Una guerra impopular
y prolongada
CECILIA SOTO*
A la memoria de Jorge Antonio Mercado y Javier Arredondo V.
En vez de salir a un antro el viernes en la noche, dos estudiantes de posgrado de la Escuela de Ingeniería y Tecnologías de Información del Tec, campus Monterrey, uno de la maestría en sistemas de manufacturas y otro del doctorado en ciencias de ingeniería, ingresaron a su escuela alrededor de las 19:40, probablemente con el fin de preparar exámenes o cumplir con tareas, algo muy común en al ambiente demandante del Tec, y salieron hacia las 00:45, cuando fueron víctimas fatales del fuego cruzado entre el Ejército y los narcotraficantes.
Nuevamente, como en el caso de los adolescentes asesinados en Ciudad Juárez, el Ejército y la Procuraduría se apresuraron a intentar ocultar la tragedia y calificaron a los muertos de “sicarios”, a pesar de que los estudiantes del Tec acostumbran portar siempre su credencial, indispensable para muchos trámites.
A la tragedia inmensa de perder a un hijo joven, uno de ellos único, se agregó la de tener que limpiar su nombre y su trayectoria, por cierto de excelencia.
Pocos días antes, en un discurso ante la Cámara Americana de Comercio, el presidente Calderón había reconocido la gran dificultad de comunicar las razones complejas de la guerra contra el narcotráfico, dificultades que se agigantan con la manía de tratar a la sociedad como un club infantil.
Las autoridades negaron al ITESM acceso al video de la balacera, ocultaron la información sobre la verdadera identidad de las víctimas, hasta que familiares desesperados preguntaron por dos jóvenes desaparecidos. Esto sólo aumenta la desconfianza en una sociedad que, en efecto, tiene dificultades para comprender y aprobar una guerra que será difícil, larga y alta en número de víctimas.
Es sintomático que la primera reacción sea contra el gobierno y la decisión de luchar contra el narco. El miedo inhibe la manifestación contra los verdaderos culpables: el crimen organizado y la desidia de gobiernos pasados. Los estudiantes, más sanos y menos ideologizados que la comentocracia, ya han expresado en Twitter y Facebook mejor puntería: No consumamos drogas.
El gobierno tiene poco espacio de maniobra: se trata de una guerra que debe librar, pero que no puede garantizar buenos resultados por sí sola. Otros elementos indispensables, como atender las causas profundas de la delincuencia: es decir, la violencia en la familia, la impunidad que premia el delito, la corrupción en las autoridades, la demanda por drogas de los estadunidenses, etcétera, requieren políticas públicas que sólo tendrán efecto en décadas.
En el caso de EU, se requieren alianzas difíciles de fructificar en un ambiente polarizado como el que priva actualmente en esa nación. El gobierno se ve atrapado entre la necesidad de presentar resultados inmediatos tanto por razones políticas como porque no puede permitir que el crimen organizado suplante o sabotee las tareas de gobierno, e implementar políticas públicas impostergables, pero que, lo sabe, no tendrán resultados inmediatos.
Lo primero es tratar a la sociedad como una de adultos, una que puede entender que ésta será una batalla cruenta, pero que al mismo tiempo exige reglas para que haya el menor número de víctimas posible; una sociedad que puede discutir, sin anatemas ni dogmas, la conveniencia o no y las modalidades de legalización del consumo de ciertas drogas, una que sabe entender la verdad y detesta que se le oculte y deforme. Una sociedad que demanda que la muerte injusta y prematura de Jorge Antonio y Javier Francisco tenga algún sentido, incluido sobre todo el de la protección a nuestros jóvenes. La realidad ha tocado brutalmente a sus puertas, no se trata de una película o de algo lejano. Son ellos quienes están ofrendando su salud y su vida. Va mi solidaridad con sus padres.
* Cecilia Soto de Estevez, ex embajadora de Fox en Brasil, ex candidata presidencial por el PT en 1988 y actualmente es directora de educación de la Fundación Telmex.
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