Dickie Chapelle
"The
girl with balls and a couple of pearl earrings".
Esquilo, poeta griego, decía que la primera
baja en la guerra era la verdad.
Para
eso nacieron los corresponsales de guerra: para llevar la verdad - que a veces
es su verdad y a veces la que quieren mostrar, pero verdad al fin - al público
que prefería no enterarse. Ahora que este 4 de enero fue el día del periodista, recordamos a una
corresponsal de guerra única en su clase…
Dickie Chapelle
decidió seguir los pasos de Gerda Taro y se echó la cámara al hombro porque
había descubierto una nueva pasión, a pesar de su
título en ingeniería aeronáutica por el MIT y su gusto por el vuelo.
Disputó un sitio en la trinchera a sus colegas varones, para
tomar las mejores imágenes, las que contaran mejor la historia que la había
cautivado hasta la orilla donde se pierde la objetividad.
Debutó en la Segunda Guerra Mundial, desembarcando junto a
los Marines en sucursales del infierno como Iwo Jima y Okinawa, donde se ganó
el respeto de tipos duros como el concreto, que le dieron un buen título para
su autobiografía:
"What's a Woman Doing Here?"
Fue la corresponsal favorita de Fidel Castro en Sierra
Maestra, cuando el futuro dictador era todavía un idealista rodeado de
revolucionarios convencidos - Huber Matos, Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara -
que después se convertirían en torvos y despiadados asesinos. Fue invitada por
el Ejército de Liberación Nacional para fotografiar a la insurgencia argelina
en su guerra de independencia contra Francia, publicando imágenes que empañaron
la liberté egalité y fraternité que manejaban los galos con exquisita
hipocresía, colocándola en el cuadro de honor de la gente que Charles De Gaulle
no podía ver ni en pintura, igual que los chinos por sus fotografías de la
guerra en Corea y también los soviéticos por su intromisión en Hungría en 1956.
Dickie Chapelle agonizando
Tras veinte años de fotografiar guerras, se embarcó en su
último viaje y 1965 la encontró acompañando a los primeros soldados
norteamericanos involucrados directamente en ese conflicto, cuando todavía era
visto como un enfrentamiento entre el Bien y el Mal y donde los norteamericanos
estaban situados cómodamente del lado de los buenos. El tiempo y las imágenes
perturbadoras que fueron filtrándose desde allá fueron derruyendo esa imagen.
Muchas de las fotografías de Dickie jamás llegaron a ser publicadas por su
crudeza y quedaron archivadas o se perdieron.
En Noviembre de ese mismo año, durante un patrullaje de
rutina, una granada vietnamita hizo explosión muy cerca de ella. Un fragmento
cercenó su arteria carótida y se desangró hasta morir. Henry Huet, que también sería tragado por el infierno de Vietnam,
la fotografió agonizante, recibiendo los últimos sacramentos de un capellán
militar.
El día que cayó corrió la noticia rápidamente en las barracas
de los Marines: había muerto "The girl with balls and a couple
of pearl earrings". PEPE
COMPEAN.
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