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Edición 358

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De manera silenciosa, por las noches las Nachthexten, brujas de la noche, se convirtieron en una de las pesadillas del ejército alemán durante la invasión a la Unión Soviética.

Más de ochocientas mil mujeres participaron de diferentes formas en las fuerzas armadas y de resistencia del ejército rojo. Muchas de ellas resaltaron por su valor y coraje. Un ejemplo son las grandes francotiradoras encabezadas por Ludmila Pavlichenko (de quien haremos una nota por separado), pero también en el aire existieron valerosas mujeres y en especial un grupo de aviadoras que aterrorizó a los alemanes. Occidente ignoró la historia de todas estas mujeres en parte por la Guerra Fría; el enemigo no podía tener tales héroes, frente a la ama de casa, figura prototípica de la familia norteamericana.

Mientras que los ejércitos, norteamericano, inglés y alemán utilizaron a las mujeres aviadoras como chóferes de lujo, llevando aviones de las plantas donde se construían a las instalaciones militares, los rusos las admitieron como pilotos de combate.

 

Tácticas suicidas

El gran mérito de las aviadoras como Nadia Popova fue lanzarse al combate a bordo de unas aeronaves infinitamente inferiores a las alemanas. Con una tecnología propia de la Primera Guerra Mundial, las jóvenes pilotos supieron sacar todo el jugo a los Po-2.

Eran vulnerables tanto al fuego de las baterías antiaéreas como al de ametralladora por su vuelo a baja altura, pero, en contrapartida, eran invisibles a los radares. Las velocidades alcanzadas apenas rebasaban los 150 km/h.

Aun así, eran extremadamente maniobrables, superando así a los aparatos más grandes y rápidos. Pero el mayor reto de todos era el mínimo margen de error: los biplazas estaban construidos a base de materiales sumamente inflamables, que convertían la aeronave en una antorcha ante el más mínimo impacto del fuego enemigo. Cada misión podía ser la última y, con todo, ejecutaban más de diez en una sola noche.

Además, las cabinas eran descubiertas y, por lo tanto, las inclemencias meteorológicas hacían mella en las aviadoras. En total, los tres regimientos femeninos lanzaron unas 3.000 toneladas de bombas en sus más de 20.000 asaltos.

Los alemanes llegaron a poner precio a sus cabezas: una Cruz de Hierro por cada “bruja” abatida. Popova no sufrió ningún percance excesivamente grave y constató su buena estrella cuando un día contó hasta 42 impactos en el fuselaje de su aeronave. “Casi siempre –recordaba Popova- teníamos que cruzar un muro de fuego enemigo”.

Para acercarse a sus objetivos las pilotos solían apagar el motor y planear, de esta manera la primera noticia de su llegada que tenían los alemanes era el silbido y crujido de la tela y madera del avión. A causa de ese ruido llamaron a las soviéticas Nachthexen; brujas nocturnas.

A pesar de todos los esfuerzos de las tropas alemanas derribar un Polikarpov no era asunto sencillo, por lo que el gobierno alemán y los altos mandos nazis prometieron la condecoración de la Cruz de Hierro a quien derribara a una de aquellas brujas que tanto daño hacían entre las tropas.  Como declaró en alguna ocasión un oficial condecorado del ejército alemán:

“Sencillamente no podíamos hacernos a la idea de que los pilotos soviéticos que nos causaron tanto daño fueran de hecho mujeres. Mujeres sin temor alguno. Noche tras noche nos atacaban en sus lentos biplanos y hubo ocasiones en que no nos permitieron pegar el ojo en toda la noche.”

Además de Nadia Popova, una de las brujas más longevas y cuya historia dentro del escuadrón incluye la anécdota amorosa; una vez su biplano fue derribado, Nadia se vio obligada a unirse a un grupo de campesinos que huían de los alemanes, entre el grupo venía otro piloto ruso cuyo avión también fue derribado por los alemanes, con él habría de casarse y formar una familia al reencontrarse al finalizar la guerra.

Existieron otras afamadas aviadoras; Irina Sebrova quien voló más de mil misiones. Natalia Meklin que en 1953 se graduó en la Academia Militar de Lenguas Extranjeras y formó parte del Sindicato de Escritores de la Unión Soviética, María Smirnova, Vera Belik muerta en una misión en Polonia en 1944, tras haber completar ochocientas trece misiones y contar con tan sólo 23 años de edad. Polina Gelman quien efecto más de ochocientas cincuenta misiones y más tarde en su vida trabajó como asesora en Cuba.

Las Brujas de la Noche llevaron a cabo más de veintitrés mil seiscientas cincuenta misiones y dejaron caer más de tres mil toneladas de explosivos sobre el ejército alemán. Toda una proeza tomando en cuenta las limitaciones de Polikarpov y que el peso de las bombas que llevaban en cada misión era de alrededor de trecientos kilogramos.



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