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Edición 353
Escrito por Dr. Hernan Edrian Chavarria Aguilar   
Miércoles, 15 de Febrero de 2017 17:29

78 mini

A pesar de vivir en el siglo XXI, aún muchos “benditos” reniegan de la evolución, estos detractores “anti-Darwinistas” pululan y a cuál más usan argumentos religiosos absurdos para tratar de atacar lo inatacable, es decir, el hecho probado más allá de toda duda, de que todas las especies provenimos de ancestros desde los cuales evolucionamos.

Querellas religiosáuricas aparte, hay que decir que al menos nosotros los Homo Sapiens-Sapiens seguimos aquí para defendernos, pero otras especies humanas desaparecidas, cuyo nombre es a veces usado como insulto, merecerían un trato más justo. “Sabemos”, que a aquel que muestra un comportamiento violento, brutal —o poco inteligente—, se le llama “troglodita” o peor: “Neandertal”.

De teólogos y geólogos

Joachim Neander, teólogo calvinista del siglo 17 solía caminar por un valle y escribir himnos, era un poeta para quien todo era la hermosa obra de Dios, digna de alabanza, luego enfermó de tuberculosis y murió a los 30 años. Casi dos siglos después (1856), tres años antes de que Darwin publicara su famoso “Origen de las especies”, por lo que no existía una ciencia del origen humano, unos trabajadores desenterraron un cráneo inusual, alargado y sin barbilla, los huesos fosilizados encontrados a su lado eran gruesos y ensamblaban raro.

Como se asumía que desde Adán nuestros ancestros siempre se habían visto igual, los estudiosos teorizaron que este era el esqueleto de un cosaco perdido, zambo y con raquitismo, con un peculiar borde óseo sobre los ojos como resultado de su perpetuo ceño fruncido por el dolor —del raquitismo—. El geólogo británico William King, sospechó algo más radical, no eran los restos de un humano atípico, sino de un miembro normal de una humanidad alternativa, en 1864 publicó un artículo introduciéndola como tal, una especie humana extinta, la primera jamás descubierta, King la nombró por el valle donde fue encontrada, a su vez nombrado por el extático poeta que alguna vez lo recorriera. Le llamó Homo Neanderthalensis: El hombre de Neandertal. King se sintió obligado a describirlo y extrapolando desde su pobre opinión sobre las “razas salvajes”, explicó que el cráneo del Neandertal era la prueba per se de su “oscuridad moral” y estupidez, otros científicos se adhirieron con pruebas “frenológicas” y de otras seudociencias similares, la prensa lo remató.

No sabíamos casi nada de los Neandertales, pero a priori los tachamos de ogros y perdedores. Otro geólogo, George Busk, también sospechó que el cráneo de Neander representaba una humanidad extinta, había recibido uno parecido desde Gibraltar, excavado mucho antes, pero olvidado por 16 años y de características menos imponentes, era un cráneo de mujer. Tal vez si Busk —prudente para emitir conclusiones—, hubiera publicado antes que King una mujer de Gibraltarhabría dado una impresión diferente que el hombre de Neanderthal, este solitario cráneo femenino quizás habría evocado algo de empatía positiva. Así nosotros, productos de un mundo sobrepoblado e indiferente, hicimos posible que una especie entera —extinguida por fuerzas fuera de su control—, fuera desenterrada tras 40,000 años y forzada a soportar un siglo y medio más de abuso y menosprecio. Pero desde hace poco y tras mirar sus Neandertales cráneos por tanto tiempo, sabemos que no eran ellos los cabezadura.

Viejo de la capilla

Una de las primeras autoridades en neandertales fue un francés llamado Marcellin Boule.

En 1911, tras armar el primer esqueleto Neandertal casi completo jamás descubierto, y nombrarlo “Viejo de la capilla”, lo insultó diciendo que su postura “brutal y torpe” indicaba a las claras falta de moral y un estilo de vida dominado por funciones vegetativas y bestiales. Era parte del movimiento que trataba de reconciliar la selección natural con la religión, mostrar a los Neandertales más animales que hombres, protegía el ideal de un inmaculado linaje humano aparte. En 1957 y tras varias re-evaluaciones, resultó que el esqueleto del “Viejo”, tenía secuelas de varias lesiones deformantes y osteoartritis severa. Pero el daño a la imagen de todos los demás estaba hecho, la influencia de Boule prevaleció y por décadas, cuando aparecía evidencia de un modo de vida Neandertal más avanzado, con frecuencia se descartaba, o para acallarla se le apilaban suficientes interpretaciones contrarias o deletéreas, que con el tiempo resultarían erradas.

Una revisión de hallazgos publicada en 2015, demuestra que los neandertales no eran los palurdos que creíamos, en términos de “marcadores standard de modernas capacidades cognitivas y de comportamiento”, eran muy similares a sus contemporáneos Homo sapiens. Hacían todo lo que nos señala como humanos: manufacturaban joyería, herramientas especializadas, ocre y otros pigmentos, pegamento de corteza de abedul – cosa difícil aún hoy—, extraían las plumas de ciertas aves –las oscuras– tal vez para fines estéticos o ceremoniales.

Eran capaces de lenguaje, enterraban a sus muertos, explotaban los diferentes terrenos en los que vivían, cazaban presas peligrosas, comían focas y otros mamíferos marinos, ostras, alguna camomila… y usaban palillos de dientes. No suena impresionante, pero es igual a lo que hacían nuestros ancestros, esta flexibilidad de comportamiento y complejidad siempre se ha considerado como signo de que somos especiales. Mucho del nuevo pensamiento acerca de los Neandertales, viene de revisitar el viejo material excavado hace décadas y examinarlo con nueva tecnología o sólo con la mente abierta, la verdadera sorpresa de estos hallazgos no es su inteligencia, sino nuestras asquerosas y pobres expectativas de lo que fueron. Investigamos a esa otra humanidad con la visión de “supremacistas homo sapiens”. Racismo light, muy de moda hoy día.

En lugar de imaginar especies separadas en la evolución humana, es mejor pensar en una enorme “metapoblación” compuesta de núcleos intercambiables de seres “humanosos” que de vez en cuando coincidían en tiempo y espacio y que al encontrarse, a veces tenían sexo.

No están extintos, los estudios de ADN demuestran que un alto porcentaje de la población mundial, tiene genes Neandertales en proporción de 1 a 2% del total de su código genético personal, así que deberíamos dejar de usar la palabra con “N” como insulto, porque muchos, nos guste o no, seguro somos híbridos Humano-Neandertal —entre otras cosas.

Artículo original: Neanderthals where people too.



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