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Edición 313

EL ACUERDO TPP

 

Golpe corporativo global

RAFAEL SILVA MARTÍNEZ*

 

Poca información nos ha llegado hasta ahora sobre el Acuerdo Transpacífico, pues las negociaciones se están llevando con bastante secreto. Pero inspeccionando algunos medios que han filtrado alguna información, en este artículo vamos a presentar las intenciones y peligros del llamado Acuerdo de Asociación Transpacífico (TTP, por sus siglas en inglés) entre los dos actores principales, como son los Estados Unidos y la Unión Europea. 



Protestas laborales.


Hemos de comenzar constatando que Washington ha perdido influencia económica en Asia (ante el avance de China, país emergente del grupo de los BRICS), y ello quizá sea un motivo fundamental para la creación de esta contraofensiva a múltiples bandas en el tablero internacional. 

Se cuentan ya por cientos las reuniones bilaterales que se han celebrado, y la inmensa mayoría de ellas ha tenido como interlocutores a grandes empresas y sus grupos de presión. 

Este Acuerdo de Libre Comercio entró en vigor en enero de 2006 para Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur. Otros ocho países se sumaron luego y están negociando su incorporación: Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Perú y Vietnam.

La Alianza Trans-Pacífico (TPP), liderada por EE.UU., ha expandido sus socios entre los países andinos: Chile, Perú y Colombia. Esto funciona como un trampolín para debilitar los bloques de intercambio comercial en la región como Mercosur y ALBA, que excluyen a Washington.
 

Mientras tanto, la CIA, el Departamento de Estado y las ONGs aliadas impulsan todo tipo de sabotajes económicos y campañas de desestabilización política para debilitar al gobierno socialista de Venezuela. Los banqueros y capitalistas pro EE.UU. siguen trabajando para sabotear su economía, generar inflación (50 por ciento), desabastecimiento de artículos básicos de consumo y apagones eléctricos. 

El control que ejercen sobre los medios de prensa de Venezuela les ha permitido explotar el descontento popular echándole la culpa de la inestabilidad económica a la "ineficiencia del gobierno". El TPP emerge entonces como un nuevo Acuerdo Comercial Occidental, en una clara estrategia ofensiva de EE.UU. y la Unión Europea hacia sus principales competidores.

Pero lo más increíble es que casi nadie ha oído hablar del TPP. Las charlas son tan secretas que sólo los negociadores directos y el grupo de lobbystas conocen los detalles de las negociaciones ni las implicaciones en juego.
 

Ni siquiera nuestros parlamentos nacionales, ni el Parlamento Europeo, conocen los detalles de su contenido completo. Y los pocos documentos filtrados, han conseguido que algunos países implicados en la negociación hayan puesto el grito en el cielo, ante tamaño atropello y secuestro corporativo. 

Pero nos enfrentamos a Estados Unidos, que está decidido a finiquitar el asunto antes de que se conozcan todas las consecuencias del malévolo y demencial Tratado. Porque lo cierto es que el TPP, si llega a aprobarse definitivamente en toda su extensión, nos afectará a todos. Viola nuestros derechos en todos los frentes, y representa un golpe a la ya débil democracia que sufrimos, tan sólo para proteger las cuentas de resultados de las grandes empresas. 

Regulaciones ambientales, normas alimentarias o sobre protección de datos, parecen ser los grandes caballos de batalla que se han de librar. Lo poco que se ha publicado oficialmente sobre el tema es muy engañoso; lógicamente para no descubrir las inmensas influencias que dicho Acuerdo va a representar sobre los referidos ámbitos. 

Como decimos, grandes reuniones al más alto nivel con el mundo empresarial han constituido la mayoría de los eventos celebrados hasta el momento, donde han estado representados los lobbys de la industria automovilística, armamentística, la banca, las empresas de alta tecnología médica, la industria alimentaria, la farmacéutica, y la química.

No hay ni un sólo participante no empresarial, que represente a la sociedad civil, a los consumidores, a las ONG's o a los sindicatos, en estos grupos consultivos. De entrada, por tanto, nula representación de los intereses de la ciudadanía, únicamente de las grandes empresas. 



Y como es bien sabido, la falta de información, la opacidad, el sesgo y el secretismo no son buenos consejeros en procesos de este tipo, máxime en aquéllos que implican tan diferentes intereses. La explicación de todo ello es bien clara: si la población europea conociera los impactos y consecuencias potenciales de este Acuerdo, seguramente protagonizaría una generalizada oposición al mismo. 

Por supuesto, los estudios independientes de impacto que guían las negociaciones, son en realidad estudios escritos por la propia Comisión Europea, así como por los gigantes empresariales, precisamente aquéllos que tienen tremendos intereses en juego en el Acuerdo Comercial Transpacífico. 

Ante la poca fuerza institucional que posee el Parlamento Europeo, la transparencia en este asunto brilla por su ausencia. Por otra parte, y según algunos expertos independientes consultados, el TPP proporcionará a la Unión Europea unos beneficios económicos mínimos, en el mejor de los casos. 

Pero ya sabemos la complicidad que practica la UE con las grandes empresas. Sólo hay que fijarse en la multa impuesta a seis de los grandes bancos internacionales, por prácticas ilegales y abusivas en los acuerdos de manipulación sobre el euríbor: mil 700 millones de euros, cifra que no supone ni el 1 por ciento de sus declarados beneficios. 

En realidad, y como se ve, la Comisión Europea está negociando para sí misma, en favor de sus propias compañías transnacionales, pero claramente en contra de los intereses de toda la población europea. Nada nuevo bajo el sol, ya que sabemos perfectamente que la política europea está dirigida desde los despachos de tecnócratas no elegidos por la población europea, que únicamente creen en las bondades del neoliberalismo económico. 

El panorama está bien claro: El nuevo Acuerdo Comercial Transpacífico, cuando llegue a funcionar, dará más poder a las grandes corporaciones, y hundirá más nuestra ya débil democracia. 

El capítulo de Propiedad Intelectual establece provisiones para instituir un régimen legal y de vigilancia y control transnacional de gran trascendencia, que modifica o remplaza leyes existentes en los Estados miembros del TPP. 

Las subsecciones del capítulo incluyen acuerdos relacionados con patentes (que pueden producir bienes o medicamentos), derechos de autor (que pueden transmitir información), marcas registradas (que pueden describir información o bienes como auténticos) y diseño industrial. 

De los 29 capítulos actualmente en negociación, los de propiedad intelectual, inversiones y compras gubernamentales contienen propuestas, impulsadas sobre todo por Estados Unidos, para limitar el desarrollo de medicamentos genéricos, que se venden con el nombre de su principio activo y pueden elaborarse una vez que ha vencido la patente del fármaco original de marca. Los más afectados serían los pacientes, las organizaciones proveedoras, los ministerios de salud y economía, los países en desarrollo y las empresas que producen genéricos. 

Las 29 mesas de trabajo actuales tratan asuntos como agricultura, propiedad intelectual, medioambiente, servicios, telecomunicaciones e inversiones, entre otros. Otras medidas sobre la mesa son la imposición de patentes a procedimientos diagnósticos, terapéuticos y clínicos, y la creación de un Tribunal Supranacional para solucionar las posibles disputas entre los Estados miembros del TPP y las corporaciones. 



Repudio generalizado.


En cuanto a la soberanía alimentaria, se abren igualmente más sombras que luces. El negociador agrícola jefe de EE.UU. es el ex lobbysta de Monsanto (la criminal multinacional de la alimentación), Islam Siddique. Si fuera ratificado el TPP impondría regulaciones escarmentadoras que concederían a las corporaciones multinacionales derechos sin precedentes para exigir compensaciones con fondos públicos por políticas que las corporaciones consideran como una barrera a sus beneficios.

 Por la información que tenemos, todo apunta a que están creando cuidadosamente el TPP para asegurarse de que los ciudadanos de los países involucrados no tengan ningún control sobre la seguridad alimentaria, sobre lo que coman, sobre lo que es cultivado, sobre las condiciones bajo las cuales los alimentos son cultivados y el uso de herbicidas y pesticidas. 

La seguridad alimentaria es sólo uno de los muchos derechos y protecciones que pueden sucumbir ante esta súper-arma de control corporativo internacional. 

Las opiniones de algunos técnicos, científicos y críticos no se han hecho esperar. En una entrevista publicada en abril de 2013 a The Real News Network, Kevin Zeese calificó al TPP como un Golpe Corporativo Global, entre otros calificativos. Advirtió cosas como que "no importa cuál tema tratemos -sean salarios, puestos de trabajo, la protección del medioambiente-, este Acuerdo lo va a afectar negativamente (…). Si un país da un paso para tratar de regular la industria financiera o establecer un banco público para representar el interés público, puede ser demandado...". 

Y en palabras de Julian Assange, editor jefe de Wikileaks: "Si es instituido el régimen de Propiedad Intelectual del TPP pisotearía los derechos individuales y la libre expresión, y no respetaría las áreas públicas intelectuales y creativas. Si lees, escribes, publicas, piensas, escuchas, bailas, cantas o inventas; si cultivas o consumes alimentos; si estás enfermo ahora o puedes estarlo algún día, el TPP te tiene en el punto de mira". 

En el sitio de Avaaz.org existe una petición que llega con este texto: "Toda esta maquinación es una locura, pero aún podemos evitar el pacto -tres países están dudando y, si se retiran ahora, el acuerdo entero podría venirse abajo. Si los líderes de Chile, Nueva Zelanda y Australia reciben un aluvión de apoyo público que les pida que den la cara por los ciudadanos, podemos hacer que esta invasión corporativa salte por los aires antes de que Monsanto descorche el champán de la victoria".   



Más adelante continúa: "Los borradores filtrados sobre el TPP parecen la lista de la compra de las súper empresas mundiales. De aprobarse, la imposición de la voluntad de las corporaciones sobre los gobiernos se establecería como norma a nivel mundial gracias a un sistema de tribunales opacos. Cortes judiciales de esta naturaleza podrán limitar el acceso a medicinas genéricas más baratas en favor de los medicamentos de marca, e incluso permitir que las compañías tabacaleras demanden a los gobiernos por normas de salud pública que amenacen sus beneficios. Casi es demasiado absurdo para ser verdad". 

En definitiva, podemos decir que el TPP es el mayor Tratado Económico y Comercial de todos los tiempos, al incluir naciones que representan más del 40 por ciento del PIB mundial. 

Las negociaciones del TPP se encuentran actualmente en una etapa crítica. El gobierno de Obama se prepara a pasar el Tratado TPP por la "vía rápida"; esto es, de una manera que impedirá que el Congreso de EE.UU. discuta o modifique alguna parte del mismo. 

Los actuales Estados miembros del TPP son EE.UU., Japón, México, Canadá, Australia, Malasia, Chile, Singapur, Perú, Vietnam, Nueva Zelanda y Brunei. En realidad, el TPP es el precursor del igualmente secreto pacto EE.UU.-UE, Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP), para el cual el presidente Obama inició negociaciones entre EE.UU. y la UE desde enero de 2013. 

Juntos, el TPP y el TTIP cubrirán más de un 60 por ciento del PIB global. Ambos pactos excluyen a China. Se acercan las elecciones europeas de 2014, y tenemos que instar a nuestros representantes públicos en el Parlamento Europeo a que voten NO al TPP, ya que nuestra salud, nuestras finanzas, nuestra soberanía alimentaria y nuestro medioambiente están en juego con este macabro y demoledor tratado. 


*Rebelión



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