Rusia: Encrucijada energética*
Un empleado toma fotos de un reactor de hidrocraqueo de mil 450 toneladas, que arriba a la refinería Achinsk, de la petrolera Rofneft. El traslado duró unos dos meses y se realizó en una gigantesca plataforma con neumáticos de caucho, que se mueve a una velocidad media de 2 kilómetros por hora. Foto Reuters
Rusia
es el mayor productor y exportador mundial de hidrocarburos, así como gran
exportador de tecnología de energía nuclear. La energía ha sido motor del
crecimiento desde 1998, así como un recurso vital en la lucha por el control
político del país.
Putin en la empresa Rosneft.
En
la industria petrolera, la empresa estatal Rosneft
es la fuerza dominante, y otras firmas importantes están en manos
confiables. La producción en los tres años pasados se ha incrementado
gradualmente, ante expectativas de estancamiento o leve declinación.
Se
ha avanzado un tanto en desarrollar nuevas provincias petroleras más allá de
Siberia occidental, la cuenca del Volga y los Urales; de hecho, casi todo el
crecimiento de producción de los años anteriores procede de Siberia oriental,
el Lejano Oriente ruso y las costas. Además, en agudo contraste con el panorama
de hace diez años, hoy el país cuenta con una considerable capacidad
suplementaria en su infraestructura de exportación petrolera.
La
situación en la industria del gas es un tanto diferente. Aunque la empresa
estatal Gazprom ha puesto en
operación dos campos importantes en los 15 años pasados, la producción no ha
aumentado. Ha habido cierta expansión en la infraestructura de exportación de
gas, pero no se han abierto nuevos mercados.
Mirando
hacia la próxima década se observan ciertas tendencias que probablemente den nueva
forma al sector. El cambio, en la distribución geográfica de la producción
petrolera ayudará a reubicar las exportaciones rusas del occidente al oriente,
donde China surge como destino principal.
Antes de
2010 las ventas a China eran insignificantes; a partir de mediados de 2012
rebasaron los 300 mil barriles por día (b/d) y con los nuevos contratos
firmados es probable que alcancen 600 mil b/d hacia el final de la década. Si
se mantiene esta tendencia, China representará 12 por ciento de las exportaciones
totales, y la participación total de Asia llegará a 20 por ciento.
El
desarrollo de la red de oleoductos ha facilitado este cambio, pero también da
considerable flexibilidad a Rusia, que estará en posición de redirigir una
creciente proporción de los puertos europeos hacia países asiáticos, o servir
de punto importante de exportaciones para las crecientes entregas de crudo del
centro de Asia a los mercados mundiales.
En el caso
del gas, es probable que el monopolio de Gazprom
sobre la producción y las exportaciones se debilite. Ya el gobierno ha
comprometido apoyo a productores independientes para desarrollar nuevos
depósitos, lo cual ayudará también a diversificar la producción, que hasta
ahora ha estado dominada por Siberia occidental. Gazprom seguirá siendo la principal exportadora y tal vez la única
proveedora rusa a la
Unión Europea, pero su modelo de negocio -vender gas a largo
plazo, antes de producirlo, en contratos indexados al precio del petróleo- tal
vez no sobreviva al escrutinio de la Comisión Europea,
combinado con las crecientes entregas de gas natural licuado a Europa y el
desarrollo de un comercio más basado en centros de distribución.
La
industria nuclear rusa parece destinada a salir beneficiada dentro y fuera del
país. A mediados de 2013, la empresa estatal Rosatom construía 28 de los 68 reactores nucleares que se
levantaban en el mundo, lo cual la convierte en la principal participante en
ese mercado. Su atractivo como proveedora de estados con poca infraestructura y
experiencia en el ramo radica en que ofrece reactores baratos, pero modernos y
seguros. Rusia también es el único proveedor nuclear dispuesto a recibir
combustible usado de sus clientes.
Rosneft, empresa petrolera rusa.
Aunque
sufrieron un golpe con el desastre de Fukushima, existe considerable interés en
esta fuente en Medio Oriente y en el este, sureste y sur de Asia. Una
combinación de factores -creciente demanda de energía, necesidad de reducir
emisiones contaminantes y mejorar la calidad del aire, preocupaciones por la
disponibilidad limitada de hidrocarburos, deseo de los productores de reducir
el consumo doméstico para ampliar exportaciones, y la intención de los estados
en desarrollo de adquirir una base científica e industrial de alta tecnología-probablemente
sostengan la demanda de energía nuclear.
El mercado
interno también tiene considerable potencial: la estrategia energética más
reciente se enfoca en incrementar la proporción de la energía nuclear en la
mezcla energética interna del 16 por ciento actual a 30 por ciento en 2030.
Vista general de una refinería de la compañía Rosneft, a las afueras de la ciudad rusa de Achinsk Foto Reuters
Factores imprevistos Junto
con las tendencias observables, algunos sucesos tienen el potencial de ejercer
una influencia importante en el sector energético ruso en la próxima década. El
más prominente es el desarrollo de técnicas no convencionales para la
extracción de petróleo y gas, como la fractura hidráulica y la perforación
horizontal. Esta revolución ha llevado a Estados Unidos de depender de las
importaciones de gas a una abundancia interna, lo cual podría tener un efecto
igualmente profundo en la producción petrolera. La principal pregunta para los
sectores energéticos mundiales y rusos es hasta dónde llegará esta revolución. Para
Rusia, que posee algunas de las reservas no convencionales más grandes del
planeta, el desarrollo de estos depósitos podría asegurar que no haya un
descenso en la producción en los próximos 10-20 años, mientras la producción de
Siberia occidental decrece y los nuevos campos en el Ártico comienzan a rendir
como se espera.
Pero si la
producción de gas sigue creciendo en Estados Unidos, y si se desarrolla gas no
convencional en otros territorios, como Argentina, el resultado podría ser un
exceso de oferta de GNL a los mercados mundiales en 10-20 años, lo cual
reduciría el poder de Rusia para fijar precios y su participación de mercado en
Europa y Asia.
Además, si
China logra desarrollar sus enormes reservas no convencionales, podría arruinar
los planes de Gazprom de forjarse un
mercado en el noreste de Asia que igualara el actual en Europa. También tendría
implicaciones para la relación Rusia-China, en la cual el Kremlin tiene esperanzas
de que el desarrollo de nuevas reservas energéticas corrija su desequilibro
comercial y le dé nueva influencia sobre la próxima superpotencia mundial. Un segundo
grupo de riesgos potenciales radica en la reducción del consumo de energía y
las fuentes alternativas, y un tercero se refiere a la política arancelaria
rusa con respecto al gas y la energía eléctrica. En años recientes el gobierno
ha suspendido planes de elevar aranceles, pero es probable que dé pasos
cautelosos para aumentarlos si la economía continúa su trayectoria de bajo
crecimiento.
Petro China podría fastidiar a los rusos.
Sin
embargo, alto crecimiento y baja inflación, o bajo crecimiento y recesión,
podrían provocar políticas más radicales. El resultado probable serían más
inversiones en el sector y menos consumo, en respuesta a precios más altos y
perspectivas de mayores rendimientos. El
espectro que acosa al Kremlin es que los precios del petróleo caigan por debajo
de 60 dólares por barril, como tendencia secular y no como fenómeno cíclico. En
tal caso, el presupuesto será empujado al déficit y la economía a la recesión.
De la misma forma, un precio de 150 dólares por barril podría desencadenar una
nueva ola de exploración y producción en el mundo, más cambios en el consumo,
todo lo cual tendría un impacto igualmente ruinoso en Rusia una década después.
*Economist Intelligence Unit (Retomado de
La Jornada)
|