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Edición 407

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VALIJA DIPLOMÁTICA

COVID-19 Y LAS ACCIONES DE ASISTENCIA CONSULAR

Oswaldo A. Canto Arias*

Exclusivo para VOCES DEL PERIODISTA

Abundans cautela non nocet / La precaución excesiva no hace daño

Introducción

El 2020 comenzó para muchos como inician tantos otros años: con un caudal de buenos propósitos para cuya realización se confiaba en la certeza de un año promisorio. Pocos habrán podido pronosticar la aparición, y mucho menos los devastadores efectos, de un novedoso virus cuya fuerza y velocidad de contagio terminó por alterar el ritmo del mundo como pocas veces se ha visto en tiempos modernos.

El saldo -aún parcial- es de más de medio millón de muertos por covid-19 a nivel mundial y un total que supera los trece millones de infectados. Se trata de una enfermedad que ha afectado a la humanidad en su conjunto con severas secuelas en los ámbitos social y económico, cuya dimensión real estamos todavía por determinar.

Pocos eventos han puesto a prueba, de manera simultánea en todo el mundo, las estructuras organizadas del Estado y su capacidad institucional de respuesta ante una crisis. Es en este contexto que las Embajadas y Consulados se han mostrado, de nueva cuenta, como piezas fundamentales de apoyo a los nacionales de sus respectivos países cuando éstos enfrentan dificultades fuera de sus fronteras.

Como consecuencia de la rápida expansión internacional del virus, y el miedo a una propagación descontrolada, en muchos países se apresuraron medidas de contención que incluyeron, en muchos casos, el cierre total de fronteras. La movilidad internacional se vio entonces severamente interrumpida y aumentó exponencialmente el número de personas que enfrentó dificultades logísticas en el exterior, incluidos el cierre de rutas terrestres y la cancelación de vuelos, y urgiendo con ello el inicio de un operativo internacional nunca antes visto para apoyar el retorno seguro de viajeros a sus países de origen o a sus lugares de residencia.

Asistencia consular en el marco de la crisis por covid-19

Cualquier ciudadano mexicano que se vea en dificultades en el extranjero puede acercarse a su Consulado; ahí encontrará la orientación necesaria para resolver el problema específico que enfrenta. Es amplia la experiencia en tareas de protección, particularmente ante situaciones que puedan comprometer la integridad y la seguridad de las personas, como fueron los casos del tsunami ocurrido en el Océano Índico (2004), el huracán Katrina (2005), la erupción volcánica de Islandia (2010) y la Primavera Árabe (2011), por citar sólo algunos ejemplos recientes.

No obstante, encarar los efectos de esta pandemia ha significado un reto sin paralelo y sin precedente, pues atender de manera simultánea a las decenas de miles de ciudadanos mexicanos que se vieron afectados por el repentino cierre de fronteras y la consiguiente interrupción de opciones de transporte rebasó, en muchos casos, las capacidades operativas de las oficinas consulares. El mayor y más importante operativo de repatriación de connacionales inició y se ha conducido en condiciones muy adversas.

En auxilio de la comunidad mexicana afectada por la contingencia, los Consulados de México han brindado acompañamiento informativo y orientación 24/7 sobre las rutas terrestres y aéreas que se mantuvieron abiertas; han alertado sobre las restricciones en vigor en determinados países o regiones e informado sobre las condiciones migratorias imperantes; han abierto y facilitado líneas de comunicación con familiares en México cuando éstas fueron interrumpidas por las circunstancias o porque los afectados no pudieron establecerlas por su cuenta; han ofrecido orientación legal sobre los derechos del viajero, gestionado accesos especiales para pasajeros en tránsito e intercedido en casos de extrema vulnerabilidad. En sitios donde existen prohibiciones expresas al tránsito local, también han negociado salvoconductos que han permitido el desplazamiento seguro de personas desde regiones remotas o incomunicadas hacia sitios más seguros; han gestionado permisos de sobrevuelo y aterrizaje para vuelos de repatriación coordinados por el Gobierno de México y negociado con gobiernos de otros países la inclusión de ciudadanos mexicanos en los vuelos humanitarios que éstos han organizado.

No sólo eso, han intervenido para que se dé atención a personas con cuadros de ansiedad o depresión, a víctimas de violencia doméstica e inclusive a casos de posible contagio por covid-19. Se han enfocado de manera especial en la vigilancia de personas vulnerables, como es el caso de los adultos mayores, y han asumido la custodia provisional de un importante número de menores de edad que se vieron en la necesidad de viajar sin el acompañamiento de un adulto responsable. Finalmente, los agentes consulares han debido gestionar la repatriación de los cuerpos de aquellos paisanos que tuvieron el mal destino de fallecer en el extranjero como consecuencia de la enfermedad. Según cifras de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), al menos 1,345 ciudadanos mexicanos han perdido la vida tan sólo en los Estados Unidos.

En un contexto de austeridad presupuestaria que ha limitado, y en muchos casos consumido los ya mermados presupuestos de las oficinas consulares, han proporcionando apoyos económicos para transporte local y alimentación, y se ha dotado de medicamentos a personas con padecimientos o enfermedades crónicas o especiales, o bien insumos para satisfacer necesidades básicas, a fin de asegurar condiciones dignas como paso previo a la repatriación.

Para algunos funcionarios consulares, el “rescate” de nuestros paisanos ha requerido de esfuerzos que han puesto a prueba su convicción de servicio. Embajadas y Consulados no sólo suspendieron actividades no esenciales para dedicarse por completo a atender los efectos de la emergencia sanitaria, con jornadas en ocasiones extenuantes, sino que su trabajo se ha visto naturalmente obstaculizado por las restricciones a la movilidad obligadas por la propia pandemia, y el riesgo implícito a la salud al exponerse en sitios de contagio como aeropuertos y estaciones de ferrocarril. Evidentemente, también se han presentado casos de contagio, algunos graves, entre el personal consular.

Según cifras de la SRE, se ha apoyado la repatriación de al menos 15,879 ciudadanos mexicanos que habían quedado varados en los más diversos, disímiles y/o escondidos rincones del planeta. Ha sido una acción sin precedente y un extraordinario esfuerzo de logística y coordinación institucional en la que ha intervenido la totalidad de la red consular mexicana, y que ha contado con la colaboración de la Fuerza Aérea Mexicana, del Instituto Nacional de Migración, de los gobiernos de otras naciones y de diversas líneas aéreas comerciales.

Sin duda se trata de un esfuerzo perfectible, y hay mucho campo sobre el cual arar mejores surcos. No obstante, aunque imperfecta y limitada, la acción consular ha colaborado para que miles de ciudadanos mexicanos puedan salir de los sitios donde quedaron atrapados y regresen a sus hogares.

Responsabilidad compartida

Las buenas prácticas consulares animan a aprender de experiencias ajenas exitosas, particularmente en temas relacionados con la protección a connacionales. En la actual coyuntura de crisis, algunos países establecieron mecanismos coordinados que incorporaron a las asociaciones de agentes de viajes y de tour operadores, así como a los gremios de aseguradoras y otros socios que unieron fuerzas para apoyar el retorno de aquellos viajeros que, debido a las circunstancias, no pudieron organizar su regreso por su cuenta. Otros establecieron centros de emergencia que ayudaron, hasta donde fue posible, a las personas a encontrar un lugar seguro donde permanecer hasta que fue posible regresar a sus hogares. En otros casos más, se destinaron fondos millonarios específicos para la atención de la crisis y la repatriación de sus connacionales.

Todos debemos darnos cuenta de que ésta ha sido una gigantesca operación que debió ejecutarse en un momento particularmente difícil. Por lo tanto, resulta indispensable que los beneficiarios sean conscientes de su deber de contribuir a su repatriación asumiendo cierta responsabilidad (financiera) por su propio traslado, refugio y transporte. Las dependencias del gobierno no suelen estar preparadas ni disponen del dinero para hacer frente a imprevistos de esta magnitud. En el caso de Países Bajos, se creó una “Agencia de Asistencia Especial en el Extranjero” que destinó diez millones de euros para apoyar el retorno de sus nacionales, recursos que se recuperaron con las contribuciones de los propios viajeros, quienes aportaron cuotas diferenciadas dependiendo del país o región desde el cual fueron “rescatados”. Ningún país en el mundo está en capacidad de organizar vuelos de repatriación “gratuitos”.

Ahora bien, las contrariedades causadas por la pandemia de covid-19 exhibieron otra realidad preocupante: la poca preparación con la cual los ciudadanos mexicanos suelen emprender sus viajes internacionales, particularmente los de turismo, quedando así más expuestos y vulnerables a padecer consecuencias negativas ante la aparición de imprevistos.

        

A través de sus diversas plataformas digitales, la SRE mantiene una campaña permanente de “protección preventiva” dirigida a brindar a todo viajero mexicano herramientas para realizar en forma segura sus viajes internacionales. Esta campaña se enfoca en divulgar información sobre los derechos y las responsabilidades de todo ciudadano mexicano en otros países.

La protección preventiva pone especial énfasis en la promoción de una cultura del viajero responsable, invitando a las personas a contemplar tres acciones básicas: informarse adecuadamente sobre las leyes y costumbres del país al que desean viajar a través de la “Guía del Viajero Mexicano”; registrarse en el Sistema de Registro para Mexicanos en el Exterior (SIRME), y adquirir la costumbre de contratar un seguro antes de viajar.

Las Embajadas y Consulados de México tienen el mandato legal de brindar asistencia y protección a los ciudadanos mexicanos cuando se encuentran en el extranjero, pero su actuación también está limitada en forma expresa según lo disponen las leyes internacionales y las competencias señaladas en la propia normatividad mexicana. Su función primordial es evitar el abuso o discriminación por parte de autoridades extranjeras y, por lo tanto, no se ocupan de asuntos estrictamente personales o que se enmarcan en el ámbito de una relación o conflicto entre particulares. Es por ello que los Consulados no pueden responsabilizarse del pago de pasajes aéreos, de cuentas médicas, de hotel o restaurantes; tampoco gestionan la obtención, el cambio o la reposición de boletos de avión ni realizan reservaciones de hotel. Para aquellos asuntos que son de la esfera personal, su función es ofrecer la información puntual y recomendaciones que brinden a los connacionales elementos suficientes para tomar las decisiones que mejor convengan a sus necesidades e intereses. Contar con un seguro de viaje y hacerlo valer en circunstancias adversas como las generadas por la actual pandemia minimiza los efectos personales negativos en tanto puedan hacerse presentes los apoyos consulares.

Nadie está exento de padecer imprevistos desagradables en el extranjero; sin embargo, en la planeación de un viaje internacional tomar precauciones excesivas no hace daño, y sin duda puede hacer la diferencia entre encontrar soluciones rápidas con un mínimo de perjuicios y quedar a la deriva en espera de inciertos y, si acaso, muy limitados apoyos.

* Oswaldo A. Canto Arias es miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano, con rango de Consejero. Actualmente es Cónsul de México en Países Bajos



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