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Empresa y liderazgo

¿una lógica correcta?

 

A propósito de temas relacionados con el liderazgo educativo, que aquí hemos abordado, el doctor Benedicto Jiménez ha hecho algunas precisiones y solicitado una ampliación de lo expuesto, lo que enseguida se hace.

En efecto, tal y como reitera Mario Manacorda, “la reflexión pedagógica es siempre social” y también es “una reflexión política, que tiene en cuenta las resistencias conservadoras y los movimientos innovadores que se enfrentan alrededor del hecho educativo, y en definitiva la relación dominantes-dominados”.

 

En consecuencia, la didáctica supera lo que tiene de especificidad “y se configura como un reflejo de las relaciones sociales más generales”.

 

En esta visión de lo educativo que, a mi juicio, recoge su naturaleza y complejidad histórico-social, es claro que los temas del liderazgo y la representación siempre han estado presentes de manera obligada.

Dirigir ¿sólo para dominar?

Lo que sucede es que, en este caso, el liderazgo deseable se orienta a romper con la dominación y recuperar el papel activo y definitorio de los grupos, en tanto que colectivos regidos por un interés común.

 

Las tendencias de hoy, que se ubican en una perspectiva empresarial, privilegiando la “iniciativa”, la “creatividad” y el “empuje” de los líderes que logran encabezar para dirigir, parecen ir en un sentido distinto, y opuesto, al cuestionamiento de las relaciones de dominación.

 

Sobre la premisa de que “toda organización  necesita líderes fuertes”, cualquiera que sea el nivel y alcances del espacio de referencia (una nación, una empresa, una institución educativa) desde una visión, muy socorrida en la actualidad, se establece que “los líderes individuales tienen que definir y describir una misión para su organización, motivar a otras personas para que compartan esa misión, y estimular la acción para realizarla”, como explica Louis Gerstner.

 

Es decir, en las decisiones sobre objetivos y acciones conducentes, los líderes individuales aparecen con una mayor carga de responsabilidad, lo que tiene implicaciones éticas.

 

La noción del liderazgo que aplican las organizaciones “sistemáticamente exitosas”, exige que el líder tenga como atributos: “capacidad de análisis, aptitudes para la comunicación, experiencia, decisión, habilidad para trabajar a través de otros y mucha energía”, agrega Gerstner.

Determinismo y liderazgo

La preparación para el liderazgo llega a ser más importante que la capacitación en temas básicos del campo o la adquisición de saberes especializados y, en esa lógica, no es menester que el líder posea las credenciales respectivas, lo que con frecuencia conduce a distorsiones.

 

Sobre el cómo es que los líderes individuales definen y describen la misión a organizar, en función de qué objetivos, y si éstos son del común y no de parte, no parece que haya mayor problema cuando se trata de ejércitos o de armadas.

 

Pero también sucede, aunque con los matices entendibles, que en las organizaciones e instituciones, tal y cómo en realidad operan, las misiones ya están previamente determinadas, de modo que los liderazgos, que se mueven naturalmente dentro de las limitaciones de ese contexto prefijado, tienden a reforzar las determinaciones previas.

 

Y cuando en una organización se percibe un relajamiento en el ejercicio de las funciones determinadas, y el consecuente desfase en el logro de las metas establecidas, ello se relaciona con problemas de liderazgo, entendido sobre la base del interés común.

 

Este puede ser replanteado, incluso revisando sus términos relacionales (entre dirigentes y dirigidos) pero lo que importa, en todo caso, es que el liderazgo contribuya a retomar el rumbo prefijado, al logro de las metas y a la más eficaz intervención de los agentes participantes en el proceso.

Correspondencia acrítica

Cuando el rumbo atiende, en primer lugar, a la correspondencia acrítica del quehacer educativo con las exigencias y condiciones de operación del sector empresarial, con base en supuestos que privilegian el “libre mercado”, un riesgo de entrada, y un alto riesgo, es que a la hora de definir el liderazgo educativo, de manera más relevante en su designación, se privilegien los parámetros del marketing que hoy por hoy están en casi todas partes, por no decir todas.

 

Sin duda, el hecho es que en casi todos los campos de la actividad social están surgiendo movimientos tendientes a responder a los reclamos emergentes, sin considerar, las más de las veces, que en estricto se está tratando de adecuar las dinámicas propias de quehaceres específicos, tales como los inherentes a la educación, a las condiciones exógenas que son planteadas desde un entorno determinado por las directrices de la globalización.

 

De esa manera, el liderazgo en educación puede quedar en una mera circunscripción de tan importante rol a las particulares dinámicas de la rentabilidad empresarial, incorporadas, acríticamente, a los quehaceres sustantivos de la educación, en todos sus niveles y variantes.

Las propuestas empresariales

Las agrupaciones empresariales-patronales en México han formulado una gran cantidad de propuestas en materia educativa que abarcan distintos aspectos referidos, por ejemplo, a los valores, principios, objetivos y metas que, en su opinión, debe atender la educación.

 

Se pueden ubicar, como “líneas propositivas privilegiadas”: la de las destrezas con propuestas de orden práctico-económico que se centran en cuestiones relativas al ámbito de la producción; la línea de la cultura laboral que postula el desarrollo de una nueva cultura del trabajo y un conjunto de hábitos laborales (calidad, competitividad, productividad… etcétera).

 

La línea del emprendimiento, que exalta el mundo de la libre empresa y la economía de mercado; la moralista, con objetivos de formación moral e incluso religiosa y la línea cívico-social, de naturaleza cívica, social y hasta política, que postulan por un lado el respeto al orden público, la paz social y la vigencia de la ley y, por otro lado, los ideales de solidaridad social y convivencia armónica. Estas líneas, en conjunto, son destacadas por Ricardo Tirado.

¿Quo vadis, SEP?

En ese entramado de exigencias de correspondencias que rozan, o se inscriben, de plano, en adecuaciones mecánicas, la Secretaría de Educación Pública no parece contar con propuestas nacionalistas, endógenas, con base en el interés general de la nación.

 

Los especialistas del ramo, años ha, han venido insistiendo en la necesaria apertura de un debate nacional sobre el rumbo y sentido de la educación, en general, y de los alcances de su función designada en un contexto de limitaciones y presiones exógenas.

 

El silencio, pero sobre todo las determinaciones unilaterales, han sido la respuesta hasta ahora. En ese, como en prácticamente todos los rubros de la vida nacional, la actoría social es desplazada.

 

Las referencias bibliográficas son: Gerstner, Louis V., et al, 1996, Reinventando la Educación, Paidós, Barcelona; Manacorda, Mario Alighiero, 1998, Historia de la Educación, tomo 1, Siglo XXI, México; Tirado, Ricardo, 1997, “La cúpula empresarial en el debate educativo”, en Loyo, Aurora (coord.) Los actores sociales y la educación. Los sentidos del cambio (1988-1994), UNAM-Plaza y Valdés, México.

Tamborazos

-Sin solución de continuidad, los gobiernos “del cambio” que surgieron de alianzas (formales) disímbolas, y fácticas perfectamente entendibles, transitan raudas a la decepción colectiva y al fracaso. Véase si no Sinaloa

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Administrador Adicional -

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