Edición 349 |
Sin lugar a dudas, EEUU está viviendo una situación polÃtica de enorme importancia, que puede llegar a afectar no solo a aquel paÃs, sino también a todo el mundo, como consecuencia de la centralidad que el gobierno del Estado federal de EEUU tiene en el orden (mejor dicho, desorden) internacional.
La novedad en esta situación es la existencia de un candidato a la presidencia del gobierno federal (el candidato republicano, Donald Trump) que ha sorprendido a la estructura de poder polÃtico de EEUU y de sus aliados, por representar una sensibilidad polÃtica que tal establishment percibe como amenazante.
Es interesante señalar que hay elementos comunes y semejanzas históricas entre lo que pasó en Europa en los años treinta, con el surgimiento del nazismo y del fascismo en este continente, y lo que pasa ahora en EEUU. Ni que decir tiene que la historia nunca se repite miméticamente. Nunca lo ocurrido en el pasado se reproduce ahora en el presente de una forma idéntica. Pero tal observación no niega la posibilidad de que existan elementos parecidos y situaciones en común entre los años 30 en Europa y ahora en EEUU. Veamos los datos.
¿Qué pasa hoy en EE.UU.?
En la manera como los medios de información presentan la situación polÃtica en aquel paÃs, los candidatos aparecen en el centro de la atención mediática, tanto en las primarias de cada partido (el Demócrata y el Republicano), como ahora en la carrera hacia la presidencia de EEUU entre el candidato republicano Donald Trump y la candidata demócrata Hillary Clinton. De esta manera, la gran atención mediática se ha dirigido hacia las caracterÃsticas personales de Donald Trump y de Hillary Clinton. Y el que, con mucho, ha atraÃdo mayor atención mediática ha sido el primero, Donald Trump, al que se presenta como un polÃtico atÃpico que rompe con todos los moldes del comportamiento convencional, que le convierte en una personalidad sumamente mediática y teatral, que confronta y ridiculiza la cultura de lo "polÃticamente correcto", mostrando su desprecio hacia las minorÃas y hacia las mujeres, a las que presenta como los máximos beneficiarios de la polÃtica social federal destinada a corregir la discriminación de raza y de género existente en aquel paÃs.
Sus conferencias de prensa se convierten en shows teatrales en los que el candidato Trump, en un tono provocador y muy desafiante, se presenta como el defensor de la clase trabajadora blanca en contra del establishment polÃtico y mediático del paÃs. La enorme atención mediática hacia este candidato refleja el interés hacia una figura fuera de lo común que clara y abiertamente se presenta como anti establishment. Como bien dijo un dirigente de la mayor cadena televisiva de EEUU, CBS, "Trump puede que sea un desastre para EEUU, pero ha sido excelente para la industria televisiva". En realidad, por paradójico que parezca, Trump ha sido claramente promovido por las mayores compañÃas de televisión de EEUU. ¿Por qué? Usted, lector, no podrá entender esta paradoja leyendo la prensa, oyendo los medios radiofónicos o viendo la televisión del paÃs, que se centran en las personalidades.
¿Por qué la aparición de Donald Trump y su éxito?
Los medios no dan respuesta a esta pregunta clave. Para responderla se necesita analizar la situación social y económica de EE.UU. y el gran deterioro del bienestar y calidad de vida de la clase trabajadora de este paÃs, causado predominantemente por las polÃticas públicas llevadas a cabo por el gobierno federal de EEUU, tanto su rama ejecutiva (incluyendo todos los gobiernos desde los años ochenta) como su rama legislativa (la Cámara de Representantes y el Senado, ambos controlados antes por el Partido Demócrata y más tarde por el Partido Republicano). Un punto en común en todas estas polÃticas ha sido el inspirarse en la doctrina neoliberal, iniciada por Ronald Reagan (y por la Sra. Margaret Thatcher en el Reino Unido) y seguida por todos los otros presidentes desde entonces: Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama.
El punto esencial de tal doctrina neoliberal ha sido el de liberalizar la economÃa, lo que quiere decir favorecer la movilidad de capitales e inversiones a nivel mundial, eliminando cualquier tipo de freno o regulación que pueda entenderse como proteccionista, es decir, que obstaculice dicha movilidad. Como ya he indicado en varias ocasiones, tal movilidad favorece al mundo de las grandes empresas a costa de las pequeñas y medianas empresas y también a costa de la gran mayorÃa de la clase trabajadora, la cual, al desplazarse sus puestos de trabajo a otros paÃses con salarios más bajos, se queda sin trabajo.
La evidencia de que el impacto de los llamados tratados de libre comercio ha sido sumamente negativo para el bienestar de la clase trabajadora es enorme. Desde que el presidente Clinton firmó el tratado de libre comercio en 1994 entre EEUU, Canadá y México (NAFTA por sus siglas en inglés), quince fábricas por dÃa han dejado EEUU en busca de paÃses con salarios más bajos y con menor protección social. Como consecuencia, seis millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero han desaparecido. Un ejemplo entre miles es United Technologies Corporation (UTC), en Indiana, que pagaba a sus trabajadores 20 dólares por hora. En México, pagaba solo 3 dólares. UTC despidió en Indiana a más de mil trabajadores y se desplazó a México. Y asà miles de fábricas, primordialmente del sector manufacturero, que era el centro de la clase trabajadora bien pagada. Hay que aclarar que UTC, cuando decidió desplazarse a México, no tenÃa pérdidas. Todo lo contrario, tenÃa unos beneficios considerables.
Pero la dirección de la empresa consideró que los beneficios serÃan incluso más elevados en caso de situarse en México. En realidad, tal desplazamiento de puestos de trabajo ha sido la mayor causa de destrucción de empleo en los Estados industriales de EE.UU. (mucho mayor que la creada por la revolución digital o robótica). En Estados como Ohio, Michigan, Pensilvania y otros, el porcentaje de la población trabajadora en los sectores manufactureros ha descendido desde la aprobación del NAFTA de una manera muy notable (en Ohio, 300.000 puestos de trabajo en la manufactura, pasando de representar tales puestos un 24% a solo un 15%; un tanto semejante en Michigan, donde pasaron del 24% a un 16%; y asà en otros Estados industriales).
El gran coste de los tratados de libre comercio para la clase trabajadora
Esta movilidad de empresas facilitada por los tratados de libre comercio ha sido devastadora para los trabajadores de la manufactura (que estaban entre los mejor pagados en EEUU). Zonas enteras de este paÃs han pasado de estar en una buena situación económica a una situación desastrosa. Y la calidad de vida de grandes sectores de la clase trabajadora manufacturera ha sido afectada muy negativamente.
En realidad, la esperanza de vida de la clase trabajadora blanca (años de vida que una persona vivirá como promedio) se ha reducido durante estos años de neoliberalismo. Y de ahà el enorme enfado de esta clase trabajadora de EE.UU. con el establishment polÃtico, y muy en especial contra el establishment federal, al cual se le percibe correctamente como el instrumento de la clase corporativa (los directivos, propietarios y gestores de las grandes corporaciones o empresas que se desplazan a otros paÃses), que se ha beneficiado enormemente de la globalización de sus empresas a costa del bienestar de sus trabajadores en EE.UU.
Por cierto, estas inversiones en paÃses con salarios bajos tampoco benefician a los trabajadores de los paÃses "pobres" receptores de tales industrias, pues aun cuando es cierto que tales inversiones crean puestos de trabajo, también hay que darse cuenta de que destruyen muchos más puestos de trabajo en las empresas medianas y pequeñas locales, que no pueden competir con las grandes empresas procedentes de los paÃses "ricos", pues las leyes de libre comercio siempre favorecen a estas últimas sobre las locales, a las cuales se fuerza a abandonar cualquier tipo de proteccionismo, sin el cual tales industrias locales no pueden surgir. Hay que recordar, por cierto, que todos los paÃses hoy desarrollados fueron proteccionistas a fin de permitir su desarrollo económico. Y que incluso hoy tales paÃses "ricos" son altamente proteccionistas. La incorporación de los paÃses subdesarrollados en tales tratados de libre comercio, imponiéndoles la eliminación de medidas proteccionistas, los condena al subdesarrollo.
Era predecible que Trump ganara las primarias del Partido Republicano (y podrÃa ganar las elecciones a la presidencia de EE.UU.)
Es en este contexto que se entiende el éxito electoral del candidato Trump.
Durante las primarias del Partido Republicano, tal candidato fue el único que exigió la eliminación de los tratados de libre comercio (desde el NAFTA hasta el nuevo tratado de EE.UU. con los paÃses del PacÃfico), utilizando una narrativa anti establishment (acusando al gobierno federal de facilitar tales tratados) que lo ha hecho sumamente atractivo para la clase trabajadora estadounidense.
Su postura anti establishment incluye también una crÃtica a otra dimensión del gobierno federal, al cual acusa de favorecer en sus polÃticas públicas sociales a las minorÃas (negros y latinos) y a las mujeres a través de sus polÃticas antidiscriminatorias, que se financian -según él- con los impuestos aportados por la clase trabajadora blanca. Para entender la capacidad movilizadora entre la clase trabajadora blanca de esta crÃtica, hay que ser consciente de que el sistema fiscal estadounidense tiene muy escasa capacidad redistributiva vertical (de las rentas superiores a las rentas inferiores).
De ahà que sea percibido por las clases populares como redistributivo de tipo horizontal (por ejemplo, de la clase trabajadora blanca a la negra). Los beneficios sociales públicos en EE.UU. no son universales (es decir, que todo ciudadano o residente tiene derecho a ellos), sino que dependen del nivel de renta, convirtiéndose en programas de tipo asistencial para los pobres, humildes y necesitados (entre los cuales, la población negra y latina está sobrerrepresentada). De ahà que el Estado sea percibido como un Estado asistencial para con los negros (a los que se presume pobres), con programas financiados por los blancos.
Y en esta percepción el Partido Demócrata es considerado como favorecedor de esta polÃtica social de tipo asistencial, no universal, orientada a facilitar la integración de las minorÃas y de las mujeres dentro del orden establecido, sin cuestionarlo. Y es ahà donde el lenguaje y la narrativa de Donald Trump, claramente anti polÃticamente correcto, empleados en un tono provocativo, se convierten en un elemento movilizador por sus caracterÃsticas anti establishment. Ni que decir tiene que este argumento se basa en muchos errores de percepción, tales como asumir que la mayorÃa de pobres en EE.UU. sean negros o mujeres, lo cual no es cierto. En realidad, la mayorÃa de pobres son blancos y hombres.
Los paralelismos entre el EE.UU. de hoy y la Europa de los años treinta
Para los que vivimos -como fue mi caso- nuestra juventud en dictaduras fascistas, como la liderada por el general Franco en España, nos es fácil detectar a un fascista cuando lo vemos. Pues bien, Donald Trump tiene caracterÃsticas muy semejantes a las del fascismo europeo: un nacionalismo extremo de carácter racista y machista, que asigna al paÃs una superioridad moral, profundamente autoritario, caudillista y antidemocrático, que alega representar al trabajador sin voz, explotado por el establishment polÃtico del paÃs.
Y su aparición como fenómeno polÃtico responde a una situación de gran cuestionamiento de la legitimidad de dicho establishment. Y es este, precisamente, el punto en común con lo que ocurrió en los años treinta en Europa.
El surgimiento del nazismo y del fascismo fue una consecuencia de la Gran Depresión. El enorme rechazo hacia el sistema capitalista por parte del mundo obrero hizo surgir movimientos contestatarios, bien de sensibilidad socialista, bien de sensibilidad comunista, que amenazaron las estructuras del poder económico y financiero de Europa. Fue en este contexto que apareció el movimiento nazi y fascista, con la intención de destruir y substituir a tales movimientos contestatarios. Y para ello utilizó lenguajes, discursos y sÃmbolos próximos a aquellos partidos. Hay que recordar que el nazismo se autodefinió como nacionalsocialismo, utilizando argumentos que estaban enraizados en el ideario del movimiento obrero. En España, por ejemplo, los colores del partido fascista eran los colores del movimiento anarcosindicalista.
Hoy, la enorme crisis social, causada por la imposición de polÃticas públicas neoliberales que han afectado muy negativamente al estándar de vida de la clase trabajadora, ha generado un sector profundamente anti establishment que han canalizado Trump y el candidato demócrata Bernie Sanders, los únicos candidatos que hablan de y a la clase trabajadora. La gran diferencia entre los dos es que mientras los grandes medios han dado gran visibilidad a Trump (que nunca ha cuestionado a la clase capitalista, proponiendo polÃticas tributarias claramente favorables a estas rentas superiores derivadas del capital), han silenciado a Bernie Sanders, pues su mensaje socialista entraba en claro conflicto con dicha clase capitalista. En realidad, canalizar el enfado a través de Trump era un objetivo de los medios de información, en lugar de que se hiciera a través de Sanders.
Ni que decir tiene que la clase capitalista (conocida en EE.UU. como la clase corporativa -the Corporate Class-) prefiere a una persona del mismo establishment, como la Sra. Clinton, que al candidato Trump, en parte debido a la imprevisibilidad de este último. Pero en este escenario el mayor "enemigo" es Sanders, al cual habÃa que parar por todos los medios.
¿Podrá el Partido Demócrata ganar las elecciones presidenciales?
La otra gran sorpresa del año polÃtico (mayor que la del surgimiento de Trump) fue la candidatura de Bernie Sanders, un personaje independiente que decidió presentarse a las primarias del Partido Demócrata, consiguiendo ganar las primarias de aquel partido en 22 Estados (de un total de 50), recibiendo casi la mitad de todos los delegados elegidos durante las primarias del Partido Demócrata.
La novedad de Sanders era que ha sido siempre un socialista, presentándose como tal desde el principio, sin ningún rubor o actitud defensiva. Y en el Senado ha sido la voz más potente en defensa de la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares. Sus propuestas económicas y sociales eran claramente socialistas, siendo elementos esenciales de su programa el incrementar el salario mÃnimo a 15 dólares por hora, asà como la derogación de todos los tratados de libre comercio, aumentando el grado de cobertura en el aseguramiento sanitario, y enfatizando la universalidad de los derechos sociales y laborales, rompiendo asà con la filosofÃa institucional dominante en las polÃticas sociales del Estado federal, que son de carácter asistencial-benéfico en lugar de universal.
Ha sido también altamente crÃtico con la polÃtica exterior de EE.UU., que fue dirigida por la Sra. Clinton como Secretaria de Estado (rango homologable al de Ministra de Asuntos Exteriores). En realidad, la candidatura de Sanders ha sido la más progresista de todas las habidas en campaña electoral desde la de Jesse Jackson Senior en 1988. Su éxito fue la gran noticia ocultada por los grandes medios, que claramente favorecÃan a Hillary Clinton sobre Sanders, el cual tenÃa en contra no solo a la dirección y el aparato del Partido Demócrata, sino a todos los grandes medios. A pesar de ello, Sanders consiguió el apoyo del electorado por debajo de los 45 años, personas que lo apoyaron masivamente.
Las limitaciones de las polÃticas identitarias: el resurgimiento de la clase trabajadora frustrada
El candidato Sanders cambió la estrategia de las fuerzas progresistas de EEUU, que desde los años ochenta desenfatizaron la estrategia de movilización de las clases populares, basada en la realización de que en EEUU habÃa una estructuras de clases, las cuales estaban ahora claramente en conflicto entre ellas. La victoria del mundo empresarial era a costa de la clase trabajadora. En lugar de estas polÃticas de clase, la fuerzas progresistas habÃan enfatizado las polÃticas identitarias (a favor de las minorÃas y de las mujeres) con el objetivo de favorecer su integración dentro del sistema polÃtico-económico dominante en EE.UU.
Las instituciones del gobierno federal, en respuesta a esta estrategia, consiguieron, a través de las medidas antidiscriminatorias, integrar a tales minorÃas y a las mujeres dentro de las instituciones de dicho sistema. La elección de un ciudadano negro para la presidencia de EEUU muestra el éxito de estas polÃticas antidiscriminatorias. Y un tanto semejante ocurrirÃa en el caso de que la candidata Clinton fuera elegida presidenta. Pero esta integración en el sistema establecido no ha cambiado el nivel de vida de la mayorÃa de negros y mujeres en EEUU, que pertenecen a la clase trabajadora, y ello como consecuencia de que no han cambiado las relaciones de clase social en aquel paÃs.
La realización de la importancia de este hecho explica el éxito del candidato Bernie Sanders, que enfatizó el lenguaje de clases sociales, asà como medidas que beneficiaran a la clase trabajadora. De ahà su apoyo entre la clase trabajadora no solo blanca, sino también de las minorÃas (sobre todo jóvenes y trabajadores). Su éxito muestra las enormes limitaciones de las polÃticas identitarias en ausencia de polÃticas de clase. A pesar de este éxito, el candidato Sanders no pudo sobrepasar al aparato del Partido Demócrata, que facilitó la victoria de la candidata que dio prioridad a los temas identitarios sobre los temas de clase. Ello ha permitido que ahora sea el candidato Trump el que monopolice el tema de clase, presentando a la candidata Clinton como la representante del establishment polÃtico federal del paÃs, lo cual, considerando la biografÃa personal de la Sra. Clinton, es difÃcil de rebatir.
Por otra parte, el candidato Trump, hoy apoyado por los sectores más reaccionarios de la Corporate Class, es también vulnerable por sus orÃgenes y prácticas (siendo sus propuestas fiscales enormemente favorables a los intereses de tal clase corporativa). Ahora bien, será difÃcil para la Sra. Clinton, que es percibida ampliamente como representante del establishment, poder capitalizar esta vulnerabilidad del Sr. Trump. Sin lugar a dudas, el candidato Sanders hubiera podido mostrar las falsedades del Sr. Trump más fácilmente que la Sra. Clinton. Las encuestas mostraban que Sanders ganaba a Trump por unos porcentajes mayores que la Sra. Clinton.
¿Qué pasará?
Una vez eliminado el peligro de Sanders, el establishment polÃtico se siente más seguro con Clinton que con Trump, al cual se opone una gran amalgama de fuerzas, incluyendo progresistas, que temen la reducción de la ya escasa democracia existente en aquel paÃs, que quedarÃa incluso más reducida con la victoria de Trump. Por otra parte, la victoria de la candidata Clinton fue acompañada de un giro hacia la izquierda para conseguir el apoyo de los votantes de Sanders. En realidad, si el 30% de votantes de Bernie Sanders trasladaran su apoyo a Trump en lugar de Clinton, el primero ganarÃa las elecciones.
De ahà el movimiento hacia la izquierda de Clinton, incluyendo el aumento del salario mÃnimo (aunque no ha hecho suya la cifra de 15 euros por hora que pedÃa Sanders), la denuncia de los tratados de libre comercio (aunque no ha prometido anularlos), su distanciamiento de intervenciones que ella habÃa promovido y que resultaron ser un desastre (como Irak y Libia), y su promesa de reducir el intervencionismo militar. Y aunque es probable que la mayorÃa de votantes de Sanders pase a votar a Clinton, el hecho es que no es seguro que este apoyo vaya a ser unánime o claramente mayoritario.
El comportamiento de la Sra. Clinton (orientado a conseguir el apoyo de los republicanos moderados) está desalentando al electorado sanderista, cuya abstención podrÃa dar la victoria a Trump. Por otra parte, los medios de comunicación que habÃan sido relativamente favorables a Trump ahora se oponen con toda intensidad a este candidato, mostrando sus grandes incoherencias y puntos débiles, lo cual está deteriorando su aceptabilidad por parte de amplios sectores de la población estadounidense. Se abren toda una serie de interrogantes que añaden una gran inestabilidad a la situación polÃtica del paÃs.
Es una lástima que los medios no informen mejor para entender qué está pasando en EE.UU.
Vicenç Navarro | Catedrático de Ciencias PolÃticas y PolÃticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Rebelión.
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