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Triunfos sonoros y derrotas estrepitosas
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Edición 214

   Como todos los comicios, los del domingo pasado admiten varias lecturas, algunas complementarias y otras contradictorias y excluyentes. Intentemos algunas: 1) Las encuestas adelantaban un importante repunte del PRI, pero no de la magnitud en que se registró. No es tanto que el PRI haya hecho grandes méritos, se haya renovado interna o generacionalmente, ni que presente una oferta novedosa y fresca. Nada de eso; es simplemente que el PAN y el PRD no estuvieron a la altura de sus propias promesas y responsabilidades, como presuntos impulsores de la democracia. Lo que sí hizo el PRI fue mantener, al menos en esta primera mitad del sexenio, su férrea disciplina y un esfuerzo por dirimir sus diferencias internas de manera civilizada. Algo que casi ningún otro partido  ha mostrado.  2) En el caso del PAN, se puede inferir que hay una evaluación del gobierno de Felipe Calderón, y que no resultó muy buena que digamos. Su elevada popularidad, recordémoslo, es esencialmente resultado de la simpatía, de que “le echa ganasâ€, y de ancestral veneración por la investidura presidencial, u menos de una buena evaluación de su desempeño. Las propias encuestas reflejan que ésta es bastante baja. Contrariamente a lo que se dice, sí hay correspondencia entre la baja evaluación de Calderón (por desempeño) y el descalabro electoral del PAN. Lo mismo le ocurrió a Vicente Fox en 2003: alta popularidad (por simpatía y por su “compromiso con Méxicoâ€), y baja votación a su partido.
3) La caída del PAN es probablemente también un castigo por no haber cumplido con su compromiso democrático, justo para lo cual lo pusimos en el poder en el año 2000. Nada de rendición de cuentas, ningún “pez gordo†de la corrupción en la cárcel, y sí mucha impunidad, corruptelas y enriquecimientos ilícitos con sello blanquiazul. Haber extendido al PRI desde el 2000 una carta de impunidad le cuesta ahora al PAN. Cuando Germán Martínez nos recordaba lo corrupto, tramposo y fraudulento que era el PRI, seguramente muchos ciudadanos se preguntaban, ¿y por qué el PAN no los llamó a cuentas? ¿No iba Fox a pisar a tepocatas y víboras prietas, en lugar de homenajearlas y convivir con ellas? ¿No pidió Calderón, como candidato, la inmediata renuncia de Mario Marín, en lugar de apuntalarlo en su cargo? Con semejante discurso, Germán Martínez se ponía la soga al cuello. El PRI ha sido el más favorecido por la claudicación del PAN; ninguno de sus militantes fue llamado a cuentas (cuando había muchos buenos candidatos para ello), y los ciudadanos independientes se han alejado, decepcionados de ese partido que en lugar de profundizar la democracia, optó por simularla.
4) El PAN tuvo como eje de su campaña la guerra de Calderón contra el narcotráfico. Eso por el aplauso inicial del público ante ese acto visto como casi heroico. ¿Qué nos ha dado Calderón en estos tres años? ¿Empleo, crecimiento, rendición de cuentas, según ofreció en 2006? No. Nos ha dado sangre, inseguridad, violencia, daños colaterales y militarización. ¿A cambio de qué? De la fantasía de que “vamos ganandoâ€. ¿Se ha reducido con su estrategia el consumo de narcóticos? No. Por el contrario, ha crecido. ¿Y qué ofreció el PAN en esta campaña? Más sangre, más violencia, más inseguridad, más militarización. ¿Por qué extraña entonces esta derrota monumental? Calderón ha dicho que, pese a todo, continuará con su contraproducente guerra. Pues así nos va a ir. Y así le irá al PAN en adelante.
5) Por su parte, la izquierda partidista también ha contribuido, y no poco, a la recuperación del PRI. Su rijosidad, su conflictividad interna y sus “democráticos†métodos para resolver sus pugnas internas, le han alejado muchos (si no es que a todos) votantes independientes, los cuales casi hicieron ganar a Andrés Manuel López Obrador en 2006. El PRD se ha quedado sólo con su voto duro, pero además, lo compartió con otros partidos a partir del conflicto entre obradoristas y orteguistas (violentos y traidores, según se clasifican entre ellos). El resultado es un nuevo fraccionamiento de la izquierda, que en nada favorece los necesarios equilibrios ideológicos y políticos.
6) El PVEM vuelve a salir airoso, a partir de su gran habilidad para estafar políticamente a un sector del electorado, suficiente para darle en las urnas injustificables canonjías, influencia, financiamiento y una bancada nada despreciable. Su grosero pragmatismo, debidamente combinado con una hábil mercadotecnia, puede resultar sumamente rentable en un país como éste. El “Verde†se convierte así en un partido “súper- bisagraâ€, indispensable para que el PRI tenga mayoría absoluta en la Cámara baja. Para lo cual, impondrá sus propias condiciones y exigirá nuevas prebendas a su aliado. Algo en lo cual otros ganadores serán, seguramente, los nuevos patrocinadores de ese partido rapaz; los consorcios televisivos.
7) El PANAL tiene garantizado su sitio y registro a partir de su amplia estructura corporativa. Su abeja reina -todo una dama- podrá seguir moviendo esta pieza clave de su particular ajedrez político, obteniendo con ello importantes cargos, canonjías y presupuestos en el ámbito federal, con cargo a la ciudadanía, desde luego.
8) Es una lástima que el PSD, partido con el cual comparto buena parte de su ideario y programa, no haya cumplido ni la más elemental de sus ofertas hechas en 2006; civilidad y democracia interna. Lo cual provocó la salida de su ex candidata Patricia Mercado, lo que alejó muchos de los votos que le dieron el registro en 2006 (entre ellos, el mío). Ni siquiera descontando el voto nulo de protesta hubiera preservado su franquicia (pues en tal caso hubiera obtenido sólo el 1.1 por ciento del voto total). En todo caso, los perdedores de esta contienda han recogido lo que sembraron en los últimos años, favoreciendo indirectamente a quienes, sin gran mérito de su parte, cosechan ahora sonoras -y a mi juicio, inmerecidas- victorias.

 


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