Edición 223 |
Carranza;
el fundador
JOSÉ ANTONIO CRESPO
PERO CABE PONER también la atención en quien podríamos considerar como fundador del régimen posrevolucionario; Venustiano Carranza. Calles instituyó el partido oficial, una idea que ya albergaba Álvaro Obregón. Y Lázaro Cárdenas construyó el sistema corporativo que nos dio estabilidad, aunque no democracia. Pero quien puso los cimientos del régimen posrevolucionario, fue Carranza.
Recién fue publicada la biografía más completa de este personaje, por parte del historiador Luis Barrón, colega del CIDE (Carranza; el último reformista porfiriano, Tusquets). En el título subyace una de las principales tesis de Barrón; Carranza no era, como tampoco lo era Madero, un revolucionario nato, sino un reformista formado en el Porfiriato. No era porfirista propiamente (como algunos lo han catalogado), sino porfiriano, pues se formó políticamente dentro de los usos y costumbres de ese régimen (fue varias veces alcalde de Cuatro Ciénagas, diputado local, senador, y gobernador interino durante el gobierno porfirista) pero siempre poniendo sobre la mesa y aplicando (cuando era posible) una programa de reformas (educativas, de salud, carcelarias, laborales) que retomó y profundizó después, siendo ya presidente, como eje de
Otro elemento clave del estudio de Barrón consiste en que, precisamente por haberse formado dentro del Porfiriato, pudo ser puente entre el antiguo y el nuevo régimen. Conocía y aplicaba las pragmáticas reglas del porfirismo (que fueron heredadas y perfeccionadas por el régimen priísta, como sabemos), y al mismo tiempo incorporó en
Ya como gobernador constitucional de Coahuila, bajo el gobierno de Madero, fue el único en modificar
Se ha dicho también que en la convención constituyente de Querétaro, Carranza fue derrotado políticamente por grupos más radicales (agraristas y obreristas), liderados por Obregón. En realidad, desde su discurso de Hermosillo, en 1913, don Venustiano reconocía como necesario, no sólo el sufragio efectivo, abrir más escuelas, Igualar y repartir las tierras y riquezas nacionales, sino “Crear una nueva Constitución cuya acción benéfica sobre las masas, nada, ni nadie, pueda evitar”. No era Carranza, desde luego, un radical al estilo de los hermanos Flores Magón, pero tampoco era un conservador, como algunos lo han querido ver. Barrón presenta en esta esplendida biografía suficientes elementos que permiten concluir que, más que revolucionario, era un reformista de corte porfiriano, que no porfirista.
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