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Ediciòn 290
Escrito por Emilio Caffassi   
Lunes, 17 de Septiembre de 2012 22:02

EL SHOW PARA EL RELANZAMIENTO DE OBAMA


Las políticas
se dictan en otra parte
EMILIO CAFFASSI
*

 

EL SHOW MEDIATICO-TELEVISIVO que se montó como lanzamiento de la candidatura reeleccionista de Obama a la presidencia de los E EUU, llamado “Convención demócrata”, ratificó que las decisiones programáticas de la acción política nacional e internacional se adoptan en alguna otra parte y entre otros actores -seguramente más “convencionales” en sentido riguroso-, aunque menos convincentes y glamorosos para las grandes masas electoras.


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Lo que culminó en estos días fue sólo un desfile de estrellas, de figurones heterogéneos bendecidos por la fama y ordenados por los dictatums de la moda ante un público de “delegados” fervorosamente embelesados , cuyo único mandato parece haber sido el de la asistencia y el aplauso. Al punto que el vestido de seda rosa que lució la primera dama será ahora producido en serie por la modista que lo diseñó, gracias a cuya decisión, quién contribuya a la causa podrá emularla relumbrantemente por el módico precio de 500 dólares . La política estadounidense quedó eclipsada por los discursos de estrellas de Hollywood como Natalie Portman, Scarlett Johansson, Eva Longoria, Jessica Alba, Kerry Washington y Ashley Judd, todos los cuales ratificaron los lugares comunes más hueros y previsibles del sentido común norteamericano y hasta vagamente occidental . Aunque sin exhibiciones verborrágicas, pero con el fin de darle un a apariencia de gala de los Oscars, también recorrieron sus pasillos, por ejemplo, Sarah Jessica Parker, Elizabeth Banks, Kyra Sedwick. Sólo faltaba un buen director que aprovechara la ocasión par a hacer una superproducción ad-hoc, pero lamentablemente Clint Eastwood estuvo en Tampa, en la convención adversaria, intentando hacer más de eso mismo.

Si haciendo concesión es a la realpolitik se prescindiera de expectativas de elaboración colectiva de líneas programáticas directrices y de debate político efectivo , si se esperara de los pocos políticos que expusieron - incluyendo a l propio candidato presidencial y a su vice - al menos un balance de objetivos incumplidos y sus razones, la frustración reaparecería. Si bien Obama afirmó que “no me eligieron para que les dijera lo que quieren oír, sino para que les dijera la verdad” en definitiva todo se reduce a que “la verdad es que tomará más que unos pocos años resolver problemas acumulados durante décadas” ya que “el camino que estoy ofreciendo no es rápido ni fácil”. Si entonces todo se reduce a la opción de recorrer un camino ya trazado que se reconoce largo y escarpado, sólo queda ría esperar, tanto para los delegados presentes cuanto para la ciudadanía, la hoja de ruta, la información necesaria sobre el derrotero. Pero la convención no está para informar sino para producir confianza ideológica, esperanza y fe. Como lo sinceró Menem en su recordado slogan publicitario “síganme, no los voy a defraudar”.

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Obama sólo refirió a que “durante los próximos años, grandes decisiones se tomarán en Washington sobre empleo y economía, impuestos y déficit, energía y educación, guerra y paz. Esas decisiones tendrán un gran impacto en nuestras vidas y en las vidas de nuestros hijos”. Quién, cuándo, qué, entre otros interrogantes, deberán esperar la respuesta contundente que los hechos consumados le den, ya sin opciones, rectificaciones o pluralismos. La convención no es sino un gran acto publicitario de la videopolítica, la negación exacta y plena del concepto de publicidad como transparencia, información y deliberación ciudadana que el filósofo Jürgen Habermas desarrolla en su teoría de la acción comunicativa.

Me resulta impensable que un referente en cualquier ámbito no sea producto de la época en la que vive, que no resulte receptor de una azarosa combinatoria de proyecciones de electores o bases sobre su figura. Tanto como me resulta miserable que una vez allí, si se pretende progresista, sólo devenga en una simple imagen coagulada e industrialmente producida de lo ya conquistado sin promover la extensión de e s as conquistas sobre las que reposa su liderazgo . Si alguien puede capturar adhesiones producto de transformaciones sociales inclusivas, su deber es, además de reivindicarlas, generar un nuevo punto de partida para la concreción de nuevos cambios. La sociedad norteamericana logró cierta maduración como para abandonar o reducir drásticamente el racismo más salvaje y violento. También otras sociedades como la sudafricana. El propio Obama incorporó a sus primeros discurso s la anécdota de que hasta pocos años antes, a diferencia de él, su padre no podía ser servido en un restaurante. Fue una gran parte de la sociedad la que coligió que, si podía ser servido como cualquier ciudadano, también podía servir como presidente al igual que cualquier otro, de cualquier color. La misma sociedad que, probablemente, proyectó que quién había sufrido históricas humillaciones y violencias sería más proclive a evitarlas. Pero esto último no sucedió.

Obama llegó tanto para confirmar el peldaño igualitario alcanzado como para freezar el resto de la escalera y clausurar cualquier pretensión de ascenso. Confieso que cuando Noam Chomsky, apenas electo Obama, lanzó su irónica sentencia de que se trataba de un hombre blanco excedido en su exposición al sol, me pareció una exageración rayana en el exabrupto. Sin embargo las decepciones e incumplimientos, no ya en programas que resultan inexistentes , sino en simples compromisos electorales bajo slogans, y los silencios sobre ellos , lo confirman.

Eso no quita que con Mitt Romney, hasta la propia escalera entera sería arrasada y que nuevamente la opción pretendidamente progresista será por el mal menor, tan frecuente en aquellos países sin izquierdas o progresismos reales, por más disfraces que adopten .

Si bien el partido demócrata puede exhibir algunas tibias reformas en la atención sanitaria local y en educación, la recesión económica marca un deterioro de todos los indicadores sociales. En pocas palabras, la desocupación está estancada, los salarios reales en caída, el déficit fiscal en aumento y la estructura impositiva continúa regresiva. Pero más vergonzoso aún es el continuismo en materia de política exterior. EEUU mantiene su campo de concentración en Guantánamo (al igual que en otras regiones del mundo), continúa el bloqueo a Cuba, participó desde sus embajadas en el golpe de estado en Honduras y en el proceso destituyente de Paraguay (además de reforzar la hostilidad hacia los países progresistas de América Latina y a varios asiáticos), mientras sus tropas siguen en Irak y Afganistán amenazando extenderse.

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El discurso inaugural de Michelle Obama justamente apeló al orgullo ante estas políticas y sus ejecutores en la pieza oratoria más ejemplificativa de la degradación y el cinismo de esa fracción partidaria. Orgullo y sacrificio se conjuraron en adjetivaciones melosas para acompañar las loas a tres arquetipos de la vida social que sitúa como fundamentos de la grandeza americana: el militar, el laboral y el familiar. Reconociendo el privilegio de haber viajado como primera dama por todo el país, dijo haber encontrado lo mejor del espíritu estadounidense que a su vez, la inspira. La primera parte de su discurso estuvo dedicada a los “héroes”, “nuestros hombres y mujeres uniformados y nuestras orgullosas familias militares con sus guerreros heridos (...) como el de un joven cegado por una bomba en Afganistán que sostuvo que daría sus ojos 100 veces más si tuviera la oportunidad de volver a hacerlo”. Como no puede hablar con los muertos, le bastaría analizar la tasa de suicidios entre los combatientes, para poder matizar un poco su balance y poroso orgullo. El día de su discurso, la ONG con sede en Nueva York Human Right Watch, publicó un informe de 154 páginas que aporta evidencias y denuncia el uso sistemático de la tortura en general y de la técnica del submarino en particular , en los campos clandestinos de detención en Afganistán, Pakistán, Marruecos, Tailandia, Sudán y Libia, administrados y financiados por Washington. “Y si los hombres valientes y tantas mujeres podían llevar el uniforme de nuestro país y sacrificar sus vidas por nuestros derechos más fundamentales (entre los que sin duda, agrego, se cuenta el petróleo), entonces seguramente nosotros podemos hacer nuestra parte como ciudadanos de esta gran democracia para ejercer esos derechos ”.

En el plano laboral, el sueño americano se hizo presente en el discurso , ejemplificado en la figura de su propio padre y en la abuela de Barack: “si no comienza s con mucho, si trabajas duro y haces lo que debes hacer, entonces debería s ser capaz de construir una vida digna e incluso una mejor vida para tus hijos y nietos ” . D ebe ser tan así que decenas de miles de sus compatriotas han trabajado durísimo hasta hacerse multimillonarios contra una masa millonaria de vagos e improductivos a los que hay que recordarle cómo se progresa. “Barack conoce el sueño americano porque lo ha vivido”. La modista de Michelle debe estar a punto de conocerlo también.

Por último, la familia fue exaltada como el máximo valor a ser defendido, también ejemplificado en su propia vida: “Digo todo esto esta noche no sólo como primera dama y como esposa (…) al final del día, mi título más importante aún es "mamá en jefe" (mom in chief)” . Resulta llamativo que no advierta que, superando el registro del corazón, la abrumadora mayoría de los sujetos social es (al menos occidentales) cultivan esos mismos sentimientos sin que ello altere un ápice la estructura social. Padres y madres dedicados y afectuosos también los hay entre torturadores, asesinos, traficantes, terroristas y, sin ir más lejos, entre el propio personal militar que el padre de sus hijas envía a sojuzgar y saquear pueblos enteros.

Un país sin otros ideales que el éxito económico individual a cualquier costo, merece esa buena modista para concentrar la atención en tan bellos vestidos .

*Emilio Cafassi es Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@ sociales .uba.ar

 



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