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Edición 364

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APUNTE

En el país de los terremotos

Jorge Guillermo Cano

  • Reconstruir: más de 38 mil millones
  • El ridículo del espectáculo
  • Que “fue la emoción”: Nuño
  • De la solidaridad a la rapiña
  • La profunda inconformidad

CULIACÁN DEL CAOS VIAL, los baches y los topes, Sinaloa. El balance todavía no es definitivo: cerca de 350 muertes (más de 200 en la Ciudad de México); más de 600 desaparecidos, decenas de edificios colapsados y más de 400 abandonados, por su inseguridad, en la capital del país; Jojutla, Morelos, prácticamente destruida y graves daños en Puebla, Guerrero, estado de México y Oaxaca.

EL SISMO DE 7.1 GRADOS en la escala de Richter (la que se dice ya es obsoleta) con epicentro en los límites de Puebla y Morelos, a 120 kilómetros de la Ciudad de México, se dio el mismo día (19 de septiembre) que, en 1985, un terremoto de magnitud de 8.1 casi destruyó el centro de la capital federal.

Esta vez los daños se concentraron en una franja que va de la delegación Gustavo A. Madero, pasando por Cuauhtémoc, Benito Juárez, Coyoacán, Iztapalapa y Xochimilco. Fuera de esa franja, sólo estuvo un área de Álvaro Obregón.

El costo estimado de la recuperación en todas las zonas dañadas del país se estima en 38 mil 500 millones de pesos, cifra cuantiosa pero más o menos lo que se gastaría, considerando los montos federales y estatales, en las elecciones del año próximo.

La comedia en la tragedia

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El ya muy conocido y criticado despropósito de la inexistente niña“Frida Sofía” ilustra sin descargo lo que son en términos periodísticos los grandes medios televisivos mexicanos (en la tanda hubo otros de credencial extranjera) y la forma burda en que manipulan a la teleaudiencia que, por cierto, inocente no es y de común aparece dispuesta a sumarse al mitote, la tontería rampante y la desinformación.

Que fue la Marina la que dio origen a la versión, dijeron en Televisa; que sus mandos, de buena fe, retomaron la versión de un rescatista emocionado y se dio como un hecho lo que en ningún momento se corroboró.

Bastaba con revisar las listas de alumnos, no lo hicieron; ningún padre o madre se presentó a esperar que “Frida” apareciera. Nada consultaron y los televisivos se fueron por el escándalo que concentró la atención del pueblo mexicano por más de doce horas.

Mención aparte merece la basura cotidiana con que apabullan al teleauditorio esas grandes empresas televisivas. Un verdadero atentando a la mínima inteligencia, el sentido común y la razón. Una cosa no está lejos de la otra, son parte de lo mismo.

El emocionado secretario

“Fue la emoción”, diría después el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, quien no da una a la hora de las respuestas que requieren de inteligencia y capacidad. Estuvo haciendo guardia frente a las ruinas del Rébsamen, esperando aparecer en vivo y a todo color al momento del “rescate” que ayudaría a maquillar su maltrecha figura política.  

No fue sólo Televisa. Grandes medios impresos se colgaron de la versión sin confirmar lo que era fácilmente confirmable: Frida Sofía no existía.

En efecto, la responsabilidad es compartida por muchos, aunque no todos, pues casi ninguno investigó lo que era elemental desde el primer momento y se subieron al tobogán de la desinformación con el negocio por delante.

Pero los excesos que nos rebajan como sociedad no fueron esos nada más. Todavía una semana después del sismo los grandes medios parecían no tener otra información, ni encontrar absolutamente nada de importancia que se aparejara al “rating” de la tragedia.

En estados Unidos algo parecido sucedió con los huracanes de la era trumpiana que, ciertamente, causaron grandes daños, tanto en el continente como en las islas caribeñas. Signo de los tiempos y mal de muchos, ya se sabe.

De lo recuperable a la realidad

De la solidaridad el día 19, 20 y 21 de septiembre, la fuerza espiritual de los mexicanos que fue reconocida en todo el mundo, se pasó a la realidad del deterioro social colectivo.

Los botones fueron más que ilustrativos: medios televisivos modestos impedidos de hacer su trabajo, porque los “artistas” de Televisa y TV Azteca llegaban en motocicletas, debidamente escoltados y protegidos, a entregar donativos tres días después.

El secretario de Educación, Aurelio Nuño, haciendo guardia durante horas para que cuando apareciera la inexistente Frida Sofía una conveniente foto y videos le dieran la vuelta al país, mientras una gran cantidad de planteles eran ignorados.

Contados periodistas admitiendo, desde la noche del día 20, que materiales y equipos donados estaban siendo sustraídos por personas que llegaban a los sitios devastados y se los llevaban. “Empezó la rapiña”, se atrevió a decir una reportera y, lamentablemente, así era.    

En Morelos, 25 individuos saquearon una bodega con 90 toneladas de víveres donados; en la Ciudad de México, plantas portátiles generadoras de energía, desparecieron en las inmediaciones de las zonas afectadas. “Muchos vienen, se pasean un rato y toman lo que pueden y se van”, dijo la periodista con un gesto de pesadumbre.

La corrupción seguiría haciendo de las suyas con las ayudas que reclamaron, y recibieron, falsos damnificados; víveres que fueron a parar a los tianguis y más.

Lo mismo de siempre: la prepotencia y el abuso

No sólo la desinformación, confusión, torpeza y desorganización exhibieron los cuerpos policiacos en muchas partes (hubo algunas excepciones, garbanzos de a libra). Además, hicieron gala de su usual prepotencia, la que distingue en todas partes de este país a los cuerpos de “seguridad” que siguen sin entender su función social.

Ciudadanos hubo que, pese a las amenazas, intimidación y riesgos, grabaron los despropósitos de los cuerpos policiacos en Chiapas y Morelos, a más de los enfrentamientos que se dieron en la Ciudad de México cuando la autoridad decidía dar por terminada la búsqueda en los edificios derruidos.

En el plano nacional ya es imposible ignorar la indignación, el profundo enojo social de los mexicanos hacia sus gobernantes de los tres niveles. Es una realidad inocultable.

El rechazo se extiende, justificadamente, a los partidos políticos y las instituciones casi en general. Como fuera, al final del día, la solidaridad, el desprendimiento, el riesgo propio para ayudar y salvar, se hicieron presentes entre la población mexicana y muchos extranjeros, a la vista del mundo, como diciendo que no todo está perdido.

Lo otro también, lamentablemente.

El horno no está para bollos

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En más de un sentido, la capacidad del sistema mexicano para sobrevivir, con su proverbial carga de errores y desviaciones, está a prueba de manera inédita. La desestabilización social, potencialmente presente, se puede dar en cualquier momento.

El lector sabe que no somos dados a las exageraciones, pero es claro que esta vez la sociedad civil, el pueblo, rebasó en primera instancia al aparato de gobierno y después ha sido maltratada y sus reclamos ignorados. Los mandos policiacos y autoridades de todo tipo siguen sin entender la urgencia de un cambio radical de actitud.

La transparencia (en este caso, tanto en el destino, monto y situación de los donativos que han llegado de todas partes y del propio país, como en la investigación de errores y omisiones) es más obligada que nunca y no se aprecia disposición y organización suficiente de parte del gobierno.

El uso electorero de la tragedia se hizo presente y la autoridad colaboró con ello. La intención clientelar en las zonas del desastre ha sido evidente y sólo ha provocado un mayor rechazo social. Los políticos en México parecen incapaces de ubicar tiempo y circunstancia.

  

Lo que está a la vista

Ahora, a medida que pasa la vorágine de la tragedia, se buscan explicaciones que, en realidad, ahí están, ahí están, viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá.

Descuidos humanos, es decir irresponsabilidad al no atender las necesidades de mantenimiento y adecuación en una zona sísmica; uso indebido del suelo; permisos irregulares que son lo cotidiano en México; negligencia oficial y un largo etcétera.

En estricto, lo que pasó en la escuela Rébsamen está potencialmente presente en cientos de planteles en la Ciudad de México y en muchos otros lugares del país. Lo mismo vale decir sobre las edificaciones que cayeron y las que están en ruinas: miles más están a la espera trágica.

Es la cosecha de la corrupción y la impunidad; de la secuela de gobiernos que de aquello hacen gala, mientras el pueblo mexicano lo sigue permitiendo, incluso sumándose a la red de complicidades que nos ha llevado a donde estamos.

En tanto, el gobierno federal y la “Fuerza México”, donde está la élite empresarial, se reúnen y se dicen listos para la reconstrucción que, sin duda, será un gran negocio.

Tamborazos

-Para los simpatizantes de Trump, cada vez menos, aunque todavía muchos, la situación es clara: mientras no controle su inmadurez y rebase su comportamiento de “secundariano” los problemas seguirán y harán crisis.

-Se quedará con el bloque radical de extrema derecha, los racistas y neonazis, pero “Estados Unidos aún no llega al nivel de permitir que esos grupos prevalezcan”, me dice un colega de la universidad estatal de California. Está por verse.

-El amarillismo financiero de la revista “Forbes” da a conocer, para quien crea en la volatilidad de esas estimaciones, al ranking de millonarios en el mundo. Algunos mexicanos en la lista, para beneplácito de inconscientes.

-Los diputados federales, que en un mes “ganan” casi 75 millones en conjunto, anunciaron que “donarán 50 mdp para reconstrucción tras sismo” y que el tremendo monto se destinará para las escuelas dañadas y será vigilado por el Colegio Nacional de Contadores. Otro ridículo mexicano.

-En Culiacán, y prácticamente el estado todo de Sinaloa, la criminalidad al galope. No encuentran las autoridades la forma de enfrentarla. No saben, no quieren, no pueden. A ver hasta cuándo.

-No tienen límite los abusos de bancos y aseguradoras (la inefable GNP, de los Bailleres) entre otros, sin que autoridad alguna les ponga freno. La otra cara de la corrupción galopante.

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