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Edición 370

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

De los hoyos negros a la radiación: Hawking y… de vuelta

Dr. Hernán Edrían Chavarría Aguilar

EN LA VIDA TODOS hemos considerado a alguien lejano, un ejemplo a seguir y hasta un mentor, el objeto de nuestra admiración y respeto ni siquiera sabe que existimos —salvo tal vez, de una manera multitudinaria y abstracta—. Esta es la forma, pienso, que muchos vimos a Stephen William Hawking.

NACIDO EN OXFORD, Inglaterra, el 8 de enero de 1942, destacó por su inteligencia en la juventud y a los 21 años - poco antes de su primer matrimonio -, Hawking contrajo una enfermedad moto neural de la familia de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), los médicos le dieron una sobrevida de tres a cinco años (lo usual en esos casos) pero él sobrevivió por 55 más, aunque su estado se fue agravando poco a poco, hasta dejarlo postrado y paralizado casi por completo, forzándole a depender de una silla de ruedas para trasladarse y a comunicarse vía computadora generadora de voz, eso no le impidió vivir bien ni continuar trabajando como científico; casado en dos ocasiones, tuvo tres hijos. Tras una vida productiva y ejemplar, falleció apaciblemente en su casa de Cambridge el 14 de marzo de 2018.

Como físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico, sus trabajos más importantes consistieron en aportar, junto con Roger Penrose, teoremas respecto a las singularidades espaciotemporales en el marco de la relatividad general, y por otra parte la predicción teórica de que los agujeros negros no sólo absorben sino que también emiten, lo que hoy se conoce como radiación de Hawking.

Historiador del tiempo

Alcanzó éxitos de ventas con sus trabajos de divulgación científica, en los que discute sobre sus propias teorías y la cosmología en general: Breve historia del tiempo: Del Big Bang a los agujeros negros de 1988, estuvo en la lista de Best sellers del The Sunday Times británico durante 237 semanas, y en su obra Brevísima historia del tiempo de 2005 en colaboración con Leonard Mlodinow, trató de explicar de la manera más sencilla posible la historia del universo —una versión adaptada del primer libro homónimo para un público más amplio—, motivo por el cual se le conoció como el “historiador del tiempo”; entre otras de sus muy numerosas publicaciones están La estructura a gran escala del espacio-tiempo con G. F. R. Ellis, Relatividad general: Revisión en el Centenario de Einstein con W. Israel, y 300 Años de gravedad, con W. Israel, Agujeros negros, pequeños universos y otros ensayos en 2001, El universo en una cáscara de nuez, en 2005.

Era miembro de La Real Sociedad de Londres, de La Academia Pontificia de las Ciencias y de La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Fue titular de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas de la Universidad de Cambridge desde 1979 hasta su jubilación en 2009.

Entre muchas otras distinciones, recibió doce doctorados honoris causa, galardonado con la Orden del Imperio Británico (grado CBE) en 1982, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1989, la Medalla Copley en 2006, la Medalla de la Libertad en 2009​ y el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en 2015.

Principio y fin

HAWKING TRABAJÓ en las leyes básicas que gobiernan el universo. Junto con Roger Penrose mostró que la teoría general de la relatividad de Einstein implica que el espacio y el tiempo han de tener un principio en el Big Bang y un final en los agujeros negros.

Señalando la necesidad de unificar la Relatividad General con su rival la Teoría cuántica, una consecuencia de esa unificación —que él descubrió—, es que los agujeros negros no lo son tanto, sino que pueden emitir radiación, evaporarse y desaparecer… con suficiente tiempo.

Otra conjetura suya es que el universo no tiene bordes o límites en el tiempo imaginario, implicando que el modo en que el universo empezó, queda por completo determinado por las leyes científicas y causó revuelo al asegurar que “creer en la existencia de un dios creador del universo es un ejercicio inútil”.

Su celebrado humor y buena disposición, aunado al hecho de que no era nada tímido para las cámaras, le permitió ser el eje de varios programas de divulgación científica y entre muchos otros aparecer en Star Trek TNG, The Big Bang theory, Los Simpson y Futurama.

Descanse en paz, en la nada, Stephen Hawking, gran maestro y pensador que, si la ley de conservación de la información lo permite, algo de su grandeza quedará con nosotros por siempre. VP



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