Resultaría un acto de crueldad innecesario apelar a la flemática expresión inglesa: Mal empieza la semana para quien ahorcan en lunes, si no fuera porque… en Morelos, todo puede ocurrir en el desgobierno de Graco Ramírez Garrido Abreu.
El amanecer de lunes 23 del mes pasado, las imágenes que nos saludaron desde el árido predio de un cementerio de Tetelcingo, Morelos, no pueden ser impresionantes: Agentes uniformados y personas vestidas de civil esperan el inicio de una macabra operación.
Los forenses empezaron entonces a escarbar fosas clandestinas que el gobierno de Graco habilitó para esconder unos 150 cadáveres de personas que fueron asesinadas después de su desaparición, en algunos casos víctimas de secuestro. Para el jueves 26 se habían rescatado más de 26 bolsas con osamentas de desconocidos. Se trata de extraer muestras para confirmar ADN e identificar a aquellas víctimas.
La sórdida estampa nos recuerda lo más sucio de la Guerra Sucia de los años setenta, cuando el gobernador priista de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa, se burlaba de las familias de víctimas desaparecidas: “No se hagan ilusiones, sus desaparecidos están bien muertos”.
Jóvenes militantes entonces -como Graco- denunciaban la vesania de Figueroa Figueroa, quien en última instancia tuvo razón: Los cadáveres de los desaparecidos empezaron a aparecer en los tiros de las minas, en las profundidades de las norias o en fosas clandestinas, como las halladas ahora en la búsqueda de los 43 de Ayotzinapa.
Justicia NO; amenazas SÍ
Cualquier espíritu sensible a la tragedia habría desprendido de aquel espectáculo la voluntad de evitar su repetición. Pero, por lo visto, el gobernador Graco lo tomó como manual de exterminio.
A los paquetes de fiambre de Graco se llegó al través de la indagatoria personal de la señora María Hernández. A ella le secuestraron y asesinaron a su hijo Oliver Navarrete. Supo de su cadáver en instalaciones forenses de Cuernavaca.
No logró que le entregaran el cuerpo. A los meses, lo encontró en las fosas clandestinas de Tetelcingo junto con otros 149 inhumados clandestinamente por el sobrino de Graco, Javier Pérez.
Desde entonces se pidió la exhumación de los cuerpos, su identificación y su entrega a los familiares. Finalmente hace dos semanas se autorizó el procedimiento.
Para atestiguar la operación, la señora María Hernández, acompañada por el animador del Movimiento Paz con Justicia y Dignidad, el poeta Javier Sicilia; el rector de la Universidad Autónoma de Morelos, Alejandro Vera Jiménez y otras familias, quisieron estar presente en el cementerio clandestino.
El sobrino de Graco, Javier Pérez les fincó una sarta de delitos para remitirlos a la cárcel. La resistencia popular evitó consumar tan tremendo atentado. Graco actúa como el priista Rubén Figueroa Figueroa.
More articles by this author
|