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Edición 358
Escrito por Juan Ramón Jiménez De León   
Lunes, 05 de Junio de 2017 13:07

60mini

Por su posición geográfica (hoy podemos llamar geoestratégica y geopolítica) la Nueva España (México) era ¿es? el sitio ideal para intentar establecer el tan anhelado contacto con China. Por esta razón, España intentó desde México descubrir una ruta marítima al enviar a Andrés Niño en 1520, y a Jofre de Loaiza en 1525, bordeando África y adentrándose por el océano Índico, pero además de resultar viajes inmensamente costosos, se habían traducido en rotundos fracasos.

Por ello, Hernán Cortés y Pedro de Alvarado, la dupla invasora, apenas terminada la conquista de México, costearon la construcción de varias naves que fueron armadas en Zihuatanejo con los mejores materiales. Fueron éstas las dos primeras expediciones que intentarían llegar a las costas de China desde la Nueva España.

Sin embargo, y a pesar de las expectativas de éxito, ambas expediciones fracasaron por diferentes razones apenas adentradas al océano Pacífico. Tocó al virrey don Luis de Velasco (padre) intentar nuevamente en 1542 el temerario proyecto. Así, costeó la construcción de cuatro naves mayores, un bergantín y una goleta, que al mando de Ruy López de Villalobos se hizo a la mar, partiendo desde puerto de la Navidad con 370 tripulantes a bordo.

En 1543 la flota tocó la costa sur de la isla de Luzón (Filipinas), donde exploraron la costa e hicieron contacto con los dóciles indígenas filipinos. Esta expedición logró llegar al archipiélago al que Magallanes había llamado San Lázaro y que entonces fue rebautizado con el nombre de “Filipinas”, en honor del entonces príncipe heredero español. De allí partieron más al oriente hasta alcanzar la isla de Leyte y las nombraron Las Islas Filipinas en honor al rey Felipe II. A causa del hambre y de un navío que se arruinó por un accidente de navegación, la expedición fue desastrosa y tuvieron que ir a buscar refugio en las Molucas, dominio portugués, y después de algunas escaramuzas fueron tomados presos. Villalobos murió preso en 1544 en la isla de Amboyna.

El resto de la tripulación consiguió escapar y regresar a Nueva España, donde contaron las historias al virrey, y así se consideró parte de la Nueva España la Capitanía General de las Filipinas.

 

Posesión jurídica

En la época virreinal de 1521, al servicio de España, el navegante Fernando de Magallanes llegó al archipiélago Filipino y tomó posesión jurídica de las islas, bajo el trono español, pero sin dejar un solo soldado o español cualquiera en las islas para que valiera la colonización de España, aunque se sabía que los indígenas eran sumamente dóciles y además se quería arrebatar el poder de Portugal en las Indias Orientales, así que Hernán Cortés envió tres barcos rumbo a Asia, que zarparon de Zihuatanejo en 1527. En el camino dos de ellos naufragaron, y el tercero llegó, pero no regresó por no haber encontrado la corriente del retorno.

Después en 1541, López de Villalobos fue enviado por el virrey Antonio de Mendoza para encabezar una expedición hacia las Indias Orientales en busca de nuevas rutas comerciales. Su expedición partió de Puerto de Navidad en 1542 a bordo de cuatro carabelas.

El intento de colonización de Filipinas no terminó ahí. El Virrey Luis de Velasco encargó a Miguel López de Legazpi hacerse a la mar en una nueva expedición. Zarpó de Puerto de Navidad, Jalisco, el 21 de noviembre de 1564 y en el viaje conquistó Guam, las Islas de Saavedra (Islas Marshall) y las Islas Marianas y tocó Samar el 27 de abril de 1565.    Hábilmente, López de Legazpi evitó hostilizar a los moradores de las islas, que se decía que enseñaban las vergüenzas al aire, y no encontró resistencia para explorar las islas debido a la escasez de alimentos y agua dulce. El movimiento fue fácil ya que en las islas, al igual que en México, los clanes estaban rivalizados y Legazpi estableció fácilmente lazos de amistad que le permitieron moverse de isla en isla, levantando los primeros asentamientos españoles: la Villa del Santísimo Nombre de Jesús y Villa de San Miguel.

Después de la conquista de Filipinas en 1565 por Miguel López de Legazpi, las islas del archipiélago recibieron primero el estatus de gobernación y más tarde de Capitanía General dependiente del virreinato de Nueva España en 1574.

 

La Real Audiencia de Manila

En 1584 se creó la Real Audiencia de Manila, que gobernaba la capitanía cuando ésta quedaba vacante; el capitán general ejercía las funciones de gobernador y presidente de la Real Audiencia (hasta 1861). En 1787 existió el proyecto para crear intendencias en las Filipinas, las cuales serían: Manila, Ilocos, Camarines, Iloilo y Cebú, pero estas intendencias no llegaron a establecerse.

Hasta el año 1822, los capitanes generales eran civiles, pero a partir de ese año lo fueron siempre militares. Durante toda la segunda mitad del siglo XIX, se establecieron los gobiernos y comandancias militares, muy numerosas dado el elevado número de islas y la extensión del distrito. Tras largas etapas de insurrección de la población local y la guerra con Estados Unidos, el dominio español en Filipinas cesó en 1898.

 

Ocupación de Manila Guerra de los siete años, (1762-1764)

Durante la Guerra de los Siete Años ocurrieron una serie de conflictos internacionales desarrollados entre 1756 y 1763, para establecer el control sobre Silesia y por la supremacía colonial en América del Norte e India.

Tomaron parte por un lado Prusia, Hannover y Gran Bretaña, junto a sus colonias americanas y su aliado Portugal tiempo más tarde; y por otra parte Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España, esta última a partir de 1761. La guerra de los Siete Años terminó en 1763. La capitanía general subsistió hasta el 12 de junio de 1898, fecha en que los filipinos bajo el mando del general Emilio Aguinaldo declararon su efímera independencia.

El 10 de diciembre de 1898, por el Tratado de París, se puso fin a la guerra hispano-estadounidense, las islas Filipinas y la isla de Guam fueron “cedidas” a los Estados Unidos de América. Las islas Marianas, Carolinas y Palaos fueron vendidas a Alemania por el tratado del 12 de febrero de 1899. Hoy las Filipinas están bajo la órbita china.

Sin embargo, en aquellos primeros años el retorno para los buques de vela, seguía constituyendo el problema medular de las empresas de colonización, por lo que durante algunos años el proyecto quedó suspendido para ser revisado, tanto en la Metrópoli, como en la capital del virreinato de la Nueva España; hasta que Felipe II ordenó, en 1564, al virrey de Velasco preparar una nueva armada, en cuyo frente estarían  de nuevo don Miguel López de Legazpi y el monje agustino Andrés de Urdaneta, quien finalmente estableció la ruta para regresar al punto de partida.

 

Problemas en los viajes

Los viajes eran largos y duros y mucha gente moría en ellos, víctimas del escorbuto (inflamación de las encías por falta de cítricos) o del hambre. Había ocasiones en las que se pagaban enormes sumas de dinero por la carne fresca de las ratas que pululaban en las bodegas.

A esto había que sumarle el peligro de las incursiones de piratas ingleses, holandeses y portugueses. Teniendo en cuenta que en los más de 250 años que duró esta ruta comercial sólo fueron atrapados cuatro galeones, podemos decir que el problema de la piratería era bastante secundario.

Con el éxito obtenido a partir del retorno a Acapulco del galeón San Pedro, nave comandada por Urdaneta, Europa y el Extremo Oriente quedarían enlazados comercialmente por México. Manila, fundada y gobernada por López de Legazpi, se convirtió a partir de 1565 en territorio dependiente del virreinato novohispano y fue para Asia, lo que Acapulco para América meridional: “Ambos puertos reunían una serie de características que los transformaron, sin dudarlo, en los puntos comerciales donde circulaban las mercancías más valiosas de su tiempo.” El principal problema de estos viajes interoceánicos eran las corrientes marinas.

El viaje de Acapulco a Manila fue favorecido por los vientos alisios, como lo describió el Barón de Humboldt a principios del siglo XIX quien se dedicó a estudiar las rutas de los galeones entre las Filipinas, Acapulco y el Callao (Lima, Perú). Cruzar el océano Pacífico con una extensión de 3000 leguas marítimas (una legua es igual a 5.5 km o sea 3000 leguas equivalen a 16 665 km), tenía una duración de tres meses y el viaje debía realizarse en los meses de marzo a junio.

Los galeones llegaban primero a la isla de Ladrones con los vientos favorables, después a la isla de Guam y de aquí se navegaba cuando los vientos de los monzones del suroeste se calmaban. Entonces llegaban a Manila por la corriente del sur de California. El retorno era más difícil, hasta que el fraile Urdaneta estableció la ruta en los meses de julio y agosto, época en donde no había monzones (ésta duraba de cinco a seis meses) debido a que el galeón aprovechaba la corriente del Pacífico del Norte llegando al paralelo 40 grados latitud (Japón), atravesando el Pacífico, llegando a las costas de California, siguiendo las corrientes del mismo nombre, descendiendo por la costa hasta Acapulco.

En su trayecto por la costa llegaban al puerto de San José del Cabo, Baja California sur, en donde los jesuitas tenían una misión. Ahí dejaban a los enfermos  y se abastecían de alimentos para continuar su viaje, haciendo escala en los puertos de San Blas (Jalisco), Barra de Navidad (Nayarit) y Zihuatanejo (Guerrero); y en diciembre llegaban a Acapulco en donde se establecían comerciantes de varios puntos de México. Con el arribo de la Nao se hacían ferias. Así comenzó el comercio entre Asia, Nueva España y Europa, y se le conoció como la Nao de China o de Acapulco.

En las bodegas de la Nao se guardaban los alimentos para el viaje que duraría varios meses, pero éstos se echaban a perder; entonces surgían los problemas y uno de ellos era conseguir alimentos frescos, otros eran enfermedades, en consecuencia la tripulación y los pasajeros se peleaban, se morían de enfermedades, de sed y de hambre. Como sucedió con el galeón San José en 1657, en donde murieron todos y el barco estuvo flotando a la deriva, hasta que llegó a las costas de Zihuatanejo.

 

Formidable capacidad económica

La Nao traía mercancías y objetos valiosos de las más diversas materias primas de los países de la India, Ceylán, Camboya, Las Molucas, China y Japón, que se almacenaban en Filipinas y cuyo destino final era el mercado europeo. Sin embargo, la formidable capacidad económica del poderoso virreinato español, que compartía con el peruano las primicias desembarcadas en Acapulco, poco dejaba a sus ávidos compradores en el Viejo Mundo.

La Capitanía General de las Filipinas fue una división administrativa de la Corona de España en las llamadas Indias Orientales (zonas de Asia y Oceanía), con capital en Manila que incluía no sólo el archipiélago filipino sino que en el momento de su mayor extensión abarcó Palau, Guam, las Islas Marianas, las Islas Carolinas y otras islas de la Micronesia, como parte integrante del virreinato de Nueva España. Los países orientales empezaron a fabricar líneas completas de objetos destinados únicamente a la ¬exportación, en tanto que productos agrícolas como el arroz, la pimienta, canela, clavo y el mango se iban introduciendo y aclimatando paulatinamente en los campos mexicanos.

Además, los países orientales exportaron otros artículos como: sedas, camisas de algodón, terciopelo, alfombras persas, géneros de Flandes, abanicos, joyería fina, biombos y espadas japoneses, perfumes, muebles, jarrones de la Dinastía Ming, perlas, correspondencia oficial, marfiles tallados con figuras religiosas, artesanías de plata hechas por chinos de Cantón o de Manila. La seda China tuvo mucha demanda y fue la causa del fracaso de la sericultura mexicana.

Las peleas de gallos descendientes de los malayos se adaptaron a México. A su vez, Asia recibía maíz, frijol, tabaco, chile, cochinilla de Oaxaca, cacao de Guayaquil, Ecuador, y de Caracas, Venezuela, vinos, aceite y tejidos de lana de España; plomo, plata y oro en lingotes, así como los “pesos fuertes” acuñados en la Casa de Moneda de México. Las monedas de circulación en China y Filipinas eran las monedas de plata mexicanas.

En 1593, Felipe II, celoso de los reinos de ultramar y especialmente de la Nueva España (México) que estaba siendo más poderosa que España, pues recaudaba los impuestos de California, Tejas, la Florida, el Caribe, Centroamérica y las Filipinas, decretó que sólo dos barcos de 300 toneladas podían cruzar el Pacífico y uno debería de quedarse de reserva en Acapulco. Este decreto duró hasta 1720.

Estas disposiciones no siempre fueron acatadas por los comerciantes ya que a veces los galeones eran de 700 y 1000 toneladas y los galeones españoles eran de hasta 2000 toneladas para atacar los barcos holandeses y portugueses. Como Galeones de Manila (o también como Naos de China) eran conocidas las naves que cubrieron, dos veces al año y desde 1565 hasta principios del siglo XIX, la ruta marítima entre Manila (Filipinas) y los puertos de México, principalmente Acapulco, y cuyas mercancías eran después transportadas por tierra de Acapulco a Veracruz y posteriormente reembarcadas de Veracruz a Sevilla y Cádiz, España. El primer navío partió en 1565 de Filipinas rumbo a Acapulco, inaugurando de esta forma la ruta comercial, que duraría hasta 1815. Los barcos salían de Acapulco, dirigiéndose a las Filipinas con escala en Guam y volviendo tras dar un rodeo al norte con el fin de seguir la corriente de Kuro-Siwo, que posibilitó este trayecto al ser descubierta por el cosmógrafo español Andrés de Urdaneta. Así pues, los buques que zarpaban de Veracruz iban generalmente cargados de mercancías de Oriente procedentes de los centros comerciales de las Filipinas, más los metales preciosos y recursos naturales de México, Centroamérica y el Caribe.

El famoso galeón llamado el Rosario estuvo en servicio de 1746 a 1751; tenía una capacidad de 1700 toneladas y transportaba 18, 677 piezas. La mayoría de estos galeones eran construidos en los astilleros de la Bahía de Manila en donde tenían buenos artesanos. En 1620 se propuso que se hicieran en la India o en Conchinchina (hoy Vietnam), ya que las maderas de estos lugares eran de excelente calidad (teca) y los salarios eran menores. Pero en 1679 se expidió un decreto prohibiendo la construcción de dichos barcos para que la ruta de Acapulco fuera de Filipinas. También se prohibió que los españoles tuvieran trato directo con comerciantes chinos, el motivo de esta orden se hallaba en el Tratado de Tordesillas que consideraba a la China dentro de la influencia mercantil de Portugal.

 

Cambio de puertos

Debido a la Guerra de Independencia de México, el comercio con Oriente dejó de practicarse desde el puerto de Acapulco y se cambió al de San Blas, en donde se llevaron a cabo las últimas ferias de las mercaderías provenientes de las legendarias tierras de Gengis Khan.

En el mes de marzo de 1815 zarpó de playas mexicanas el galeón Magallanes con destino a Manila, cerrándose oficialmente 250 años de comercio marítimo ininterrumpido entre la Nueva España y el lejano Oriente. Los nombres de Catarina de San Juan, aquella princesa hindú que llegara a radicar en la ciudad de Puebla, la famosa “China Poblana”, y el de Felipe de las Casas, mejor conocido como San Felipe de Jesús, quedaron asociados para siempre con el galeón de Manila, la Nao de China o la nave de las sedas

 En el campo de la historia mundial de las colonias españolas en América es bien conocido el protagonismo que, desde un principio, adquirieron los territorios mexicanos de la Nueva España en su relación con Asia y especialmente con Filipinas. Protagonismo que existe hasta la fecha, donde España no se resiste a perder todavía a México y cada vez que puede envía oleadas de inmigrantes para tratar de dominar a nuestro país, los últimos intentos son con empresas españolas como Zara, Repsol, OHL, bancos como Santander o BBVA, telefónicas como Movistar, consorcios de medios como PRISA, etc.; la lucha oligárquica en la península ibérica entre Castilla (Madrid) y Aragon (Barcelona) continua y se extiende al Vaticano (el Papa Borgia o Borja), era parte de estas intrigas que continúan y continuaran a través de los Opus Dei que ahora dominan la presidencia de Peña Nieto, los Legionarios de Cristo, la Orden de Malta, los Caballeros de Colon, etc., siguen creando conflictos con Estados Unidos que como nueva matriz colonial no quiere que México regrese la mirada y los tiempos a la Nao de China, ahora modernizada con un posible tratado transpacífico o TPP.

 

Poderío impresionante

Solo que en las eras coloniales el poderío de la Ciudad de México era impresionante, hoy es al revés, el poderío de Shanghái-Hong Kong- Singapur-Macao es arrollador, ha doblegado al león ingles en Sidney y a los samuráis japoneses de los grandes conglomerados industriales y financieros o kereitsus, y el circuito dragón está ampliando y mejorando su ruta de la seda, y ya es considerada en este año, como la mayor economía del mundo, mientras México subordinado a España, al vaticano y a Washington, está en medio de una guerra civil narca que se asemeja mucho a las guerras del opio del siglo XIX que casi extinguieron a China, lo hicieron un estado adicto y sucio, lleno de lenones y prostitutas y súbdito de las intrigas de la Gran Bretaña, Japón, Rusia, Alemania, Francia, Portugal y los Estados Unidos, quienes lo quisieron fragmentar y no pudieron al final debido al ilustre nacionalista Sun Yat Sen que en 1911 instauró la Primera Republica China que acabó con las milenarias dinastías, la última sería la Qing.

Sin embargo, los Señores de la Guerra querían más poder y la guerra civil duró hasta 1939, donde todas las facciones se unieron para combatir al Japón que se adueñaba de la rica Manchuria, al terminar la II Guerra Mundial, el Partido Comunista encabezado por Mao Tse Tung, declaró en 1949, la Republica Popular. Durante la Revolución Cultural de 1966, que fue una campaña de masas para cambiar la forma de pensar, de razonar, de actuar y con sesgos de intolerancia y dogmatismo, aun así, fue el gran parte aguas cultural que lanzo a China a ser hoy la  gran potencia económica mundial y el próximo año, 2018, se proyecta ya como la primera potencia mundial, según estimaciones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, lo que será ya un shock para Estados Unidos y para México siempre tan subordinado al norte y tan prepotente con el sur.

China bajo la dirección de Deng Xiaoping, pudo sobrellevar el dogmatismo y la intolerancia comunista y la sacó del marasmo. China daba sus primeros pasos tecnológicos con la producción de acero en pequeña escala cuasi familiar, lo que significó un gran fracaso, pero México supo aquilatar eso e impulsó la gran siderúrgica Lazaro Cárdenas-Las Truchas en Michoacán, orientando su producción hacia el gigante asiático, lo que le valió el boicot de Estados Unidos, Europa y Japón, sin embargo, el proyecto siguió hasta que llegó el neoliberalismo Salinista que entregó esta gran acerera a los intereses de Mittal (India) adversario político, económico y demográfico de China, en tanto México está estancado desde 1982, la concentración de la riqueza en pocas manos ha aumentado, medido en el Índice de Gini, hemos pasado de 0.48 a 0.51, es decir a medida que se acerque a 1, la desigualdad aumenta, la pobreza también, los conflictos también y del 5º lugar que teníamos en 1980, cuando el PIB crecía a tasas de 9%, hoy ocupamos el 15º lugar en el ranking mundial y seguimos hacia abajo, somos el país más corrupto de la OCDE (Club de Paris o Club de los Ricos), la dualidad Plutocracia-Partidocracia, es la causa de tanta calamidad, por lo tanto, si queremos deshacernos de ellos, tenemos que tener una política fiscal redistributiva, o de lo contrario llevar al paredón a tanto ladrón, político o empresario da igual, para tomar el ejemplo de Singapur, que en los años 70 hizo una limpia radical de corruptos y hoy es la Isla del Tesoro.

Por ello es necesario iniciar una Revolución Cultural en los libros, los medios, las universidades, para volver a tomar la grandeza de este México, que el Neoliberalismo ha criminalizado y estigmatizado a nivel mundial.

Somos hoy, el segundo país más violento del orbe, solo debajo de Siria, la gran capital, por su tamaño, no siente los embates de la violencia, pero el interior de México está totalmente rebasado por la violencia y el saqueo de nuestras riquezas.

Es tiempo de renovar la Nao de China.



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