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Edición 244

DEFINICIONES

La pobreza nos damnifica

MANUEL MAGAÑA CONTRERAS

(Exclusivo para Voces del Periodista)

Recientemente, la Arquidiócesis de la Ciudad de México emitió un llamado a los habitantes de la Ciudad de México  -diez millones, en cifras redondas-, en el que se duele que “tras las inundaciones en Veracruz, los capitalinos  no respondieron con la misma fuerza como lo han hecho en otras ocasiones, lo cual llama la atención porque el Distrito Federal siempre se ha caracterizado por  ser una entidad solidaria con los Estados en desgracia”.

 

Puntualiza que dicho señalamiento es más preocupante  al recordar que la emergencia no ha terminado y se prolongará por lo menos tres meses más, que es el mínimo de tiempo que se requiere para reactivar la economía en Veracruz, que se encuentra afectado  casi en 70 por ciento de su territorio.

 

El requerimiento es justo y necesario. Sin embargo, procede enfatizar que no es por falta de voluntad  que ahora los habitantes el Distrito Federal no demos una respuesta adecuada a las dimensiones de la gran tragedia que sufren nuestros hermanos jarochos, por la pérdida de sus casas bajo las aguas del los diluvios de los huracanes, el daño a centenares de miles de hectáreas de cultivo, la extinción de muchas fuentes de trabajo, los riesgos en la salud en centenares de miles de residentes en las tierras jarochas de singular belleza natural.

 

 

magana

 

El pueblo está damnificado

 

La causa de que el apoyo sea escaso obedece a que en México, sobre todo a partir del año 2000,  la inmensa mayoría  del pueblo sufre condiciones  que lo hacen un damnificado en grado sumo, por el mísero salario que se les paga a los trabajadores y la gradual pérdida de su poder adquisitivo  a resultas de que la inflación  persiste en un ambiente de falta de productividad auténticamente nacional, tanto en la ciudad como en el campo y  los servicios.

 

Puede decirse, que, en este sentido, el pueblo de México está damnificado tanto socialmente como en su economía, con el agravante de una desigualdad  que hiere  la dignidad del ser humano. Aún así, dentro de las difíciles condiciones de la clase obrera, la clase campesina y la clase media, se ha participado, dentro de las escasas posibilidades al alcance de la población - dentro de la cual se reconoce la existencia de más de 55 millones de pobres, muchos en grado extremo -, se ha aportado ayuda a los damnificados veracruzanos. En este marco de acontecimientos de agudas limitaciones económicas, tenemos entendido que la ayuda de los capitalinos no está en cero y que continúa fluyendo, en la medida de lo posible.

 

El gobierno federal tiene recursos

Afortunadamente, el gobierno federal dispone  de los presupuestos suficientes para otorgar a los damnificados no sólo de Veracruz, sino también de Oaxaca, Nuevo León, Tamaulipas, Tabasco, Chiapas y de otras entidades afectadas por  los fenómenos naturales que han sido especialmente implacables,  como consecuencia, según entendemos, del cambio climático en el mundo afectado por  los gases que emiten las factorías de las grandes corporaciones internacionales  del supercapitalismo globalizador de la economía y causa de la miseria  donde se asienta.

 

Las buenas relaciones que tiene el presidente Calderón con organismos internacionales, constituye otro factor que puede ser  el origen de apoyos económicos  para aliviar la suerte de los centenares de miles de damnificados que han perdido sus hogares. También están, debido a sus enormes fortunas amasadas en breve tiempo, los miembros de la oligarquía  que disfrutan de extraordinarios ingresos, por ser los mejor pagados en el mundo.

 

El gobierno rico; el pueblo, pobre

 

Luis Donaldo Colosio es el autor de la frase: “no puede existir economía sana, si no hay economía familiar sana” y lo que ocurre en nuestro país, donde la mayoría de la población está damnificada por condiciones de pobreza, frente a la opulencia de la “clase dorada” de la oligarquía, es que tenemos un pueblo pobre, precisamente, al lado de una economía opulenta  que disfruta la clase gubernamental.

 

Estas, en momento de grandes problemas en varios estados de la República por la emergencia de las inundaciones que han dejado sin techo a centenares de miles de familias, están en aptitud de aportar su colaboración para aliviar necesidades apremiantes de quienes deben ser rescatados de sus desgracias por las torrenciales lluvias que han producido los huracanes, junto con las anomalías en la presa “Peñita”, de las que se acusa a la Comisión Federal de Electricidad, “por dejar de producir energía para comprarlas a empresas extranjeras españolas concesionadas  del año 200, a la fecha,  con resultados desfavorables para la población mexicana”.

 

Las empresas trasnacionales que operan en nuestro país, a las cuales la secretaría de Hacienda les dispensa una suma aproximada de 500 mil millones de pesos en impuestos, también están obligadas a aportar ayuda a los damnificados. En caso contrario, no se justificaría que continúen  tan favorecidos como las exenciones fiscales, mientras a los causante menores mexicanos se les aplica  se les aplica el cobro impositivo con prácticas que rayan en los que hay quienes han calificado de “confiscaciones fiscales”.

 

 

inundacionveracruz

 

Debe existir la economía familiar sana

Ante situaciones de emergencia como las inundaciones en varios Estados de la República,  la empobrecida población se ve inerme y depende, en gran parte, de la ayuda  del gobierno federal, dado que a nivel de gobiernos estatales, en esos tiempos de elecciones,  los subejercicios presupuestales son “el pande cada día”, indebidamente y por ello,  lo imprevisto de los daños como consecuencia de los huracanes, reclama la ayuda  derivada institucionalmente -, hoy más que nunca -, de los recursos  del Fondo Nacional para Desastres, dependientes de la Secretaría de Gobernación.

 

Si la gran mayoría del pueblo de México sufre los efectos de la damnificación derivada de un sistema económico y antisocial del neoliberalismo tecnócrata, es tiempo de cambiar de rumbo económico.

 

Ayudar en verdad al pueblo damnificado de México por el sistema de empobrecimiento que nos ha sido impuesto en base al TLC, implica rectificar el camino.

¡Cuánta razón tuvo el licenciado Luis Donaldo Colosio al decir poco antes de su asesinato 1994, que no puede haber economía nacional sana, si no hay economía familiar sana!

 

El desastre económico y social que damnifica al pueblo mexicano en su conjunto, es en cierto punto, más devastador que el de los huracanes en algunos Estados de la República. Nuestra economía nacional  ha dejado de depender de la productividad, para internarse en las arenas movedizas de las tranzas financieras de la globalización económica  que nos ha damnificado a los mexicanos.

 

Para evitar más daños en México a su población, es necesario sanear la economía familiar con productividad, salarios suficientes y creación de empleos para que un vez  saneada la economía nacional con la producción de bienes y servicios, deje de depender de los préstamos extranjeros que sirven de instrumento para violar nuestra soberanía nacional.


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