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Edición 298

Una monarquía federal

REGINO DÍAZ REDONDO


MADRID.- ¿UNA REPÚBLICA SURGIDA del separatismo sea cual fuese…? No. ¿O se quiere una monarquía federal, rara avis que pocos saben cómo funcionaría? ¿Pero que todo ello arranque además de la hipocresía y del eterno mesianismo de Pujol? Tampoco. Al presidente de la Generalitat catalana no le importa la puerilidad en su intento de confundir a quiénes desean una libertad que ya tienen pero que no han sabido aprovechar.

Regino1

¿Engañar, a quién? En estos tiempos el insuflado Robespierre mediterráneo se sujeta de cualquier gancho con posibilidades para seguir adelante la ruptura con España.

¿Qué acaba de hacer…? Tapar con un paño negro el retrato del rey. “Decisión de protocolo”, dice el ambivalente individuo. De inmediato, se adorna, pone su índice sobre la sien  y, a mandíbula batiente, se envuelve en la obcecación y en la ligereza para aprovecharse injustamente de una decrepitud temporal.

La independencia de un país -los latinoamericanos, por ejemplo- se construyó sobre bases sólidas y sensatas, irrefutables. Los nativos eran de segunda y no alcanzaban a participar en la vida social de la nación donde nacieron.

Las masas que se mueven con habilidad, siempre y cuando sepan utilizarse, acudieron a separarse de España convencidas de que tenían un futuro mejor. Aquí, Mas sacrifica la seguridad de su región, la hunde en un abismo fiscal y se recuesta en la cándida cara de Carod Rovira.

Que mal actor es Artur y qué falso es su discurso, ensayado frente a su espejito… ¿quién es el más guapo, dime quién… quién será un héroe y un patriota venerado? Yo, se contesta.

Se abruma solo y contagia un injustificado odio hacia los españoles.

Aprovecha las circunstancias pero se le revertirán sus mañas hasta ponerlo bajo el viejo paraguas de la negación y la incongruencia.

Don Jordi, el titubeante e inseguro Pujol, se escurre siempre. Aquí, es separatista, allá, ve difícil la independencia; en otra parte, grita con prosopopeya, que es preciso “que tengamos libertad para nuestro pueblo”.

Copia mal y su cara está cuadriculada por las caretas que utiliza según el caso, el día, el tiempo y los motivos.

Ahora, le toca pregonar y participar en la procesión. O sea, en los entierros quiere ser el muerto para figurar. ¡Qué patético!.

Uno de sus hijos, Oriol, busca espacios en Madrid para negociar pero no los encuentra. Si acaso, el gobierno torpe calla y le permite sobrevivir en tan inadecuada e inconveniente hazaña.

¿Es de bien nacidos contribuir a la desintegración económica y financiera del país al que le llueven enfermedades por todos lados?

No buscan estos señores crear un Estado si no romper al que pertenecen.

Durante la ingenua opulencia en que estuvimos sumergidos en los últimos 35 años, nadie osó enfrentarse al “milagro español”.

Por doquier, nuestra bonanza -que resultó no serlo por avariciosos e incompetencia- alentó las esperanzas del enriquecimiento ilícito en las esferas de gobierno y en los troceadores de un país cuya historia contribuyeron a forjar pero de la que se están apartando.

Hubo momentos en que se puso de ejemplo el buen hacer de España en los círculos monetarios e industriales y se ensalzó el manejo de sus bancos, “ejemplo de disciplina e inteligencia” y nos llenamos de baratijas del primer mundo.

Supusimos haber creado consorcios internacionales intocables por su probidad.

La gente, nosotros, vivimos en jauja durante todo ese lapso. Las familias recibieron préstamos con sólo enseñar su documento de identidad y le regalaron vacaciones y coches para que disfrutaran de una riqueza con bases falsas.

La gente disfrutó de una temporada ilusoria en que vivir con lujo era una exigencia de las clases medias expuestas a morder el anzuelo de los que venían atrás con el mazo dando.

Artur Mas
Artur Mas

Nada dijeron los separatistas tampoco sobre el inicio de la burbuja inmobiliaria que nos empezó a invadir desde los tiempos de José María Aznar. Aceptaron, sin rechistar, la legalización de grandes urbanizaciones de tierra y de negocios fantasmales que hinchaban sus arcas y su ego.

Brincaron las hipotecas basura; se inició la fuga de capitales y el abandono de las multinacionales del territorio para irse a otra geografía más barata.

El pesimismo entró con la misma fuerza que lo hizo el bienestar.

Los ánimos comenzaron a exaltarse poco antes del 2008 y estallaron ese año. Aterrizó el sombrío panorama y nos encontramos con varios caballos de Troya y castillos de arena como los monstruos incómodos y onerosos construidos por nuestro arquitecto Santiago Calatrava.

Allende el Atlántico Lehman Brothers, organización a la que representó en España Luis de Guindos, ministro de Economía, fue ejemplo para la creación de bancos defraudadores que rompieron el tejido social.

Tampoco sobre este asunto hablaron los ahora convencidos independentistas de médula acomodaticia.

En el momento en que España cayó en el despropósito y la utopía, se puso a la cola de la Unión Europea y entonces surgió la rebelión mediterránea.

Era motivo suficiente para que reapareciese el fantasma de la secesión.

Se preveía y aquí está. Permanecerá y se agravará pero no dará frutos porque la mala savia sólo produce la muerte de los arbustos creados artificialmente por manos codiciosas.

Después de la euforia de este año en que ya el partido socialista catalán se deslindó de los acuerdos de autonomía, los que apuestan compartir en pedazos al país se encontrarán con una nación ajada por la culpa de todos.

Su intento, nunca cabal, no sirve ni servirá para nada.

¿Pacto por la libertad con o sin el consentimiento del Gobierno Central, infringiendo las normas constitucionales?

Tal parece, que para allá van. El mesianismo crece; son fanáticos de su propia incapacidad y confunden la unidad ibérica con los desvaríos de unos cuantos renegados.

¿Qué se ha conseguido, entonces?

Que los muchachos entre 18 y 35 años salgan del país porque ya no soportan las penurias. Se han ido cerca de un millón de españoles como un reproche a las actividades que se realizan en la política y economía nacionales.

Los separatistas tienen uno de los mayores déficit fiscales de España. La Generalitat necesita dinero a cómo dé lugar y cree que con su actitud de desprecio puede presionar al Estado para que transija y le otorgue lo que no tiene derecho legalmente.

¿Cuál es el resultado de esta situación, por el momento? Que el llamado al trabajo en España ha quedado en agua de borrajas. Si hasta hace poco recibimos trabajadores y profesionales para incorporarse a nuestro progreso, ahora éstos mismos se van asustados lo antes posible.

¿Hasta cuándo seguirá la insensatez y el miedo que nos apabulla? Porque el gobierno padece de esclerosis múltiple y bastante tiene con salir de sus propios apuros partidarios.



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