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Ediciòn 289

EL FUTURO DE LOS PARTIDOS

La reaparición (fugaz)
del ciudadano
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ



SI EL RÉGIMEN POLÍTICO MEXICANO es un sistema representativo, la desvinculación partidos-gobiernos con el ciudadano llevó a ese modelo a una severa crisis: Las movilizaciones sociales en sistemas dictatoriales y democráticos dejó las pruebas de que los gobernantes ya no estaban representando a la ciudadanía.

IFE


EN MÉXICO. LAS RAZONES ESTÁN A LA VISTA: La selección de candidatos a cargos de elección popular carece de reglas democráticas y queda en manos de las oligarquías que controlan los niveles dirigentes de los partidos políticos; por tanto, la distribución de candidaturas forma parte de las complicidades del poder. Los ciudadanos que no militan en algún partido no tienen forma de conseguir candidaturas, realizar campañas y llegar a cargos públicos.
De ahí la importancia de las candidaturas ciudadanas que abrió como resquicio la última reforma política. El problem a será la operatividad. De todos modos, el sólo debate del tema evidenció que los partidos han perdido militancias y se han quedado con simpatías, llegando al absurdo del PRD donde no hay ni militancias ni simpatizantes sino tribus que controlan a grupos y éstos imponen a seguidores.
El sistema representativo ya no representa a la sociedad ni a la ciudadanía. El modelo es clásico pero el PRI lo llevó a su máxima expresión cuando en sus tiempos de gloria el presidente de la República designaba a los candidatos a cargos populares, les proporcionaba dinero para sus campañas, el gobierno priísta organiza ba las elecciones para decidir quién ganaba; por tanto, los legisladores, gobernadores y alcaldes no le debían el cargo al electorado sino al presidente de la República.

El debate sobre el sistema representativo no debe darse en función de ese modelo sino de los mecanismos para acceder al poder. La sociedad mexicana como sociedad política ha derivado en complicidades de grupo. Los partidos son meras agencias de colocaciones; sería una especie de democracia de cuates o de cómplices, no de ciudadanos. Pero el error consistiría en regresar, como quiere López Obrador, a la democracia directa, a mano alzada, de plaza pública dominada por las pasiones cesaristas.

La reforma política que urge es la que debe reformar las reglas para acceder a candidaturas en partidos. E n las recientes nominaciones algunos perdedores fueron a tribunales y obligaron al partido a entregarles candidaturas; pero se trataba de lucha de grupos, no de ciudadanos. Ningún ciudadano en sus cabales puede concluir que tenga que afiliarse a un partido y hacerse cómplices de sus dirigentes porque entonces dejaría de ser ciudadano para convertirse en pieza de las complicidades.

La apertura de candidaturas ciudadanas es un aviso de alerta a los partidos porque los ciudadanos con ganas de hacer buena política van a competir por su cuenta, dejando a los partidos con la militancia de las complicidades. Asimismo, las candidaturas ciudadanas representarían una reactivación de la ciudadanía como compromiso con la sociedad, no con los grupos de poder.
Ahora el debate que debe darse es sobre la vigencia o reforma del sistema representativo porque los actuales funcionarios electos no representan a la sociedad sino a los grupos de poder.



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