejar libres o en el desamparo, cualquiera que sea el punto de vista, a los candidatos ganadores una vez que entran en funciones.

El partido de mesas se convirtió en un partido de élite; los votos son sólo el requisito burocrático indispensable en la sobrevivencia de los partidos, que de todas formas pueden aliarse con o sin registro, a cualquier otro partido que les abra el espacio dentro de su estructura o bien de manera efímera en tiempos de comicios.

 

JOSE 4

 

El modelo de esta forma de agruparse para obtener la sobrevivencia está inspirado en la estructura del narcotráfico, sobre todo en México, aunque la teoría de estos partidos surge en Brasil con otra connotación; sin embargo, su similitud con los esquemas de mando del narcotráfico deja atrás todas las teorías políticas que sobre la democracia se escribieron desde Alexis de Toqueville hasta los contemporáneos.

Por eso se llaman partidos cárteles o partidos de cuadros, aunque también puede definirse como “aquel en el que los principales partidos, de gobierno y oposición, cooperan con alguna frecuencia (de manera velada o explícita) para asegurar su posición dominante y su acceso privilegiado a recursos estatales decisivos para la supervivencia de todos y que minimizan los costos de derrotas electorales”. En México la influencia del aparente enemigo es indiscutible, incluso dentro de las propias estructuras del poder.

 



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