El 21 de abril se cumplen 95 años de la invasión armada de los Estados Unidos a Veracruz. No fue un hecho históricamente aislado. Fue la secuencia más de un siglo de acoso yanquí sobre México. El autor es un ensayista que rescata la historia de fechorías del Coloso del Norte contra América Latina, de la cual ofrecemos estos fragmentos. El proceso de emancipación de las colonias españolas iniciado a comienzos del siglo XIX* culminó durante la segunda década de esa centuria, poniendo término al control ejercido por España en el Nuevo Mundo. En 1898, sus últimos bastiones en el continente -Cuba y Puerto Rico- serán arrancados de sus manos por Estados Unidos cayendo luego bajo su tutela. Una vez que se puso fin a los lazos de los países latinoamericanos con España, terminando el monopolio comercial que ésta última tenía, fueron mayoritariamente compañías inglesas y luego norteamericanas las que establecieron un neto predominio en América Latina.
La preponderancia inglesa que reemplazó al rígido monopolio español, se manifestó a lo largo del siglo XIX por el auge del comercio británico en las antiguas colonias españolas. Desde entonces fueron barcos ingleses los que atracaron en los principales puertos americanos tales como Veracruz, Buenos Aires, Valparaíso y El Callao.
Se trataba de una supremacía comercial que no buscaba el predominio político directo, aún cuando Inglaterra ya había tratado de obtener su propio espacio en el Nuevo Mundo, utilizando para ello la agresión armada: a la toma de Buenos Aires en 1806 le siguieron otros tantos desembarcos en territorios caribeños, incluso, la fundación de un fantasmal "Reino de Mosquitía" en la costa atlántica de Nicaragua y Honduras y la ocupación en 1833 de las Islas Malvinas, pobladas desde 1929 por colonos argentinos.
Inglaterra pudo imponerse en América Latina durante la primera mitad del siglo XIX a pesar de las pretensiones de Francia y de EEUU, que deseaban obtener tambièn su cuota de influencia en la región.
Francia no pudo hacer frente con éxito a Gran Bretaña y debió inclinarse ante el poderío de la Royal Navy, al mismo tiempo que trataba de ganar o conservar territorios en algunos puntos del continente, particularmente en la Antillas, Guyana o México. Este último país, siempre había llamado la atención de los franceses y el primer conflicto franco-mexicano tuvo lugar durante la Monarquía de Julio con ocasión de la rocambolesca "guerre des gâteaux" en 1838. Más seria fue la intervención de Francia y de las potencias europeas en 1861, intervención que terminó con la derrota y fusilamiento de Maximiliano de Austria en Querétaro, en 1867.
E.E.U.U. por su parte, trató en vano de disputar desde mediados del siglo XIX la hegemonía a los ingleses, contentándose -faltos en ese tiempo de disponer de los medios para aplicar una política más ambiciosa- con la absorción de territorios adyacentes a la costa Este. La hora de los "Anschluss" y de las intervenciones militares no había aún llegado. Esta comenzaría en 1835, cuando la ola expansiva yankee se tragó la mitad de los territorios anteriormente pertenecientes a México. La secesión de Texas tuvo lugar ese año y pasaría a formar parte de la Unión desde 1848. Ese mismo año, California y Nuevo México fueron anexados por EEUU. En 1846, la Gran Bretaña les había cedido el Oregón en el noroeste y le comprarían Alaska a Rusia en 1867.
Hacia el fin del siglo XIX esta política de expansión les permitió la formación de un vasto territorio y después de la guerra de Secesión -que desvió la atención y los esfuerzos de los norteamericanos sobre sus problemas internos- los EEUU tratarán de establecer su predominio político y económico en América Latina, reemplazando la hegemonía inglesa y lanzándose en un proceso de desarrollo e industrialización que los ubicará en el siglo XX a la cabeza de los países capitalistas. Las intervenciones de EEUU en América Latina, le proporcionaron numerosos y riquísimos territorios y acrecentaron el poderío del país que llegaría a ser la primera potencia del planeta y la punta de lanza del capitalismo mundial.
La política intervencionista norteamericana se manifestó desde muy temprano en América Latina. Aunque tenía un adversario de envergadura en este campo -Gran Bretaña-, los EEUU siempre miraron con codicia los territorios que durante tres siglos habían estado sometidos a España y que a comienzos del siglo XIX -luego de su independencia- conocieron largos períodos de anarquía, como resultado de las luchas intestinas que se desarrollaron en casi todas las jóvenes repúblicas.
El proceso de expansión territorial de los EEUU comenzó desde fines del siglo XVIII. Siendo la frontera "elástica" hacia el Oeste, adquirieron diversos territorios entre 1792 y 182. Este proceso se prosiguió más hacia el oeste y hacia el sur, donde la voracidad de la Unión se tragó grandes regiones del "middlewest", obtenidas por vía de la cesión o la compra de éstas a las potencias europeas. Compra o cesión que por cierto se hicieron a espaldas de la población autóctona -"los pieles rojas"- que fueron expulsados de sus tierras o exterminados. De esta manera los EEUU acrecentaron de manera significativa su territorio inicial.
A pesar de la posición de no intervencionismo oficial anunciada por George Washington en su "Mensaje de adiós" de 1796, los EEUU soñaron desde el primer momento con apoderarse de los territorios contiguos a aquellos de la Unión. Así ocurrió con La Florida.
En 1811, aprovechándose de la presencia de las tropas de Napoleón en España, el Congreso norteamericano votó una resolución en la cual declaraba tener la intención de ocupar La Florida. El texto es bastante explícito acerca de la naciente vocación intervencionista norteamericana: "Estados Unidos, en las circunstancias especiales de la crisis actual no pueden ver sin graves inquietudes que una parte cualquiera de estos territorios pase a manos de cualquiera potencia extranjera... Su propia seguridad le obliga a proveer en ciertas contingencias a la ocupación temporal de dichos territorios...que continuarán en sus manos, sujetos a futuras negociaciones".
En 1818 el general Andrés Jackson ocupó definitivamente La Florida y al año siguiente España aceptaba vender a la voraz Unión , un territorio casi tan grande como Inglaterra, por la bagatela de cinco millones de dólares...
Pero la codicia de los EEUU no se limitaba solamente a La Florida. El embajador español de la época, Luis de Onís, alertaba a su gobierno sobre las ambiciones del gobierno norteamericano: "Este gobierno se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del Río Norte o Bravo...tirando una línea recta hasta el Pacífico, tomando por consiguiente las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de las provincias de Nueva Viscaya y Sonora. Parecerá este proyecto un delirio a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, que se ha levantado expresamente un plano de dichas provincias... incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba como parte natural de la República”.
España de Fernando VII -este último reinstalado en su trono luego del lamentable episodio napoleónico- apoyada por Francia, Rusia, Prusia y Austria, había pensado y tratado de reconquistar sus antiguas posesiones americanas. Pero los intereses de las potencias europeas divergían. Inglaterra, que había sido la primera beneficiada con la pérdida de las colonias americanas de España, no estaba dispuesta a que ésta retomase bajo su control sus antiguas posesiones.
Es así como hacia la segunda década del siglo XIX, cuando la monarquía española quiso recomenzar la guerra para reconquistar sus ex posesiones de ultramar, se encontró con la oposición decidida de Su Graciosa majestad, que trató entonces de arribar a un acuerdo con los EEUU.
El ministro británico George Canning, invitó a los norteamericanos a hacer causa común y a oponerse a las pretensiones españolas.
Y el ex presidente Jefferson le respondía en estos términos al presidente Monroe, quien le había consultado acerca de la actitud a adoptar frente a las potencias europeas: "Debe ser nuestra máxima fundamental el evitar de enredarnos en las disensiones europeas... (y) no consentir jamás que Europa se mezcle en los asuntos cisatlánticos... La Gran Bretaña entre todas, es la nación que puede hacernos más daño; teniéndola pues de nuestra parte, no debemos temer al orbe entero...".
Más adelante, el ex presidente yanqui precisaba su pensamiento:
"Debemos dirigirnos la siguiente pregunta: ¿deseamos adquirir para nuestra confederación alguna de las provincias hispano-americanas?... Confieso francamente que he sido siempre de opinión que Cuba sería la adición más interesante que podría hacerse a nuestro sistema de Estados...El dominio que esta isla, con el promontorio de La Florida, nos daría sobre el golfo de México y sobre los Estados y el istmo que lo ciñen, así como sobre los territorios cuyos ríos desaguan en él, colmaría nuestro bienestar político."
La Florida caería en las manos de los yanquis en 1819. Cuba, la obsesión de la diplomacia norteamericana, será reducida en 1898 a la condición de protectorado.
Algunas semanas más tarde, el presidente Monroe en su mensaje anual a la nación iba a fijar las normas que debía adoptar la diplomacia norteamericana, frente a la codicia manifestada por las naciones europeas por los territorios de las nuevas repúblicas hispanoamericanas. Se trata de lo que después se llamó, "la doctrina Monroe".
Retomando algunas ideas ya enunciadas por Washington y Hamilton, Monroe anunció que los EEUU no se inmiscuirían de ninguna manera en los asuntos europeos adoptando una actitud de estricta neutralidad.
Por otra parte, la Unión garantizaba la independencia de los países hispanoamericanos, oponiéndose a las intenciones de reconquista de éstos por España y a todo intento en ese sentido por parte de cualquier potencia europea.
En su séptimo mensaje anual del 2 de diciembre de 1823, el presidente Monroe informaba de las conversaciones habidas con los representantes de Rusia y Gran Bretaña, "En las discusiones a que dio lugar, podemos asegurar, como un principio en el cual los derechos y los intereses de los Estados Unidos están involucrados, que los continentes americanos, por la condición libre e independiente que ellos han asumido y mantienen, no deben, por ende, ser considerados como sujetos de futura colonización por ninguna potencia de Europa... Consideraríamos cualquier tentativa de su parte por extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligrosa para nuestra propia paz y seguridad". Aún cuando la "doctrina Monroe" haya efectivamente disuadido a las naciones europeas en sus sueños de reconquista, no impidió con eso la injerencia e intervención de éstas en numerosas oportunidades. Inglaterra siguió jugando un papel importante en la región del río de La Plata, logrando crear un Estado tampón en 1828, entre Brasil y Argentina, al separar de las Provincias Unidas a la Banda Oriental, el Uruguay.
La "doctrina" no impidió la invasión de México, llevada a cabo por las tropas franco-anglo-españolas y el intento de establecer un "imperio latino" con Maximiliano de Austria a su cabeza.
Es en esa época, la década del 40, cuando aparecen textos donde se comienza a manifestar la idea justificadora del expansionismo yanqui, cuyos apologistas -escritores y parlamentarios- llamarán Manifest Destinity.
El destino habría acordado -idea cercana de la noción de predestinación existente en el protestantismo presbiteriano -- a la nación norteamericana una misión civilizadora, haciendo además de ésta, el ángel guardián de la libertad y de la democracia, dándole a su vez vastos territorios para conquistar y una vocación dominadora sobre todo el Nuevo mundo.
Los apologistas del Destino Manifiesto no decían por cierto una sola palabra sobre la suerte reservada a los miles de negros que vivían en el territorio de la Unión, para quienes el destino manifiesto, se manifestaba precisamente bajo la forma de una esclavitud inhumana.
Desde inicios de la independencia de los países hispanoamericanos, Estados Unidos e Inglaterra vieron con malos ojos los intentos americanistas de Bolívar.
Los Estados Unidos aplicaban muy escrupulosamente la idea contenida en el séptimo mensaje de Monroe: "América para los americanos". Simplemente lo interpretaron en realidad como si hubiesen escuchado:"América para los norteamericanos". La historia del despojo de México es al respecto, dramáticamente instructiva.
El descuartizamiento de México
Desde el siglo XVIII, familias españolas se habían instalado en Texas. Pero hacia 1817, un proceso de infiltración -"inmigración clandestina" se diría hoy en día- comenzó a desarrollarse. En diciembre de 1826, el aventurero Hayden Edwards proclamó la "República Libre de Fredonia", que fue rápidamente aniquilada por el ejército mexicano.
Otro intento independentista también fracasó al año siguiente. Sugestivamente comenzaron a aparecer en varios estados de la Unión , algunas publicaciones que denunciaban a México como culpable por haberse "apoderado" de Texas.
En 1835, cuando fue proclamada una nueva constitución -que será el origen de un conflicto entre federalistas y centralistas -- el colono yanqui Stephan Austin proclamó la independencia de Texas. Los Estados Unidos aprovecharon entonces la ocasión, la cual favorecía sus anhelos expansionistas, enviando barcos cargados de armas desde Nueva Orleans.
México quiso por su parte hacer respetar su soberanía y envió al célebre general Santa Anna. Luego de algunas batallas victoriosas ganadas por el ejército mexicano en San Patricio, Encinal del Perdido y El Álamo -que los periódicos presentaron a la opinión pública de Estados Unidos como la derrota de una causa sublime -- Santa Anna fue vencido el 21 de abril en San Jacinto.
Prisionero, fue obligado a firmar un tratado leonino ("Convenio Público") en Puesto Velasco el 14 de mayo de 1836, en el cual quedaba convenido que los mexicanos se retirarían de Texas sobre la otra riba del Río Bravo. El acuerdo preveía que "todas las propiedades particulares, incluyendo los caballos y los esclavos negros en manos del ejército mexicano o pasados a su bando, serían entregados al comandante de las fuerzas texanas".
Las tropas texanas estaban mejor equipadas e impusieron un acuerdo que doce años más tarde iba a jugar un papel mayor en el proceso de descuartizamiento de México. El apoyo norteamericano a los aventureros texanos fue confirmado en los años cuarenta por el propio presidente John Tyler, quien declaró en relación a la secesión de Texas: "La sola probabilidad de que pueda abolirse la esclavitud sobre tierras vecinas, ha de ser motivo suficiente para que procedamos a anexarlas".
En 1835 Texas ingresó a la Unión como estado esclavista. La consigna durante la campaña electoral llevada a cabo por James Polk, (presidente de EEUU entre 1846 y 1850) y sucesor de Tyler había sido: "Anexión de Texas. 54*/40' o la muerte", alusión al nuevo límite de la frontera sur de los territorios arrebatados a los mexicanos. El "Anschluss" de Nuevo México y de California.
Una vez consumada la anexión de Texas, el Anschluss siguiente consistió en apoderarse de dos otras grandes provincias mexicanas: Nuevo México y California. Texas, la ex provincia mexicana, apoyada por el gobierno de los EEUU, empezó a reclamar ciertos territorios que siempre habían pertenecido a México. Luego, una vez que Texas fue anexado por la Unión (1845), fue el propio gobierno norteamericano el que provocó y emprendió la guerra de conquista.
California -en cuyo suelo pronto se descubrirían ricas extensiones de minerales auríferos -, disponía de una población poco numerosa (sólo 1000 norteamericanos) sufrió varios ultrajes. Primero, una expedición "científica" armada enviada por el presidente Polk y en enero de 1843, el desembarco de tropas al mando de un oficial de la marina yanqui, quien ocupó "por error" el puerto mexicano de Monterrey en California, debiendo reembarcar ante la determinación de las autoridades mexicanas.
El pretexto esgrimido por EEUU que desencadenó la guerra, fue el enfrentamiento ocurrido en la aldea mexicana de "Carricitos", entre tropas yanquis con una patrulla del ejército mexicano.
Polk anunció días más tarde en el Congreso que México había invadido el territorio de los EEUU, derramando sangre norteamericana.
La guerra fue entonces declarada y sólo algunas voces eminentes se levantaron para condenar el Anschluss provocado. Entre ellas, aquella de Abraham Lincoln, representante de Illinois: "Sospecho que el presidente está profundamente convencido de hallarse en un lado incorrecto, que siente que la sangre de esta guerra, como la de Abel, clama desde la tierra contra él".
El 4 de julio, cuando ya las hostilidades habían comenzado un grupo de aventureros yanquis proclamaron oportunamente la República del Oso de California, que tuvo sin embargo una vida efímera.
Las tropas invasoras desembarcaron en Veracruz y luego de duros combates ocuparon Ciudad de México en septiembre de 1847. Una larga lista de batallas jalona esta guerra de conquista: Palo Alto, Monterrey, Angostura, Veracruz, Cerro Gordo, Padierna y Chapultepec.
El pueblo de Ciudad de México realizó manifestaciones contra el ocupante y las revueltas populares obligaron a las tropas norteamericanas a evacuar la ciudad. Al mismo tiempo, decenas de soldados irlandeses del batallón San Patrick desertaban rehusando continuar combatiendo contra un pueblo católico. Eran pobres y miserables que habían huido del hambre que azotaba a su país y habían sido enrolados para ir a combatir a los "bárbaros mexicanos". Treinta y dos fueron colgados por deserción en la capital azteca. Las hostilidades duraron hasta 1848, fecha en la que México debió firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
En diez años México había sido amputado de la mitad de su territorio.
En los años siguientes, el oro de California, seguido de la explotación del petróleo y del gaz en Texas comenzarían, contribuyendo en gran medida al desarrollo de los Estados Unidos. Pero una de las consecuencias más importantes será el secular resentimiento y rencor de los mexicanos ante esta expoliación que marcará de manera indeleble las relaciones entre los dos países.
El sentimiento antiyanqui, latente en todo latinoamericano, nació en estas tierras mexicanas usurpadas.
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