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Edición 410

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LOS MUERTOS DE AMLO

Y LOS DESAPARECIDOS

QUE LO PERSEGUIRÁN POR SIEMPRE

Feliciano Hernández*

LOS RECIENTES FALLECIMIENTOS Y ASESINATOS EN MÉXICO ya tienen etiqueta: serán los muertos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Y son cifras muy superiores a las de cualquier otro gobernante en tiempos de paz. Serán más de 100 mil muertos confirmados que dejará en México la pandemia del Covid-19 antes de que el país logre acceso a una vacuna –más de 84 mil ataúdes y urnas fúnebres confirmadas al 14 de octubre.

EL SALDO por asesinatos dolosos resultantes del “crimen organizado”, principalmente como ejecuciones del narcotráfico, sumaron 64 mil a septiembre del presente, acumulados en 21 meses del sexenio lopezobradorista; solo al final del presente año sumarán 40 mil 863, según cálculos del INEGI-. También serán los muertos de AMLO. Además, completarán su estadística negra los desaparecidos, que sumaron 61 mil 637 hasta el 31 de diciembre del 2019.

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Así será el conteo histórico, neto, objetivo, crudo, como lo fue con Felipe Calderón y Peña Nieto, con una alta “ventaja” cuantitativa respecto del actual gobierno.

Y serán los muertos y desaparecidos de AMLO, porque lejos de ser fallecimientos naturales o bajas por delincuencia común son cifras resultantes de sus malas estrategias ante esos flagelos, que este año se conjuntaron para mala suerte nacional y del presidente.

Si los muertos significan estadísticas, los desaparecidos implican dramas de madres o padres buscando a sus hijos o hijos buscando a sus progenitores, a sus hermanos o a gente de sus afectos. No pocos llevan años manteniendo la esperanza de encontrarlos vivos o muertos, pero encontrarlos para darles el adiós y poder dormir en paz.

Solo en los primeros 13 meses de gobierno de López Obrador desaparecieroncinco mil 184 personas, sostuvo Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas de la Secretaría de Gobernación (Segob).

En un reporte de principios del presente año, la funcionaria subrayó que de 2014 a 2019 hubo 32 mil 322 desaparecidos. Con los casos que se presentaron entre 2006 y 2019, se contabilizan 60 mil 53, que conforman el 97.43% del total, contando desde 1964.

Para darle contexto y en la suma de casi seis décadas, el reporte señala que de las 147 mil 33 personas reportadas como desaparecidas, de 1964 a la fecha, 85 mil 396 fueron localizadas. Y del total de 61 mil actualmente desaparecidas, el 25.7% corresponde a mujeres y un 20% a niños.

En la presentación de ese Informe sobre fosas clandestinas y registro nacional de personas desaparecidas o no localizadas –el seis de enero de 2020-, estuvo presente la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración.

Los datos que dieron, al cierre de 2019, de personas desaparecidas, no localizadas y localizadas, sumaron  nueve mil 164 denuncias por desaparecidos; de esos, cinco mil 184, el 57%, fueron no localizadas y tres mil 980, el 43% de esas personas, si fueron ubicadas, precisó Encinas, quien aprovechó para informar que México aceptaría la competencia del Comité de la ONU contra las Desapariciones Forzadas, “que estaba pendiente desde 2010”.

Por fin, el importante anuncio se concretó al iniciar septiembre del presente. El hecho detonó la aprobación de ciertos sectores, pero implica un claro reconocimiento del fracaso de las instituciones de justicia nacionales. Además, dicho Comité indagará en los rincones donde las autoridades nacionales no querían involucrarse y entre los blancos estarán el Ejército y las agencias de policía, por lo que llegado el momento se teme que haya fuertes reacciones en contra.

El presidente se cura en salud

“Se ha actuado con responsabilidad y profesionalismo”, dijo AMLO cuando a mediados de agosto la pandemia arrojó 50 mil muertes confirmadas, todavía antes de que la cifra luctuosa llegara al escenario catastrófico, de los 60 mil muertos, admitido y temido por el vocero Hugo López Gatell. La declaración del presidente fue interpretada como un intento de “curarse en salud”, sabedor de las abundantes críticas por sus malas decisiones frente a la pandemia.

Frente a su errático actuar ante las mafias del narcotráfico, también AMLO intentó justificar los elevados números. En su resumen “informativo” de septiembre, por su segundo año de gobierno, López Obrador se defendió de las acusaciones señalando que las cifras de criminalidad se han reducido, pero admitió que han seguido al alza los asesinatos y las extorsiones. En muertes VIOLENTAS, el aumento fue de 9.5 respecto de las registradas en 2019, cuando sumaron 37 mil 315 homicidios, feminicidios e infanticidios. Con estos números, el 2020 será el año más violento de que se tenga registro.

En todos los índices delictivos -dijo AMLO en su mensaje oficial- se ha registrado “una baja del orden del 30% en promedio, sólo han aumentado homicidio doloso y extorsión, en 7.9 y 12.7% respectivamente, vinculados estos delitos, fundamentalmente, a la llamada delincuencia organizada”.

Los fracasos de López Obrador en el combate a la pandemia y al crimen organizado, tuvieron sus momentos estelares cuando el inquilino de Palacio Nacional afirmó que la mortífera plaga viral “nos cayó como anillo al dedo”, frase lapidaria que en voz del presidente muchos lamentaron y que los críticos aprovecharon para atacarlo. Siempre se recordará que se negó rotundamente a usar cubre bocas y a mantener la sana distancia. “Salgan, salgan, yo les voy a decir cuando encerrarse”.

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En el combate a la inseguridad y a las bandas del narcotráfico, la suma de erratas del presidente ha sido mayor, de antología: desde el haber ordenado la liberación en Culiacán del hijo de El Chapo Guzmán hasta el saludo de mano a la progenitora del capo y las gestiones que ordenó para repatriar al capo; y en ese contexto, al haber pedido a los mandos de la Guardia Nacional que trataran con respeto a los jefes y sicarios del narcotráfico, porque “ellos también tienen derechos”.

En cambio, López Obrador se mostró renuente innumerables ocasiones a escuchar a las manifestantes contra los feminicidios, llegando al extremo de afirmar que el 90% de las llamadas de auxilio eran falsas. También les negó audiencia a otros activistas que protestaron contra su política anticrimen, como en el caso de la familia Le Barón, cuyo lamentable caso seguía sin resolverse muchos meses después.

En todo ese tiempo, a López Obrador nunca se le escuchó ofrecer disculpas por sus dislates o errores involuntarios, por si fuera el caso de que aceptara que en la premura y por la improvisación simplemente hubiera resbalado, como podría ocurrirle a cualquiera. Prefirió aguantar las críticas y responderlas con ataques antes que ofrecer un gesto de humildad, y se aferró a su táctica de no hablar de esos temas siempre que pudiera evitarlo, ni siquiera para ofrecer condolencias a los familiares de las víctimas colaterales.

La censura oficial, en su apogeo

Todo lo contrario, AMLO ha estado muy pendiente de los críticos y muy presto a descalificarlos, señalando que su “estrategia” anticrimen seguía adelante, que nada podría desviarlo, y luego corrió a refugiarse en el autoelogio, ignorando el más elemental principio de que alabanza en boca propia es vituperio. “Vamos requetebién... Ya vamos saliendo de la pandemia… Los conservadores quieren volver al régimen de corrupción…”

Pero a casi dos años de que asumiera el poder, los hechos se empeñaron en demostrarle al presidente que ha estado viviendo en una “realidad” ficticia que solo está en su cabeza. “Ya no hay más masacres”, dijo en su “informe”, y al día siguiente una matazón de jóvenes en Morelos, atribuida a sicarios del narcotráfico, cuyo saldo fue de ocho muertos y más de una decena de heridos. Luego otras en Guanajuato y en todos lados continuaron las salvajes matanzas.

A cambio, y para distraer de tanta mortandad por Covid-19 y por el narcotráfico, el mandatario continuó con sus actos distractores: de la rifa del avión sin avión pasó al caso Lozoya-Pemex, y ante los video ataques contra su hermano Pío, por aceptación de paquetes de dinero de origen desconocido, acentuó su exigencia de realizar consultas para saber si el pueblo quería enjuiciar a los expresidentes.

Contra lo prometido, el complicado caso de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, muertos o desaparecidos, estaba peor que como lo recibió de Peña Nieto, con casi todos los detenidos liberados por supuestos fallas en el debido proceso.

Los muertos y los desaparecidos del sexenio de AMLO son una triste e inaceptable realidad. Sus familiares gritan por justicia desde todos los rincones del país.

Queda claro que López Obrador no desató la plaga viral ni la carnicería humana criminal. Sus defensores pretenden exculparlo con ese argumento. Está claro que el coronavirus le cayó de algún lugar “como anillo al dedo”, según él. Y la crisis de la violencia criminal fue herencia de quienes lo antecedieron en la presidencia. Eso está muy claro, pero también es innegable que sus malas decisiones empeoraron las crisis mencionadas. Ahora su sexenio quedara manchado de rojo y negro, intensos.

Por lo que se ve, AMLO no será recordado por sus reformas y ciertos “logros”, sino por su INCOMPETENCIA para enfrentar esas dos graves crisis que significaron un salto de México hacia atrás. Ahí están los muertos y sus familias, para dar constancia del hecho, y quedarán las hemerotecas virtuales para confirmarlo. Siempre lo perseguirán, a donde quiera que vaya y a toda hora, como fantasmas; de eso ya nada ni nadie podrá salvarlo.

Y apenas a dos años de gobierno, en los cuatro que le faltan, si otra cosa no pasa, serán cientos de miles los muertos y desaparecidos hacia el final de su sexenio, para tragedia nacional, la mayor de que se tenga memoria. Todo como resultado de un mal desempeño que, a la mala situación en que los neoliberales le dejaron el país, él empeoró con sus contradicciones, su confusión y desubicación reflejadas en su fallida “estrategia” anticrimen.

Se recordará por muchos mexicanos que mientras los panteones y crematorios resultaban insuficientes, y en los hospitales se lamentaban por falta de atenciones, al tiempo que el territorio nacional se fertilizaba con tumbas clandestinas, López Obrador recorría alegre los municipios del país todavía como candidato regalando espejismos al pueblo bueno; repartiendo abrazos y besos; negando y renegando de críticos y periodistas que todos los días con las noticias, comentarios y denuncias daban cuenta del escenario desastroso en que cayó México, mientras él presidente encendía cortinas de humo.

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