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Edición 405
Escrito por Abraham García Ibarra   
Viernes, 29 de Mayo de 2020 22:43

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Prensa: Libertad bajo palabra

Abraham García Ibarra

             Todo es espacio/ vibra la vara de la amapola/ y una desnuda vuela en el viento lomo de ola

Octavio Paz

EN 1974, varios colegas de El Día, a iniciativa de este reportero, lanzamos un proyecto bajo el título Nueva Sociedad,inspirado en la utopía juvenil de la “nueva sociedad para el hombre nuevo”. Como la edición fue auspiciada por nuestros propios medios, quedó en número único.

Fue una experiencia aciaga. A pesar del pago anticipado, el impresor, que recibía su dotación de papel subsidiado, después de enviar a consulta los contenidos, apenado nos recomendó que buscáramos otra imprenta. Lo hicimos.

Meses después, tuvimos noticias de una tesis para acreditar la licenciatura en periodismo por la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la UNAM. Ahí se tipificó aquella aventura en la categoría de prensa marginal. Decimos por nuestra parte, está bien. Esa expresión del oficio periodístico, no es comercial; ergo: no es comercializable desde el interés del mercado convencional.

La primera aventura propia la corrimos con el semanario Avante, de corte anarco-cooperativista en su rama pesquera. Teníamos entonces diez años en el oficio. Nueva Sociedad, diez años después. En 2020 cumplimos 66 años de lo que algún romántico llamaría brega de eternidad.

La Libertad de expresión no se implora; se ejerce

El 7 de junio todavía se registra como el Día de la Libertad de Prensa, instituido en México en la década de los cincuenta por los empresarios privados de la información impresa. No obstante haber pasado por los diarios El Día, Excélsior, de origen cooperativista ambos,y con menos tiempo, pero con más intensidad en La Jornada, así como en algunos medios electrónicos de Estado, nos gratifica estar inscritos todavía en el rango de prensa marginal.

La cuestión es si en México existe la Libertad de expresión como consustancial del Derecho a la Información. Después de casi dos décadas en Voces del Periodista,podemos afirmar que sí, que existe libertad para el ejercicio del oficio periodístico. No estamos condicionados por la colegiación elitista y conocemos las limitaciones que nos impone el oficio como servicio a la sociedad.

Nos viene esa convicción de que la libertad ni se implora ni se mendiga; simplemente se ejerce como derecho en democracia. Si la libertad tiene un costo, lo hemos amortizado con creces. Es decir, más allá de lo que se espera en todo quehacer humano.

La democracia sustancial, asignatura pendiente en México

De lo que sigue el asunto de si existe la democracia en México. En tanto este imperativo es reducido a lo electoral, nos queda debiendo vis a vis con la democracia sustancial; aquella que aspira a una justicia distributiva, si no para igualar a todos en fortuna material, al menos para atemperar —como lo propondría Morelos— la opulencia y la miseria.

En más de seis décadas en el oficio periodístico, hemos reporteado en la comunidad indígena, en los núcleos agrarios, en las sociedades cooperativas de producción y de consumo, en los sindicatos de obreros, en las colonias agrícolas, en las asociaciones de pequeños propietarios rurales, en las comunidades de base de corte cristiano, en los colectivos de artistas, etcétera.

Podemos dar testimonio de que la democracia es patrimonio de Los de abajo y lo administran celosamente bajo los principios de la fraternidad y la solidaridad frente a los cacicazgos y el charrismo; las pestes que siguen azotando a la clase trabajadora. Ahí encontramos formas de democracia participativa, de acción directa.

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Seguimos anclados en la era del centralismo democrático

Hemos reporteado también, desde sus células seminales, los partidos y las agrupaciones políticas en los comités municipales, distritales, estatales, regionales y nacionales, que han compartido en condominio el poder presidencial. Convivimos, además, con militantes de formaciones políticas en tiempos de proscripción y clandestinidad. Las sigue habiendo.

En los registros en nuestras libretas de reportero hallamos en esas estructuras verticalistas, dominadas por las nomenclaturas, una figura odiosa, el centralismo democrático,que se expresa en asambleas y convenciones partidarias, siempre bajo los designios de nuestro líder nato, el Presidente depositario de facultades metaconstitucionales, una aproximación al fascismo o al nazismo: Dictaduras de un solo hombre.

Humanismo político, democracia y justicia social; democracia ya, patria para todos, ofertas de marbete que se han diluido en un solo resultado: Democracia sin demócratas.

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Todavía tenemos a los que postulan una República de súbditos

Pero el expediente nos habla también de la pretensión de construir, no una República de ciudadanos, sino de súbditos. Tenemos satanizados a Agustín de Iturbide y a Antonio López de Santa Anna por sus instintos imperiales, pero solemos pasar de lado que detrás de ellos hubo fuerzas internas que los empujaron a exhibir sus vocaciones totalitarias.

Durante la sociedad fluctuante de la primera mitad del siglo XIX, la Nación fue subvertida por los polkos,que saludaron bajo palio a los comandantes del Ejército de los Estados Unidos, cuya invasión derivó en el despojo de la mitad de nuestro territorio.

El triunfo de la Revolución de Ayutla a mitad de siglo y la Constitución Liberal de 1857 fueron atacados por la Junta de Notables (o de Los 35) que desencadenó la Guerra de Tres Años y en 1863 entregó la Regencia a Maximiliano. De aquel periodo nos queda una prevención: Desamortizamos los bienes del clero, pero no desamortizamos las conciencias de tufos monárquicos.

La República restaurada por Juárez desembocó en la dictadura de Porfirio Díaz. Al triunfo de la Revolución de 1910, Madero quiso dormir con el enemigo: Puso su integridad institucional en manos de Victoriano Huerta, que lo traicionó y finalmente, de la mano del embajador estadunidense, lo ejecutó.

Una lógica implacable: El que a hierro mata, a hierro muere

El jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, al triunfo de la Revolución, auspició la Primera Constitución Social del mundo, pero no pudo domar los apetitos de poder de sus compañeros de campaña armada: Confió el Ejército de Operaciones a Álvaro Obregón Salido, lo convirtió en secretario de Guerra y Marina y, hace 100 años, pagó con su vida el error.

El Plan de Agua Prieta se declaró triunfante el 23 de abril de 1920; el 5 de mayo siguiente el Varón de Cuatro Ciénegas denunció la propaganda subversiva promovida por los militares sonorenses pero, impotente, fue asesinado el 20 de mayo.

El propio Obregón fue víctima de la máxima: El que a hierro mata, a hierro muere. En julio de 1928, reelecto a la Presidencia, fue abatido en una conspiración que se atribuyó a su paisano Plutarco Elías Calles, después proclamado Jefe Máximo de la Revolución.

A Calles se le endosa en 1929 la paternidad de la promesa de un México de instituciones y de leyes. Cinco años después, intriga contra Lázaro Cárdenas, objeto de la rebelión cedillista que el Gran Expropiador venció in situ.

Cárdenas pudo reelegirse; optó por la Presidencia civilista

El general Cárdenas creó condiciones políticas bastantes para postularse a la reelección. Civilizadamente, declinó. Seis años después, fue factor para que se inaugurara la primera presidencia civilista.

El giro de calidad del régimen mexicano dio pie a que el poder contrarrevolucionario, activo desde 1917, pretendiera volver por la revancha, ahora contra el mandato nacionalista de don Adolfo El joven López Mateos.

Luis Echeverría percibió la disolución de La familia revolucionaria. En un audaz rapto de voluntad política el 18 de octubre de 1970, aún como Presidente electo, aplazó algunas horas el anuncio del fallecimiento del general Cárdenas. Trataría de reconciliar a callistas y cardenistas en los funerales del 19 de octubre, mismo día en que murió Plutarco Elías Calles, pero de 1945.

Contra el propio Echeverría se pronunció en 1976 la Conspiración de Chipinque (suburbio de Monterrey, Nuevo León).

No hay paz en las calles ni tranquilidad en las conciencias

El golpe de Estado técnico de 1988, no lo fue contra el sistema electoral: Fue contra el Estado posrevolucionario, para implantar el Estado neoliberal.

Dos veces el Partido de la Revolución ha sido echado del poder presidencial. Una vez, el partido del retroceso.

Como en 1821, 1848, 1857, 1863, 1913, 1920, 1938, 1976, 1982, 1988 y 2006, otra vez los demonios andan sueltos en México. Pasamos ahora por un clima de tensión política y económica en que no hay paz en las calles ni tranquilidad en las conciencias.

Frente a ese crispado estado de cosas, no desentrañamos augurios ni desenredamos acertijos. Seguimos ejerciendo el oficio periodístico, como lo escribiera Octavio Paz en breve poema, viviendo nuestra Libertad bajo palabra; armados solamente de palabras. Es cuanto.



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