HORIZONTE POLÍTICO
PAN: 70 aniversario
JOSÉ ANTONIO CRESPO
Muchos de quienes votamos por el PAN en el año 2000 -generando así la primera alternancia pacífica del poder en la historia de México-, lo hicimos bajo la razonable expectativa de que ese partido honraría su compromiso histórico con la democracia. Se emitió un voto de confianza que, en lo esencial, fue defraudado. Aquélla célebre frase de “No nos falles” dirigida a Vicente Fox tras su triunfo, vislumbraba el riesgo de que él y su partido se marearan con el poder y olvidaran su razón histórica de ser, como lamentablemente ocurrió. Y es que si bien el PRI fue derrotado en las urnas ese año, no lo fueron sus prácticas, que reproducen políticos de todos los signos ideológicos y colores partidarios (con sus honrosas excepciones). Si antes del año 2000 se podía hablar de una “victoria cultural del PAN” (en tanto la mayoría ciudadana abrazó la democracia como elemento indispensable de legitimidad política), los gobiernos panistas, con su triste desempeño, brindaron una “victoria cultural al PRI” que bien podría ser el preludio de su retorno al poder en 2012.
A quienes votamos por el PAN en 2000 se nos podría muy bien aplicar aquella famosa frase del fundador del PAN, Manuel Gómez Morín: “Que nadie se ilusione para que no haya desilusionados”. Desde luego, el fundador se refería a las expectativas prematuras que pudieran generarse respecto de los éxitos políticos y electorales del PAN. Pero la expresión resultó también aplicable a quienes esperamos que el PAN, desde el gobierno, honraría a cabalidad su promesa democrática. Ahora, tras nueve años de gobiernos panistas, a muchos nos queda claro que ese partido decidió relegar su promesa, y decidió irse por la vía fácil; pactar con el PRI para profundizar el modelo económico neoliberal, a cambio de extenderle una carta de impunidad, desechando la transformación democrática del régimen político.
Fox no fue electo para lo primero, sino para lo segundo. El eje de su campaña no fue la profundización del modelo económico vigente, sino la modernización democrática del régimen político. No logró ninguna de las dos, pues los priístas lo dejaron esperando. En cambio, prevaleció la impunidad, no la rendición de cuentas. No se cumplió con un mínimo de honestidad administrativa, sino que continuó la corrupción (tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito). No hubo intentos por democratizar el tradicional corporativismo; se optó por buscar la alianza con él. Por todo ello no caló el recordatorio de Germán Martínez Cázares durante la pasada elección, sobre la naturaleza fraudulenta y corrupta del PRI; el PAN no resultó muy distinto. Al llamar el entonces presidente del PAN a “castigar al PRI en las urnas”, muchos habrán recordado que justo eso hicimos en 2000, sin efectos palpables para los múltiples corruptos del tricolor.
Por eso, Lorenzo Gómez Morín, nieto de don Manuel, denuncia hoy: “A mí me causa una gran desilusión que el partido, para conservar un porcentaje de la votación, tenga que ceder en principios que le dieron identidad… Lo paradójico es que esta nueva fisonomía del PAN ni siquiera le da más votos. Ya no somos el partido que había ganado una victoria cultural (sino que) estamos trabajando sobre la base de la corrupción moral de este país”. (Excélsior, 6/Ago/09.)
A setenta años de su nacimiento, el PRI se hallaba en pleno declive, desprestigiado y a punto de perder el poder presidencial. Eso ocurre también con el PAN en su 70° aniversario. Se ve muy difícil que repita en 2012. Pero, más allá de que regrese a la oposición, como todo parecería indicar, el blanquiazul habrá perdido su autoridad moral. El PAN no tenía cuadros suficientemente experimentados para conformar un gobierno eficaz. A cambio de esa inexperiencia (que la gente esperaba y cuyo costo estaba dispuesta a pagar), lo que podía ofrecer era la profundización de la democracia, un combate real a la corrupción y la impunidad, pasos concretos en favor a la rendición de cuentas, y un mayor sentido de ética pública que el mostrado por el PRI. De no cumplir con ello (como no lo hizo), una pregunta legítima sería, ¿cuál fue la diferencia entre el PAN y el PRI, además de la inexperiencia del primero y su falta de oficio político? De tal forma que, de regresar a la oposición el blanquiazul, cuando desde ahí reclame falta de democracia, corrupción, impunidad y otras conductas antidemocráticas de sus rivales (en particular del PRI), inherentemente estará recordando a la ciudadanía que en el poder, no fue muy distinto, y que no combatió esos males endémicos, salvo en el discurso.
El PAN tuvo que haber sido al menos más congruente con su razón de ser y su compromiso democrático. Ese ere el mínimo esperado. Los panistas aseguran que quieren regresar al origen, recuperar sus principios fundacionales. Un poco tarde, me parece. Es triste reconocerlo, pero el PAN traicionó su ideario, su identidad y su historia. De hecho, se traicionó a sí mismo.
Muestrario. En Taiwán fue derrotado en el año 2000 el viejo partido Nacionalista, el Kuo-min-tang (el equivalente al PRI), que había gobernado por cinco décadas como partido único, primero, y hegemónico, después. Esa hazaña la encabezó el presidente Chen Shui bien (el equivalente a Vicente Fox), pero no cumplió sus promesas democráticas por lo que, tras dos periodos de gobierno (el segundo, por un margen estrecho y bajo acusaciones de fraude), el Kuo-min-tang regresó al poder (en 2008). Chen Shui bien no sólo traicionó su compromiso democrático, sino que incurrió él mismo en actos de corrupción. Por lo cual, él y su esposa recién fueron condenados a cadena perpetua. Al menos en ese país la democratización se tradujo en un importante precedente de rendición de cuentas. Pero irónicamente, eso no se debió al partido que presuntamente impulsaría la democracia (el equivalente al PAN), que gobernó entre 2000 y 2008, sino por el que, por décadas, se opuso a ella (como el PRI, aquí.)
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