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El “Grupo Shanghai” (SCO-6):
en espera de “la revolución árabe”
Hu Jintao, presidente de China, en el aeropuerto Sheremetyevo de Moscú, durante el inicio de una visita a Rusia.
El hexapartita Grupo Shanghai” -Organización de Cooperación de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés)- festejó el 15 junio en Astana (capital de Kazajistán, potencia centroasiática de hidrocarburos) su décimo aniversario que va en ascenso inversamente proporcional a las retiradas militares de EU en Irak y Afganistán y, sobre todo, a su decadencia multidimensional.
La SCO-6 -formada por dos de las tres principales potencias geoestratégicas del planeta (Rusia y China: en ese orden) y otros cuatro países islámicos centroasiáticos (Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán)- aglutina a más de mil 500 millones de habitantes, lo que la propulsa como la mayor organización del planeta, aun antes de la próxima adhesión de India y Pakistán.
La transcendental cumbre fue escamoteada por la “prensa occidental”, con excepción de un reporte negativo de Ian Johnson en The New York Times (17/6/11), quien expone la “extensa lista negra” de la identidad de “terroristas” regionales (mil 100) que publica la SCO-6, que supera una similar de la ONU y la OTAN, lo cual ya es mucho decir.
Considera que la región, además de “fragmentada”, está legendariamente pletórica de “terroristas” y se refiere a los medios estatales chinos, que “festejaron a la organización como la ‘nueva ruta de la seda’ que ha ayudado a estabilizar una región que hace 10 años estaba desgarrada por guerras civiles e inestabilidad”.
Cita a Alexander Cooley, polítologo de Barnard College (Nueva York), quien comentó que la SCO-6, financiada por un fondo de estabilización de Pekín, “había sido un éxito mayúsculo de la política exterior china”.
Para China es importante que la SCO-6 sea vista como “marco multilateral” de corte regional nada hostil (sic) a EU y Johnson agrega que “China ha ayudado a definir las prioridades del grupo sin parecer dominar una zona que Rusia ha visto tradicionalmente como suya”. Hasta cierto punto, ya que en la declaración final China adoptó la actitud grupal contra el ominoso despliegue misilístico de EU en las fronteras europeas y asiáticas de Rusia.
Johnson fustiga que China equipare “separatismo” con “terrorismo”, lo cual queda claro en la persecución de los independentistas uigures islámicos de la región autónoma china de Xinjang, quienes buscan refugio en los países centroasiáticos vecinos.
Zhang Hong, editor del People’s Daily (16/6/11), afirma que la SCO-6 “no es la OTAN asiática”. ¿Quién querría serlo tras la crítica del saliente secretario del Pentágono, Bob Gates, contra la disfuncionalidad de la OTAN que exhibe patéticamente su envejecimiento de 62 años (Huffpost, 15/6/11), no se diga su cuestionado desempeño en Libia?
Zhang cita a académicos estadunidenses, quienes aducen que el objetivo primordial de la SCO-6 consiste en cerrar las numerosas bases militares de EU en Asia Central. A su juicio, “la mentalidad de EU es impedir que otros países desafíen su posición como policía del mundo”, en contraste con la SCO-6, que no pretende evolucionar en una alianza militar, menos en una unión anti-OTAN. Considera que “EU y sus aliados de la OTAN están expandiendo sus esfuerzos (sic) militares en Afganistán en preparación a su retiro en 2014, lo que hace la seguridad de Afganistán aún más incierta (sic). Muchos terroristas han retornado al norte de Afganistán y a los países vecinos, lo que constituye una mayor amenaza a la seguridad a todos (sic) los países centroasiáticos”.
Viene la frase premoniotoria de Zhang que quizá valió toda la cumbre: “Los países de Asia Central tienen lazos económicos y culturales estrechos, además de condiciones nacionales similares, con los países de Medio Oriente”, cuya situación, tras el inicio del ciclo electoral centroasiático, “puede afectar directamente (sic) la estabilidad de Asia Central”, por lo que el Grupo Shanghai “encarará mayores desafíos en su seguridad”. Los geoestrategas de Rusia y China se preparan para la impregnación trasnacional de la revolución árabe.
Wang Wei, de China Daily (16/6/11), cita a Alexey Malashenko, experto en política euroasiática en el polémico Centro Carnegie de Moscú, quien aduce que la cumbre fue dominada por los intereses de los dos gigantes de la SCO-6: “China desea al organismo para cumplir sus intereses económicos, y Rusia lo usa como instrumento político”.
No faltan opiniones peregrinas, como la de Richard Weitz, director del Centro de Futuras Estrategias de Seguridad del polémico Instituto Hudson, quien llega hasta soñar en la página web de la OTAN a una “asociación global” con la SCO-6. El jubilado diplomático indio M. K. Bhadrakumar (Asia Times, 18/6/11) se entusiasma con la expansión de la SCO-6 que “puede convertirse en el líder de la integración de la entera (¡supersic!) masa terrestre de Eurasia, cuyo 40 por ciento todavía se encuentra fuera del ámbito de la organización”.
Observa que antes de su arrribo a Astana, el presidente chino, Hu Jintao, visitó Ucrania, mientras Bielorrusia y Sri Lanka han sido admitidas como “socios de diálogo”. A su juicio, “la SCO se percata con certeza (sic) de que la seguridad de Asia Central y el sur de Asia es indivisible. La integración de dos mayores países sudasiáticos -India y Pakistán- está en la mesa” y comporta “un alto significado estratégico”.
Cabe señalar que Irán ostenta el estatuto de “observador” y difícilmente podrá ingresar por la puerta grande mientras no resuelva su contencioso nuclear con EU, a quien ni Rusia ni China, por ahora, piensan indisponer.
Tras contabilizar que con la incrustación de India y Pakistán la SCO tendrá más de la mitad de los habitantes del planeta, Bhadrakumar resalta la interconexión con la heptapartita Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO, por sus siglas en inglés) dominada por Rusia y que integra a Bielorrusia, Armenia, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Mediante el pivote de Rusia es notable el traslape entre la hexapartita SCO y la heptapartita CSTO, aunque ambas exhibieron su impotencia durante los disturbios recientes en el sur de Kirguizistán.
A Bhadrakumar no se le escapa que la arabización revolucionaria de Asia Central “será casi seguramente explotada por EU para expandir su influencia geopolítica”. Explaya que “más allá de 2014” EU tiene una “agenda oculta” para “establecer bases militares permanentes en Afganistán –cuyo presidente, Hamid Karzai, acudió a la cumbre de Astana como “observador”.
La SCO-6 se pronunció por la “neutralidad de Afganistán” y tres días más tarde el presidente Karzai filtró lo que muchos ya sabíamos (incluso, lo declaré hace mucho en un medio electrónico) sobre las negociaciones del gobierno Obama con los talibanes.
Otros círculos de Washington han expuesto el plan de balcanización de EU para Afganistán y Pakistán que tiene como objetivo desestabilizar a la SCO-6 y, más que nada, impedir la salida de China al océano Índico, en particular, al mar Arábigo y al puerto de Gwadar (Baluchistán, Pakistán, frontera con Irán.)
No hay que equivocarse: en la “entera masa terrestre euroasiática” la agenda de la dupla anglosajona EU-Gran Bretaña -recientemente entronizada por Kissinger y su “nueva guerra mundial” a partir de Pakistán e India (ver Bajo la Lupa, 22/5/11)- colisiona dramáticamente con la SCO-6.
* La Jornada
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