Jueves, 14 de Abril de 2011 10:24 | 
Author: MA. GUADALUPE SANTA CRUZ DE LA MORA | 
| Edición 256 |
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La gran mafia
MA. GUADALUPE SANTA CRUZ DE LA MORA
(Exclusivo para Voces del Periodista)
Terminado marzo conviene a aclarar paradas: No le creemos al presidente Calderón que los aviones no tripulados gringos vuelen en nuestros cielos y no violen la soberanía mexicana. Tampoco le creemos a la canciller Patricia Espinosa, que ignorara la introducción, de contrabando, de miles de armas de alto poder, de fabricación y envío estadounidenses.
Por lo pronto, una noticia buena entre tantas malas: Se fue el embajador Carlos Pascual. Comprendió que es inútil su presencia en México, donde el presidente Felipe Calderón no confía en él, y no puede el diplomático cabildear entre el gabinete para hacer su labor de zapa y espionaje.
El sábado 20 de marzo, el señor Pascual comunicó su decisión de marcharse al Departamento de Estado de EE UU. Considere usted, amigo lector, la cantidad de información que los aviones no tripulados yanquis recogerán de lo que subyace en tierras mexicanas, y que es apetecible a los imperialistas de allende el Bravo; nos quedan oro, plata, uranio y muchas otras riquezas en nuestro territorio.
Con la marcha del embajador Pascual, el secretario de la Defensa Nacional, general Galván, ya no escuchará que el Ejército mexicano sea lento, torpe y temeroso. Ojalá que el nuevo embajador no sea especialista en “países fallidos”; que el Departamento de Estado norteamericano, el cual le dio la salida airosa a Pascual, de haber renunciado, no vaya a comisionar a alguien que venga a colapsar las relaciones tirantes entre los dos países. Tal vez la señora Clinton reflexione.
Patricia Espinosa.
La cuestión es: ¿Cuánto tiempo estaremos sin embajador? Esperemos que cuando llegue, el Senado de la República sea muy cuidadoso en otorgar el placet a quien tome en sus manos la política de Norteamérica en nuestro gobierno. Parece imposible, pero los yanquis, a través de los sheriffs fronterizos, la DEA, las autoridades judiciales, y la Agencia para el control del Tabaco, el Alcohol y las Armas, se mandan solos.
Pascual se ha sentir muy satisfecho de su trabajo y, a su vez, la secretaria de Relaciones Exteriores debería de estar avergonzada por su ineptitud, máxime que engañó a la Cámara de Diputados, integrada por gente no muy versada en la historia de México, pero sí muy conocedora de los caminos electoreros.
¡Qué vergüenza! México, otrora dueño de una diplomacia brillante, cuando tuvo a embajadores tan experimentados como don Manuel Tello y el recordado Hugo B. Margáin, embajador en Washington, hoy hace el ridículo.
Pero tendremos que volver a ser lo que fuimos, con voluntad, con aplomo, cumplir bien nuestra misión para legar un futuro a nuestros hijos y nietos. Habremos de aceptar y afrontar aquí, las consecuencias del desastre en Japón y las revoluciones del mundo árabe, que repercutirán en el planeta.
Deberemos luchar porque Calderón (PAN) y el PRI no terminen de privatizar el petróleo, el gas, y porque tampoco Marcelo Ebrard y José Luis Luege Tamargo, privaticen el agua.
Los japoneses se embarcaron con la energía nuclear, porque carecen de petróleo, y nosotros -que lo poseemos- se lo queremos regalar, vía Felipe Calderón, a los gringos, privatizando Pemex. No se entiende a un primer mandatario, el cual, con una mano dice defender la soberanía y, con la otra, la entrega.
Si usted siente un poco de curiosidad por saber de qué modo nos enteramos de lo que pasa entre bambalinas, sintonice la CBS, lea el New York Times o el Washington Post; El País, de España, o Le Monde, de Francia. El presidente Barack Obama, acortó su gira por Brasil, Chile y El Salvador, por los requerimientos del conflicto con Muammar Kadafi. Se anunció que la OTAN asumirá el mandato militar en la ofensiva contra Libia, denominada Odisea del Amanecer.
En efecto, estamos en un mundo de vértigo, pero el pasado incide en el presente. El 23 de marzo, se conmemoró el 17 aniversario del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato a la Presidencia de la República por el PRI. A Donaldo lo recordamos bien. Le torpedearon su campaña y le confío a Manuel Camacho Solís que estaba desanimado. Fue un complot. Escuchamos por la radio los detalles del atentado en los momentos de perpetrarse. Si Luis Donaldo Colosio hubiera llegado a Palacio Nacional, la realidad de México no sería la actual: corrupción, narcotráfico, grave daño a la institución de la familia, abandono del campo y pésima educación.
Colosio fue sacrificado por una mafia del PRI, de la que sobrevive el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, Manuel Muñoz Rocha, hoy desaparecido en las tinieblas de la impunidad; también con la persona de Manlio Fabio Beltrones, hoy senador y aspirante a la presidencia de la República. Beltrones -por lo que se ha investigado- cambió a Mario Aburto, el verdadero asesino material de Colosio, por un sujeto que hoy está en Almoloya de Juárez.
Nos llamó la atención que apareciera el libro ”De Madero a Colosiol. Crímenes políticos en México”, del que es autor el escritor y periodista Francisco Moreno. Según el autor, la muerte de Colosio, en Lomas Taurinas, Baja California, fue fruto de la ambición de Carlos Salinas de Gortari, quien presuntamente quería desestabilizar al país para eternizarse en el poder, con su sistema neoliberal.
Pocos meses después balacearon a José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI y, más adelante, mataron al doctor Juan Pablo de Tavira, ilustre criminalista. Salinas de Gortari se exilió y la Presidencia vino a ocuparla Ernesto Zedillo. Las apariencias señalan al PRI como responsable de homicidio, con todas las agravantes de la ley. La partidocracia que padecemos nos hace poco probable aceptar a cualquiera de los políticos que andan a la rebatiña para figurar en próximas elecciones.
Nosotros somos culpables de la situación por soportar la política que hacen los que nos roban día a día. Políticos que nos hunden y, con mentiras, masacran a la patria. La elevación del México caído depende mucho de la buena prensa y de que la gran mafia enderece sus pasos con gente sana, con gente recta.
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