EL CONSENSO SIN WASHINGTON
De la Cumbre de las Américas a la CELAC JUAN MANUEL KARG*
LA VI CUMBRE DE LAS AMERICAS, realizada días atrás en Cartagena de Indias, Colombia, resultó un rotundo fracaso para la política estadounidense de intentar aislar más a Cuba en el terreno internacional.
ASIMISMO, el gobierno de Barack Obama se jugó a impedir una posición de los países reunidos en relación a la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. A pesar de ello, 32 de 34 países defendieron la presencia de Cuba en el cónclave y reafirmaron el apoyo a la República Argentina en su justo reclamo por las Malvinas, lo que constituye un claro retroceso norteamericano en su otrora “patio trasero”.
Consenso de Washington…
La Cumbre de las Américas es una instancia creada por (y para) la OEA y responde a sus lineamientos principales: tratar de garantizar la hegemonía norteamericana en América Latina. Sus reuniones se inauguraron a partir de la solicitud de Bill Clinton de ir generando el clima en nuestro continente para la adopción del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Así, el primer cónclave se desarrolló en Miami en 1994, produciéndose luego la segunda reunión en Santiago de Chile, a inicios de 2005.
Bill Clinton.
El triunfo de los pueblos de Nuestra América en Mar del Plata, en Noviembre de 2005, significó el principio del fin de una Cumbre que, tal como dice el politólogo argentino Atilio Borón, es hoy “un alma en pena, un espectro que recorre la región sin otro objeto que el de perpetuar su sometimiento a la superpotencia, y que nada tiene que ofrecer a nuestros pueblo”. Muestra de ello es que la reciente reunión no ha podido siquiera elaborar un documento final…
Consenso sin Washington, y más allá
Las últimas declaraciones de Rafael Correa -ausente en Cartagena con previo aviso a través de una carta pública- ilustran una posición generalizada en defensa de la presencia de Cuba en la reunión, al afirmar que "hay un país americano, por capricho de otro país, excluido de la Cumbre de las Américas. Entonces que se llame cualquier otra cosa, conversatorio con Estados Unidos, pero que no se llame Cumbre de las Américas" .
Esa perspectiva fue defendida, repetimos, por 32 países de 34, ya que sólo Estados Unidos y Canadá no llegaron a dicho acuerdo. Incluso representantes de gobiernos claramente alineados con EEUU, como Santos -quien está implementando un nuevo Tratado de Libre Comercio con el Gobierno de Obama-, han salido a desmarcarse públicamente del hostigamiento norteamericano a Cuba, exigiendo que la isla pueda estar presente en la reunión.
Este fenómeno es una muestra del triunfo de la política exterior de los países del ALBA desde inicios de este año en defensa de la isla, y del relativo debilitamiento norteamericano en la región a la hora de definir políticas de alianzas. También hay que decir que es consecuencia directa del nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) -el primer organismo continental en 200 años que no tiene la presencia de EEUU ni Canadá-, y de un nuevo reimpulso a procesos de integración regional soberanos, como UNASUR y el propio ALBA.
Indudablemente, el mapa geopolítico de nuestro continente, desde 1994 a esta parte ha variado considerablemente. La decadencia de la Cumbre de las Américas y la impotencia norteamericana para intentar definir sin oposiciones el rumbo del otrora “patrio trasero” ya no es tal. El desafío de nuestros países -y de nuestros pueblos, claro está- será el de seguir fomentando mecanismos de integración ajenos a las necesidades de la Casa Blanca, para defender la soberanía de nuestro continente -como en Malvinas- y para seguir exigiendo el fin al bloqueo criminal a Cuba, entre otras causas importantísimas para nuestros pueblos que no tienen resolución en este tipo de reuniones.
Se trata de aprovechar las nuevas circunstancias continentales para que lo viejo -la OEA y la Cumbre de las Américas- termine de morir, y lo nuevo -ALBA, CELAC, UNASUR- termine de nacer, al calor de los procesos de movilización de nuestros pueblos y sus demandas.
*Rebelión Juan Manuel Karg es Licenciado en Ciencia Política UBA
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