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Edición 378
Escrito por Alain Benajam   
Miércoles, 05 de Diciembre de 2018 02:14

 37815

“Chalecos amarillos”, una cólera ‎altamente política

Alain Benajam

3783844

SURGIDO en Francia, el movimiento de protesta popular de los “Chalecos amarillos” está ‎extendiéndose. Bélgica y Bulgaria también están siendo escenario de multitudinarias ‎protestas contra una presión fiscal que el pueblo percibe como injusta. La mayoría de ‎los países miembros de la Unión Europea elevan constantemente sus impuestos para ‎pagar una misteriosa deuda acumulada desde los años 1970. ‎

Los franceses parecen querer tomar el control de su propio destino y era urgente que ‎se decidieran a hacerlo. El mundo político-mediático ya no podía hacer otra cosa que lanzarles ‎su odio a la cara. ‎

Es urgente actuar porque nuestro país (Francia) está empobreciéndose a toda velocidad, al ritmo ‎de una inexorable espiral deflacionista. ‎

Es gravísima la desindustrialización de Francia. Personalmente, yo que siempre trabajé en la ‎industria, estoy viendo desaparecer numerosas habilidades junto con las industrias que las ‎desarrollaban. Eso está sucediendo tanto en las industrias mecánicas, que en el pasado fueron el ‎orgullo de la industria francesa, como en las industrias de la electrónica. ‎

Una deuda injusta e inútil, obligatoriamente aplicada a Francia debido a la relación entre los ‎intereses que el país tiene que pagar a los mercados financieros, hace cada vez más aplastante el ‎sistema fiscal francés, cosa que todos estamos comprobando. ‎

No hace aún mucho tiempo, la riqueza francesa –y por consiguiente la capacidad del país para ‎enfrentar la deuda– se apoyaba en una industria floreciente. Pero esta última se ha desplomado ‎ante el empuje de la industria china. Ahora son sólo las clases medias las que sufren la presión ‎financiera. Al mismo tiempo, se derrumba el consumo, los servicios de salud franceses –que ‎estuvieron entre los mejores del mundo– también se caen a pedazos, al igual que todo el ‎conjunto de los servicios públicos y el sistema educativo.

Para completar la destrucción del sistema social francés, se ha orquestado la llegada de grandes ‎masas de migrantes para que los pobres del mundo entero puedan venir a ofrecer dócilmente su ‎fuerza de trabajo a bajo precio, en lugar de los trabajadores franceses. ‎

 ‎

Situación insurreccional en París, ‎Marsella y Aviñón ‎

 

EL MOVIMIENTO francés de los “Chalecos amarillos”, cuyos actos de protesta se han mantenido ‎sin descanso a través de toda Francia desde el 17 de noviembre de 2018, realizó este sábado 1º de diciembre su segunda ‎manifestación en París. ‎

Inicialmente se produjeron motines e incendios en la célebre avenida de los Campos Elíseos y ‎posteriormente en otros barrios del centro de París. Durante la tarde, los desórdenes ‎se extendieron al sur de Francia, en las ciudades de Marsella y Aviñón. Se reportan al menos un ‎centenar de heridos y se han visto imágenes sin precedente en Francia desde hace un siglo. ‎

Los manifestantes denuncian el nivel absolutamente abusivo de los impuestos, tasas y ‎cotizaciones sociales, que ha aumentado en un 30%, dando lugar a un desplome del nivel de vida ‎de las clases sociales no globalizadas. ‎

El movimiento de los “Chalecos amarillos” –que debe su nombre a la decisión de los ‎manifestantes de portar los chalecos de alta visibilidad de uso obligatorio en las situaciones de ‎urgencia– se inició y tomó cuerpo en Facebook, debido al alza de los impuestos sobre el ‎combustible. Se trata de un movimiento no estructurado que por el momento escapa a toda ‎forma de control. ‎

Completamente desbordadas por la situación, las fuerzas policiales recurrieron ampliamente al ‎uso de granadas lacrimógenas, a tal extremo que al parecer ya comienzan a carecer de ese tipo ‎de material antimotines. ‎

Contrariamente al Brexit británico, a la elección de Donald Trump en Estados Unidos y a la ‎victoria electoral de la coalición antisistema que accedió al gobierno en Italia, los sucesos que ‎están teniendo lugar en Francia constituyen el primer estallido de violencia provocado ‎en Occidente por la cólera popular contra los efectos de la globalización financiera.

 Quienes ostentan el poder, como representantes en Francia del gran capital globalizado y ‎especulador, alimentan a una clase lacayos que monopolizan la información y los medios de ‎difusión en general. Estos últimos no hacen más que divulgar el odio que sienten contra ‎el pueblo y no proponen otra cosa que la censura para tratar de enfrentar el descontento. ‎

Hace mucho tiempo que no se veía a las élites intelectuales y mediáticas tan divorciadas del pueblo de Francia. ‎

Los franceses han perdido, por esas razones, la confianza en todo lo que pueda parecerse a una ‎institución, viéndolo incluso como un enemigo. ‎

¿Apolíticos?

El movimiento de los “Chalecos amarillos” quiere ser ‎apolítico –en cuanto a no acercarse a ninguna formación o tendencia política– pero es ‎altamente político en el sentido ciudadano del término. Tratando de ser apolítico, ‎ese movimiento ha rechazado el apoyo de sindicatos y de partidos políticos –algunos ‎desacreditados y otros vilipendiados. Pero es un movimiento justo y fuerte contra los impuestos ‎injustos, impuestos que provienen precisamente de la deuda, pero no de una deuda que es en ‎sí misma virtual sino de los intereses que hay pagar por esa deuda. Es un movimiento inédito ‎porque recurre a un nuevo modelo de organización societal, la red de contactos entre los ‎ciudadanos y las redes sociales. ‎

‎         ¿Qué otra cosa puede hacer el poder que recurrir a la represión y la censura? No puede reducir los ‎impuestos sin quedar mal ante los mercados financieros. Está instaurándose un tipo de quiebra ‎similar a la de Grecia. Pero, ¿aceptarán los franceses sufrir el mismo destino que los griegos? ‎Eso no es muy seguro. Lo que están proponiéndonos (a los franceses) es una normalización ‎dentro de una “tercermundización”. ¿Después de haber conocido la prosperidad al cabo de los ‎‎30 Gloriosos aceptarán verse sometidos a una ‎degradación que ya parece no tener límites? ‎

‎         ¿Propiciará esta revuelta el surgimiento de nuevas figuras políticas? ¿Saldrá de ella un sistema ‎político nuevo? En todo caso, esto último sería muy necesario porque el actual sistema está ‎llevándonos directamente al desastre. ‎

El pueblo de Francia tiene que arrebatarle el poder a la oligarquía globalizante y a sus ‎representantes “franceses”. ‎

No será fácil. Pero nosotros somos el pueblo y el pueblo unido no puede ser vencido. ‎

Es evidente que todo esto es sólo el comienzo y que la justa cólera popular no puede apagarse. ‎

 

 

“Chalecos amarillos”, una cólera ‎altamente política

Alain Benajam

SURGIDO en Francia, el movimiento de protesta popular de los “Chalecos amarillos” está ‎extendiéndose. Bélgica y Bulgaria también están siendo escenario de multitudinarias ‎protestas contra una presión fiscal que el pueblo percibe como injusta. La mayoría de ‎los países miembros de la Unión Europea elevan constantemente sus impuestos para ‎pagar una misteriosa deuda acumulada desde los años 1970. ‎

Los franceses parecen querer tomar el control de su propio destino y era urgente que ‎se decidieran a hacerlo. El mundo político-mediático ya no podía hacer otra cosa que lanzarles ‎su odio a la cara. ‎

Es urgente actuar porque nuestro país (Francia) está empobreciéndose a toda velocidad, al ritmo ‎de una inexorable espiral deflacionista. ‎

Es gravísima la desindustrialización de Francia. Personalmente, yo que siempre trabajé en la ‎industria, estoy viendo desaparecer numerosas habilidades junto con las industrias que las ‎desarrollaban. Eso está sucediendo tanto en las industrias mecánicas, que en el pasado fueron el ‎orgullo de la industria francesa, como en las industrias de la electrónica. ‎

Una deuda injusta e inútil, obligatoriamente aplicada a Francia debido a la relación entre los ‎intereses que el país tiene que pagar a los mercados financieros, hace cada vez más aplastante el ‎sistema fiscal francés, cosa que todos estamos comprobando. ‎

No hace aún mucho tiempo, la riqueza francesa –y por consiguiente la capacidad del país para ‎enfrentar la deuda– se apoyaba en una industria floreciente. Pero esta última se ha desplomado ‎ante el empuje de la industria china. Ahora son sólo las clases medias las que sufren la presión ‎financiera. Al mismo tiempo, se derrumba el consumo, los servicios de salud franceses –que ‎estuvieron entre los mejores del mundo– también se caen a pedazos, al igual que todo el ‎conjunto de los servicios públicos y el sistema educativo. ‎

Para completar la destrucción del sistema social francés, se ha orquestado la llegada de grandes ‎masas de migrantes para que los pobres del mundo entero puedan venir a ofrecer dócilmente su ‎fuerza de trabajo a bajo precio, en lugar de los trabajadores franceses. ‎

Situación insurreccional en París, ‎Marsella y Aviñón ‎

 

EL MOVIMIENTO francés de los “Chalecos amarillos”, cuyos actos de protesta se han mantenido ‎sin descanso a través de toda Francia desde el 17 de noviembre de 2018, realizó este sábado 1º de diciembre su segunda ‎manifestación en París. ‎

Inicialmente se produjeron motines e incendios en la célebre avenida de los Campos Elíseos y ‎posteriormente en otros barrios del centro de París. Durante la tarde, los desórdenes ‎se extendieron al sur de Francia, en las ciudades de Marsella y Aviñón. Se reportan al menos un ‎centenar de heridos y se han visto imágenes sin precedente en Francia desde hace un siglo. ‎

Los manifestantes denuncian el nivel absolutamente abusivo de los impuestos, tasas y ‎cotizaciones sociales, que ha aumentado en un 30%, dando lugar a un desplome del nivel de vida ‎de las clases sociales no globalizadas. ‎

El movimiento de los “Chalecos amarillos” –que debe su nombre a la decisión de los ‎manifestantes de portar los chalecos de alta visibilidad de uso obligatorio en las situaciones de ‎urgencia– se inició y tomó cuerpo en Facebook, debido al alza de los impuestos sobre el ‎combustible. Se trata de un movimiento no estructurado que por el momento escapa a toda ‎forma de control. ‎

Completamente desbordadas por la situación, las fuerzas policiales recurrieron ampliamente al ‎uso de granadas lacrimógenas, a tal extremo que al parecer ya comienzan a carecer de ese tipo ‎de material antimotines. ‎

Contrariamente al Brexit británico, a la elección de Donald Trump en Estados Unidos y a la ‎victoria electoral de la coalición antisistema que accedió al gobierno en Italia, los sucesos que ‎están teniendo lugar en Francia constituyen el primer estallido de violencia provocado ‎en Occidente por la cólera popular contra los efectos de la globalización financiera.

 

Quienes ostentan el poder, como representantes en Francia del gran capital globalizado y ‎especulador, alimentan a una clase lacayos que monopolizan la información y los medios de ‎difusión en general. Estos últimos no hacen más que divulgar el odio que sienten contra ‎el pueblo y no proponen otra cosa que la censura para tratar de enfrentar el descontento. ‎

Hace mucho tiempo que no se veía a las élites intelectuales y mediáticas tan divorciadas del pueblo de Francia. ‎

Los franceses han perdido, por esas razones, la confianza en todo lo que pueda parecerse a una ‎institución, viéndolo incluso como un enemigo. ‎

¿Apolíticos?

El movimiento de los “Chalecos amarillos” quiere ser ‎apolítico –en cuanto a no acercarse a ninguna formación o tendencia política– pero es ‎altamente político en el sentido ciudadano del término. Tratando de ser apolítico, ‎ese movimiento ha rechazado el apoyo de sindicatos y de partidos políticos –algunos ‎desacreditados y otros vilipendiados. Pero es un movimiento justo y fuerte contra los impuestos ‎injustos, impuestos que provienen precisamente de la deuda, pero no de una deuda que es en ‎sí misma virtual sino de los intereses que hay pagar por esa deuda. Es un movimiento inédito ‎porque recurre a un nuevo modelo de organización societal, la red de contactos entre los ‎ciudadanos y las redes sociales. ‎

         ¿Qué otra cosa puede hacer el poder que recurrir a la represión y la censura? No puede reducir los ‎impuestos sin quedar mal ante los mercados financieros. Está instaurándose un tipo de quiebra ‎similar a la de Grecia. Pero, ¿aceptarán los franceses sufrir el mismo destino que los griegos? ‎Eso no es muy seguro. Lo que están proponiéndonos (a los franceses) es una normalización ‎dentro de una “tercermundización”. ¿Después de haber conocido la prosperidad al cabo de los ‎‎30 Gloriosos aceptarán verse sometidos a una ‎degradación que ya parece no tener límites? ‎

         ¿Propiciará esta revuelta el surgimiento de nuevas figuras políticas? ¿Saldrá de ella un sistema ‎político nuevo? En todo caso, esto último sería muy necesario porque el actual sistema está ‎llevándonos directamente al desastre. ‎

El pueblo de Francia tiene que arrebatarle el poder a la oligarquía globalizante y a sus ‎representantes “franceses”. ‎

No será fácil. Pero nosotros somos el pueblo y el pueblo unido no puede ser vencido. ‎

Es evidente que todo esto es sólo el comienzo y que la justa cólera popular no puede apagarse. ‎

 

 



 

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