Aprendizaje a través del crimen en Boston
DANIEL PIPES*
¿CUÁL SERÁ EL IMPACTO a largo plazo del atentado contra
la Maratón de Boston del 15 al 19 de abril y la consiguiente búsqueda sacada de
una película de acción y muerte de un total de cuatro personas con heridas a
265?
Empecemos por cuál no será el impacto.
No unificará a la opinión norteamericana; si el lema de
"Unidos Permanecemos" duró unos breves meses tras el 11 de
Septiembre, el consenso después de Boston será todavía menos longevo. La
violencia no conducirá a la adopción en Estados Unidos de medidas de seguridad
de corte israelí. Tampoco conducirá a una mayor preparación a la hora de
gestionar los mortales actos de violencia obra del síndrome de la yihad súbita.
No pondrá fin al acalorado debate en torno al móvil de los indiscriminados
actos musulmanes de violencia contra no musulmanes.
Y desde luego no va a ayudar a cerrar los actuales
debates en torno a la inmigración o las armas de fuego.
El impacto más importante
Lo que hará es muy importante: empujará a algunos
occidentales a llegar a la conclusión de que el islamismo es una amenaza a su
estilo de vida. De hecho, cada acto de agresión musulmana contra no musulmanes,
sea violento o cultural, recluta más activistas para la causa anti-yihad, atrae
más votantes a los partidos minoristas, concentra más manifestantes en las
iniciativas civiles contra los inmigrantes musulmanes e interesa a más donantes
de causas anti-islamistas.
Aprendizaje a través del crimen es el nombre que puse a
este mecanismo en el año 2002; los que vivimos en democracias aprendemos del
islamismo sobre todo cuando corre la sangre en la calle. Los musulmanes
partieron con una enorme reserva de buena disposición porque el ADN occidental
incluye la simpatía hacia los extranjeros, las minorías, los pobres y la gente
de color. Los islamistas disolvieron a continuación este aperturismo
participando de atrocidades o manifestando posturas supremacistas.
El terrorismo de altos vuelos en Occidente -- el 11 de
Septiembre, Bali, Madrid, Beslán, Londres – es lo que mejor desplaza a la
opinión pública.
Lo sé porque atravesé este proceso de primera mano.
Sentado en un restaurante de Suiza en 1990, Bat Ye'or me esbozó sus miedos
referentes a las ambiciones islamistas en Europa, pero yo pensé que era una
alarmista. Steven Emerson me llamó en 1994 para hablarme del Consejo de
Relaciones Americano-Islámicas, pero yo concedí inicialmente a CAIR el
beneficio de la duda. Al igual que otros, necesité tiempo para despertar al
alcance total de la amenaza islamista en Occidente.
El rudo despertar
Los occidentales realmente están despertando a esta
amenaza.
Se puede tomar el vivo pulso de la tendencia examinando
los acontecimientos de Europa, que en las cuestiones de la inmigración, el
islam, los musulmanes, el islamismo y la shari'a (la ley islámica) va unos 20 años
por delante de Norteamérica o Australia.
Un indicio del cambio es el crecimiento de las
formaciones políticas centradas en estas cuestiones, que incluyen el Partido
por la Independencia británico, el Frente Nacional francés, el Partido Popular
de Suiza, el Partido por la Libertad del holandés Geert Wilder, el Partido del
Progreso en Noruega o los Demócratas suecos. En unos destacados comicios
recientes, el británico Partido por la Independencia acabó en segundo puesto,
elevando su porcentaje del voto del 4% al 28% y creando así una crisis en el
seno del Partido Conservador.
Los votantes
suecos aprobaron en referendo en el año 2009 la prohibición de los minaretes
por un margen de 58 a 42, votación más significativa por su resultado que por
sus implicaciones políticas, que fueron más bien nulas.
Victimas en Boston.
Los sondeos
entre la opinión pública de la época concluyen que otros europeos vienen a
compartir estas opiniones en estas mismas proporciones. Los sondeos también
detectan un acusado endurecimiento de las opiniones relativas a estas
cuestiones con el paso de los años. He aquí unas encuestas recientes de Francia
(con agradecimiento a Maxime Lépante):
• el 67%
afirma que los valores islámicos son incompatibles con los de la sociedad
francesa.
• el 70%
afirma que hay demasiados extranjeros.
• el 73%
percibe el islam de forma negativa.
• el 74%
considera intolerante al islam.
• el 84%
dice estar en contra del hijab en espacios cerrados y no abiertos al público
• el 86%
dice ser favorable al endurecimiento de la prohibición del burka.
Como destaca Soeren Kern, están apareciendo opiniones
parecidas en torno al islam en Alemania. Un estudio reciente del Institut für
Demoskopie Allensbach preguntaba por los rasgos que los alemanes atribuyen al
islam:
• 56%:
lucha por ganar influencia política.
• 60%:
venganza y represalias.
• 64%:
violencia.
• 68%:
intolerante con las demás confesiones.
• 70%:
fanatismo y fundamentalismo.
• 83%:
discriminación de la mujer.
En contraste, sólo el 7% de los alemanes vincula al islam
con aperturismo, tolerancia o respeto a los derechos humanos.
Estas mayorías importantes son más elevadas que en años
anteriores, lo que sugiere que la opinión pública en Europa está adoptando
posturas más firmes y que se volverá progresivamente más hostil aún al
islamismo con el tiempo. De esta forma, la agresión islamista garantiza que el
anti-islamismo gane su carrera al islamismo en Occidente. Los atentados
musulmanes de alto nivel como los acaecidos en Boston precipitan esta
tendencia. En eso estriba su relevancia estratégica. Eso explica mi optimismo
cauto en lo que a repeler la amenaza islamista se refiere.
Categoría del Artículo:
Musulmanes en Occidente, Terrorismo SUSCRIBIRSE A LA LISTA DE CORREO GRATUÍTA
DEL DR. DANIEL PIPES Este texto podrá ser reproducido o reenviado mientras sea
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*La Razón Original en inglés: Education by Murder in Boston
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