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Edición 405

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La política esa de que los que ganen más paguen más es injusta e irracional, desde donde quiera que se le vea, porque puede inhibir el ánimo de superación individual y colectivo; igualmente la tentación de gravar con más porcentaje la mayor riqueza representa riesgos ENORMES, como el de propiciar que se vayan del país importantes capitales, nacionales y extranjeros.

Sr. AMLO, ¡ya deje en paz a los ricos!

Feliciano Hernández*

Esto es una realidad, no una suposición. Regularmente el Banco de México (Banxico) reporta la fuga de capitales y son miles de millones de dólares al año. Solo en marzo del presente salieron del país 4,600 millones de dólares, según reporte del Fondo Monetario Internacional (FMI). Algunos de estos son capitales especulativos, que ante cualquier amenaza buscan refugio en mejores tierras. Las cifras son muy variables, pero muy mayores a los ingresos nacionales por remesas, turismo y petróleo, y siempre responden a las condiciones de CONVENIENCIAS que los inversionistas encuentran en los mercados. Hay que prestarles una brújula a quienes proponen CASTIGAR las fortunas, porque se ve que andan muy perdidos.

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CD. DE MÉXICO.- El impulso de Andrés Manuel López Obrador y muchos otros políticos —aunque sea por pura demagogia— de arrebatarles parte sustancial de sus fortunas a los ricos, bajo argumentos de mayor equidad social y de “justicia” distributiva, son palmaditas en la espalda para la muchedumbre menesterosa y a la vez provocaciones contra sus adversarios ricos, puesto que ir por ese carril solo le complicaría su frágil gobernabilidad.

Suena bonito frente a las masas empobrecidas prometerles más dádivas y reformas legislativas para que los millonarios entreguen rebanadas mayores de sus fortunas a las arcas nacionales, pero las desventajas de semejante propuesta son altas. Está probado que avanzar por ese lado puede tener costos mayores para el erario o para potenciar las fortalezas económicas de cualquier país.

Un ejemplo: en México, los dueños de las fortunas son hábiles para encontrar resquicios legales o al margen de la ley para evadir la fiscalización; corrompen a los funcionarios de las oficinas recaudadoras; buscan paraísos fiscales; encuentran prestanombres; declaran menos, etc.

En este espacio se ha puesto atención en los famosos casos de las grandes fortunas de mexicanos escondidas en Suiza, en el corrupto banco HSBC y en otros; así como el de los Panama Papers, que juntos suman miles de millones de dólares escondidos en paraísos fiscales, sacados del país para evitar el pago de altos impuestos. No sobra mencionar que, cuando estalló el segundo caso de los mencionados, el gobierno de Peña Nieto ofreció a los millonarios sacadólares devolver a México sus grandes fortunas, a cambio de legalizarlas mediante un arreglo fiscal “conveniente” para los dueños y para la hacienda federal.

Lo último que reportaron las autoridades hacendarias en esos años —hay que creerles la mitad, NO seamos ingenuos— fue que algunos millonarios se acogieron a la propuesta y reorientaron sus capitales, como resultado del enojo popular que desató la noticia. En otros países, algunos ricachones tuvieron que enfrentar procesos penales.

Como anécdota de las reacciones que provocan los gobernantes al pretender MAS IMPUESTOS —por querer disfrazar sus incompetencias, ineficiencias y CORRUPTELAS con el dinero público, buscando desquitarse con los millonarios—, valga mencionar que en Francia, el famoso actor Gerard Depardieu, renunció a esa nacionalidad y se fue a Rusia. Y eso que el celebrado artista es un simple rico o precisamente por eso le dolió en el bolsillo.

¿“Qué hacemos con los ricos”?

Es a ese sector de clases medias altas y “ricos pobres” a quienes más ofende que los gobiernos les quieran reducir sus ganancias, que no pocas veces obtienen con su esfuerzo muy personal —emprendedores, artistas, deportistas, profesionistas— y luchando contra entornos poco propicios para los negocios, como es el caso de México, en el que una gran burocracia corrupta desalienta la apertura de nuevas empresas y sangra a los contribuyentes. Y esto ha sido documentado por organismos internacionales que realizan mediciones al respecto.

Cabe señalar que El Banco Mundial ubicó el año pasado a México en el lugar 60 de entre 190 países evaluados en su reporte de ambiente de negocios (Doing Business, octubre de 2019), que con 72.4 de calificación le da una posición intermedia, lo que señala que puede mejorar aspectos importantes en regulaciones, tiempos, costos y otros (en el año previo, había ocupado el lugar 54; y ya bajo el mando de AMLO obtuvo una diferencia de 14.4 puntos respecto de Nueva Zelanda, 86.8, que fue el mejor evaluado). Antes que México figuran, entre otros, Singapur, Hong Kong, Dinamarca y Corea del Sur.

Cierto que Andrés Manuel ha sido congruente en su negativa de aumentar impuestos generales, y ha resistido presiones, pero de que les trae ganas a los millonarios, les trae, no solo clavándoles más obligaciones sino con otras políticas intimidatorias.

Tómese en cuenta que estos párrafos pretenden ayudar a López Obrador a mejorar la recaudación y las relaciones con los capitalistas mexicanos y extranjeros, porque le conviene al país, bajo el enfoque de que con amenazas solo provocará que se vayan o se contraigan, cuando lo que necesita él y México es que colaboren con su gobierno invirtiendo TODO en un mejor ambiente.

Y mucho menos que se sospeche siquiera que se busca liberarlos de responsabilidades, porque eso en ningún país democrático pasa, pero el cumplimiento de las obligaciones debe ser bajo principios de transparencia, imparcialidad, equidad, y sobre todo, INTELIGENCIA contributiva: darles estímulos y garantías a los inversionistas y a los ricos en general de que no serán molestados si cumplen sus obligaciones fiscales como todo ciudadano y para que en ese contexto den rienda suelta a sus planes de negocios. Todo rico sabe que el dinero guardado no produce y se devalúa, y son hábiles; hay que apoyarlos para pedirles que repartan, y lo hacen, bajo condiciones claras y equitativas.

Puntualmente: lo que debiera hacer López Obrador es BAJAR el ISR a clases medias y a ricos —así lo prometió y lo hizo el MILLONARIO presidente Trump, y otros gobernantes han hecho lo mismo en sus países— y lo que se deja de recaudar por alto porcentaje –alrededor del 30 por ciento— se recupera por MAYORES INVERSIONES, más recaudación y más contribuyentes— porque aunque parezca una ecuación simple, y no lo es, en un entorno propicio, los capitales se REPRODUCEN como hongos y arrojan beneficios para empleados y para el fisco.

Mientras estas líneas cobran sentido —fuera de esta coyuntura de crisis viral— MUCHOS capitalistas estarían GANANDO MILLONES por minuto, ¡y no por inercia!, derramando BENEFICIOS para toda la cadena económica. Solo hay que ver la rapidez impresionante con que nuevas empresas —sobre todo las de tecnologías recientes— y sus dueños se hicieron supermillonarios en pocos años y abrieron oficinas en muchos países, lo cual hubiera sido más difícil si los gobernantes hubieran estado atentos a RESTARLES la tercera parte de sus ganancias.

Mejorar el ambiente de negocios

Para todos los gobernantes del planeta es un desafío serio ofrecer estabilidad, condiciones de seguridad jurídica y protección contra la criminalidad a los capitales nacionales y extranjeros, para mantenerlos generando más riqueza; sin embargo, debe ser su prioridad si buscan obtener beneficios del movimiento económico: más empleo, más oferta y mayor demanda, más consumo, más recaudación, más gente dispuesta a dar sus contribuciones al desarrollo nacional. Esto no es ingenuidad o buenos deseos; así ocurre en países con políticas de estímulo a la economía.

Cierto que también es un reto de los gobernantes establecer las bases jurídicas y el entramado necesario para lograr que los beneficios y rendimientos de la actividad económica y financiera se DISTRIBUYAN con apego a leyes y principios de equidad, para evitar la concentración voluminosa de la riqueza. Es responsabilidad de AMLO y de todo gobernante lograr avances en esa conciencia empresarial y ciudadana para que nadie quede privado de los beneficios de la expansión económica ni del desarrollo social resultante.40512b

Ha sido un gran lastre para México el rezago social ancestral, por esa falta de bases jurídicas, ETICAS y MORALES que propicien la sana y sabia distribución equitativa de la riqueza. Y está claro que ha sido una preocupación de López Obrador, desde siempre, si se revisa su discurso, y es ahora en su calidad de mandatario cuando tiene que concretar esas aspiraciones de las clases bajas y medias. Por eso AMLO tiene que apelar a lo mejor de la inteligencia y la buena disposición. Y ese gran logro solo podría concretarlo en alianza con los capitalistas mexicanos y extranjeros, no en contra de ellos.

El problema de la distribución de la riqueza es muy grande en México —un 60% de la población hundida en la pobreza, con al menos 11 millones de personas sobreviviendo en la miseria total, antes de la pandemia del Covid-19—, pero la solución NO es con más impuesto sobre la renta (ISR) ni cargándole el peso a las ganancias de las clases medias ni de los millonarios, y menos desproporcionadamente, porque los aleja o los desalienta. Así de simple.

Entre los ricos y millonarios debe promoverse, desde la academia y desde el gobierno, una mayor conciencia de las CONVENIENCIAS que para todos representa el empoderar el salario de los sectores productivos bajos y medios.

Más DINERO de los ricos para entregar a los pobres sin trabajo de por medio es un ESPEJISMO de López Obrador que no puede funcionar por tiempo indefinido, porque el reparto debe ser consecuencia del trabajo y no mero decreto voluntarista. NO le funcionará porque son 70 millones de POBRES ansiosos de devorar cualquier cantidad que les caiga, y ya lo metieron en apuros porque anda buscando dinero hasta debajo de las piedras… y poniendo nerviosos a los ricos.

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Urge una nueva visión hacia el capital

La superación de la miseria se logrará solo mediante políticas INTELIGENTES, agresivas y audaces, con programas de inversión, de atracción de capitales, de aprovechamiento de las ventajas nacionales comparativas y competitivas. Esto implica un NECESARIO acuerdo con todos los factores de la producción, y sobre todo con los MILLONARIOS, que los involucre en ese nuevo DISEÑO bajo la consideración de que un MEJORADO poder adquisitivo del salario, no solo suficiente sino de mayores alcances, les redituará mejores GANANCIAS y fortalecerá el mercado interno, al tiempo que desatará una cascada de otros beneficios para el conjunto de la sociedad. En Estados Unidos funciona: el salario mínimo tiene un PODER adquisitivo real, y quieren aumentarlo desde el poder —por conveniencias, no porque sean hermanitos de la caridad.

¿De qué le sirve al presidente disponer de un Consejo de hombres de negocios —donde coinciden los TIBURONES de México— dispuestos a escucharlo y seguramente a COLABORAR, si no los convoca?

Solo con una base jurídica laboral pactada con los dueños del dinero –la actual debe mejorarse, está pensada para el viejo régimen, y esta crisis viral DICTA nuevas condiciones que hay que atender-, con más empleos y con mejores salarios, se cumplirá tan loable meta de lograr una mejor DISTRIBUCION de la RIQUEZA. Los pobres no le sirven al país en su condición de mal pagados o desempleados, y son un lastre para todos. Los empresarios NO le sirven al país, retraídos ni resentidos, sino proactivos y dispuestos a generar MAS riqueza incluyente.

Resulta, pues, que una visión INTELIGENTE del gobierno tiene que aceptar que es con el dinero de los MILLONARIOS como se producirá más dinero para repartir a los pobres. Y lo que López Obrador y compañía tienen que hacer es brindar una serie de condiciones que lograrán el milagro; estas tienen que ver con establecer seguridad jurídica, seguridad PATRIMONIAL, seguridad pública, MENORES IMPUESTOS al capital productivo, y estímulos para el retorno de CAPITALES FUGADOS que demuestren o supongan un origen lícito.

López Obrador tiene que replantear su relación con los ricos y millonarios del país, sin condiciones humillantes para nadie de aquellos que prueben una riqueza legal. Por supuesto que esto excluye a los poseedores de fortunas mal habidas, de ayer y hoy –de políticos, exfuncionarios, caciques sindicales, legisladores, gobernadores, presidentes municipales, traficantes de influencias y demás especímenes-, por haberse gestado dentro de la función pública o como fruto podrido de ilegalidades. A estos, AMLO debe aplicarles la ley y punto.

En todo caso, si de contribuciones fiscales se trata el impuesto al consumo —al valor agregado, IVA, es el más democrático, porque ayuda más a la recaudación por parte de quienes más consumen en cantidad y calidad—. Y más negocios, más inversiones, con una base distributiva, se traducirán en más recursos para los planes legítimos y legales del gobierno. Señor, AMLO, ¡ya no fastidie a los millonarios con tentaciones fuera de lugar y tiempo... Mejor aprovéchelos!

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