Edición 223 |
Hablar y escuchar
(Pequeño ejercicio de dialéctica)
FRANCISCO UMPIÉRREZ SÃNCHEZ*
POR ESO RESULTAN tan reconfortantes y liberadores los momentos que destinamos al pensamiento, porque podemos dar rienda suelta a todo lo que nos venga a la cabeza sin el temor de encontrarnos enfrente otra persona que no nos preste la atención debida o que nos diga: no lo entiendo, explÃquese mejor - y que tanto nos enerva-. Si escucháramos a los otros con la atención y el interés con que nos escuchamos a nosotros mismos, qué distinto serÃa nuestro mundo social, qué entendimiento y comprensión habrÃa entre nosotros. Pero para nuestra desgracia, y en palabras de Marx, como miembros de la sociedad burguesa no somos más que monadas replegadas sobre sà mismas, y en cuanto tales rebajamos y despreciamos nuestro lado social.
En la conversación, los papeles de hablar y de escuchar se reparten entre dos personas distintas: primero, uno habla y el otro escucha, y después, el otro habla y uno escucha. Mientras que en el pensar, hablar y escuchar son papeles desempeñados por la misma persona y en forma simultánea. Lo que en la conversación se presenta como la contradicción externa entre el hablar y el escuchar, en el pensar se manifiesta como una contradicción inmanente a la conciencia individual. Lo cierto es que, de una manera u otra, tanto en el pensar como en el conversar, tanto en lo individual como en lo social, el hablar y el escuchar se presentan como los dos polos opuestos de esos dos movimientos lingüÃsticos.
Hasta aquà hemos hablado del pensar y del conversar, hablemos ahora del escribir y del leer. Cuando el periodista se dispone a elaborar su artÃculo diario, primero piensa lo que va escribir, primero se dice a sà mismo lo que luego pasará a lenguaje escrito. Por lo tanto, escribir es transformar nuestro lenguaje interior, lo que nos decimos a nosotros mismos, en lenguaje exterior, en lenguaje impreso sobre folios blancos. Por otro lado, cuando el lector se pone a leer el artÃculo del periodista, se habla a sà mismo con el lenguaje escrito por aquél. Por lo tanto, leer es hablarse uno a sà mismo con el lenguaje del otro.
Pero hay muchas formas de leer, y la cultura periodÃstica ha impuesto unos hábitos muy nocivos: a la gente le gusta leer rápido y por encima. Cuando la gente lee, cuando se habla a sà misma con el lenguaje del otro, no presta la atención debida, no escucha del modo en que se escucha a sà misma. Pretende entender al otro, entender todo lo que le está significando el otro, con la velocidad con que se escucha a sà misma, resultando que de todo lo que le habló el otro sólo se queda con cuatro cosas. Lo cierto es que, de una manera u otra y como ocurrÃa en el caso anterior, tanto en el escribir como en el leer, tanto en el acto individual del escritor como en el acto individual del lector, el hablar y el escuchar se presentan como los dos polos opuestos de esos dos movimientos lingüÃsticos.
Resumamos. En el pensar, uno mismo es el que habla y el que escucha. En el conversar, uno habla para que escuche el otro y escucha lo que le habla el otro. En el escribir, uno se habla a sà mismo lo que después escribirá para otro, y escucha de sà mismo lo que luego leerá el otro. Y en el leer, uno se habla a sà mismo con el lenguaje escrito por otro, y escucha de sà mismo lo que pensó el otro. Por lo tanto, el hablar y el escuchar se presentan como los dos polos opuestos de los siguientes movimientos lingüÃsticos: del pensar, del conversar, del escribir y del leer.
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