EL PERIODISMO mexicano atraviesa por una etapa crítica, impactado por el mandato popular de cambio que se dio en las urnas en 2018 y ante el cual no ha podido resolver sus atavismos, contradicciones e insuficiencias ni consolidar sus mejores expresiones y expectativas.
La mejor muestra de ese empantanamiento se puede advertir en los medios convencionales, en el periodismo financiado y controlado por grupos empresariales y políticos, tanto en impresos como en lo electrónico; es decir, radio y televisión. Incapaces de entender los nuevos tiempos, optan por un periodismo regresivo, que busca volver al paraíso perdido de las redituables complicidades con los poderes ahora relativamente desplazados. Eso es periodismo de intereses, aunque se esmere en mostrar un filo crítico antes bien guardado.
Pero ese ejercicio regresivo no ha tenido la contraparte creciente que debería haberse derivado del mandato de cambio antes citado. El gobierno federal ha carecido de una verdadera política de comunicación social y se ha centrado sustancialmente en la confección y difusión de la conferencia mañanera de prensa del presidente de la República, un ejercicio diario de contraofensiva que, irónicamente, ha dado tribuna y estatus de interlocutores principales a medios y periodistas opositores. Mención aparte merece el impreciso y contraproducente ejercicio llamado Quién es quién en las mentiras: oficialismo no es periodismo.
Por otra parte, se ha prescindido durante más de 650 días de la posibilidad de informar mediante la agencia del Estado Mexicano, Notimex, a causa de un empedernido conflicto que muestra la falta de voluntad política para resolverlo. La televisión y la radio públicas no han tenido los recursos suficientes ni el empuje para crecer e intentar competir con las privadas.
Las redes sociodigitales han sido una alternativa que, sin embargo, se ha ido envenenando. Posicionamientos extremos, llenos de insultos y despropósitos, han ido minando las posibilidades originales de esos espacios.
En ese contexto difícil es más relevante el ejercicio de un periodismo alternativo, crítico y honesto, que muchos y muchas periodistas realizan en el país, a contracorriente del predominio empresarial y político. Es necesario, por lo demás, reivindicar el papel de los reporteros, fotógrafos, camarógrafos y demás personal que no por prestar sus servicios en empresas volcadas al mal periodismo deban ser recriminados u ofendidos mientras algunos de los dueños de esas empresas distorsionadoras disfrutan de un estatus de privilegio.
Es mucho lo que falta por hacer. El periodismo mexicano necesita revisarse y reorientarse: no debe abordar al poder político con zalamerías de oportunidad ni con críticas facciosas y tampoco debe estar distante del interés nacional de cambiar la podredumbre de décadas; en todo caso, debe extender su mira hacia los otros poderes, los económicos acechantes y los políticos del pasado más corrupto.
Cierro esta intervención reivindicando el buen periodismo que, a pesar de todo, se sigue practicando, y deseando que haya protección para tantos periodistas agredidos laboral y físicamente en el país. Informar, dar contexto y opinar críticamente son elementos necesarios para el desarrollo de una cultura política que impida retrocesos y distorsiones en la lucha por la democracia y la justicia. Tal es el periodismo necesario, el que debe florecer y consolidarse.
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