Brasil: Balón
con pólvora
HÉCTOR TENORIO
LAS PROTESTAS EN BRASIL son un mensaje para todos los
gobiernos latinoamericanos: El pueblo
quiere ser escuchado. Sin embargo, la clase política permanece atónita
al comprobar la distancia que la separa de la realidad. La velocidad de las
manifestaciones es reflejo del uso de las redes sociales.
LA MAYORÍA DE LOS INCONFORMES son estudiantes de
secundaria y de universidades,
jóvenes entre 16 y 25 años que
crecieron bajo las promesas del Partido
del Trabajo (PT), y que carecen de
cualquier referente de la dictadura militar.
Detrás del fenómeno en Brasil está la inflación. Sao Paulo o Río se
volvieron lugares con costos de vida muy elevados. Paradójicamente debido al
progreso social y económico que vivieron en la última década. Se dio un aumento
de la inflación (6.5 por ciento anualizada en mayo, el techo de la meta del
gobierno) y como consecuencia un endeudamiento de la gente, la familia brasileña
está destinando hoy 22 por ciento de su renta para pagar deudas. Es un índice
muy alto; asimismo hubo un aumento de 13
por ciento en los precios de alimentos en un año.
La otra cara de la moneda es el magro crecimiento del
producto interno bruto (PIB). En ese entorno adverso, el gobierno de Dilma
Rousseff se esfuerza en revertir el debilitamiento del real frente al dólar.
En este contexto,
las marchas comenzaron en Sao Paulo,
exclusivamente contra el alza del costo de los pasajes, la exigencia inicial
fue alcanzada. El problema no paro ahí y se extendió a otras ciudades con diferentes reivindicaciones, tales como
mayores inversiones en salud y en educación, y críticas contra la corrupción y
los elevados gastos de la administración en la organización de la Copa Confederaciones
y el Mundial de Futbol del próximo año.Cabe señalar que
la pasión por el futbol ha ido descendiendo, la asistencia a los
estadios cada vez son más bajas. Lo contrario de la pasión por la
política.
En este sentido Jerome Valcke quien es secretario general
de la Fédération Internationale de Football Association (FIFA), intentó
acallar los rumores de que el Mundial de futbol del próximo año se realizaría
fuera de Brasil si continuaban las manifestaciones. El Congreso brasileño aprobó un proyecto de
ley que exonera a la FIFA
de pagar impuestos, condición del organismo impuso en el 2007 a los brasileños al momento de darle la sede
mundialista.
Al respecto Romario, ex delantero de la selección
brasileña, no se equivoca al
señalar que al
parecer quien gobierna Brasil es la
FIFA, ya que se ha convertido en un Estado dentro del Estado.
Se estima que el país sudamericano gastará alrededor de 12 mil millones de
dólares en el torneo del próximo año.
Esto es el doble de presupuesto que Alemania usó en 2006 y Sudáfrica en
2010, las últimas sedes mundialistas.
A como van las cosas el mundial del 2014, podría
celebrarse sin la presencia de la Presidenta Rousseff quien
llegó al poder sin el respaldo de la clase media. La victoria se la
dieron los “pobres de Lula”. Se ganó la
fama de “barrendera de la corrupción” y su popularidad subió un 88 por ciento.
Antes de la revuelta callejera en Brasil, los sondeos
para la elección presidencial del
próximo año le daban una cómoda ventaja a Dilma Rousseff: un
57 por ciento. Ahora, en plena refriega, una encuesta entre los manifestantes
en Sao Paulo le da un 10 por ciento.
Esta caída en la
popularidad de la
Presidenta se debe a la violencia excesiva de la policía
militar, cuyo origen se remonta al gobierno militar (1964-1985). Si bien las escenas de vandalismo, registradas en los noticieros, fueron
provocadas claramente por infiltrados, no se puede ocultar que existe una falta absoluta de control de los
que convocan las movilizaciones. Ya son
cuatro muertos en las manifestaciones.
Resulta lógico que Dilma Rousseff este contra la pared, ante
tal situación ha dialogado con Movimiento Pase Libre (MPL), la Central Única de
Trabajadores, el Movimiento de los Sin Tierra, y con movimientos indígenas y
estudiantiles.
El gobierno
prepara un plan nacional de mejora a los servicios públicos que incluye, un
programa de transporte público urbano, la inversión de 100 por ciento de los
recursos petroleros en la educación, el fortalecimiento de los recursos para la
salud, y especialmente la contratación de médicos para atender las zonas del
país más alejadas.
Además, se ha reunido con 27 gobernadores y 26 prefectos de
las capitales, a los que les propuso un plebiscito popular con la idea de
convocar a una Asamblea Constituyente donde
no participarían los actuales legisladores y así plasmar una reforma política, la cual es
una de las tantas exigencias de las multitudinarias manifestaciones.
No obstante, la oposición en el Congreso la rechaza con
el argumento de que la convocatoria al plebiscito es competencia de los legisladores. La Presidenta pretende
desviar la presión popular con dirección al Congreso.
Sin bien las
protestas han perdido impacto desde el jueves
20 de junio cuando cerca de 1.2 millones de personas se movilizaron en
un centenar de ciudades. Esto se debe a la ausencia de demandas claras, a pesar
de que el 75 por ciento de la población las apoyo.
El gobierno se encuentra sentado en un polvorín en forma de balón.
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