Lo que la investidura obliga
Ma. Esther Piña Soria
La muerte de un migrante mexicano a manos de una turba de policías norteamericanos y la de un niño de 14 años en territorio nacional por el disparo de un guarda fronteras gringo han dado motivo a sendas declaraciones enérgicas del titular del ejecutivo que, sin embargo, no parece creer que estos dos hechos con pocos días de distancia sean síntoma de un grave problema internacional.
No es tampoco un grave problema nacional que otros tres menores de edad, uno de ellos de apenas 13 años, hallan sido abatidos por militares pues estos afirmaron que se trataba de sicarios a los que habrían enfrentado a balazos tras huir en cuanto se dieron cuenta del despliegue de la milicia y negarse a respetar la orden de alto. Más aún, según las pruebas de laboratorio que ellos practicaron, su condición de integrantes de una banda criminal y de agresores estaría demostrada por la presencia de residuos de pólvora en dos de ellos que, además había caído en la cabina de la camioneta.
Tanto los sherifes norteamericanos como los voceros de las fuerzas armadas mexicanas y de la PGR justifican plena y absolutamente lo impecable de su acción pues, en los dos primeros casos, el inmigrante se habría resistido al arresto, el niño muerto en la frontera habría arrojado piedras y los jóvenes “sicarios” sirvieron como “muro de protección” para la huida de otras dos camionetas.
Que ningún sherife haya resultado herido y ninguna de las balas supuestamente disparadas por los menores de edad hubiera hecho impacto en vehículo militar alguno debe ser seguramente por la mala puntería del fallido lapidador y, seguramente, porque es bastante difícil que desde la cabina de una camioneta y a altas velocidades se puedan accionar no una sino dos armas largas.
Suena a montaje y a manipulación de las evidencias, no sería la primera vez y, además, en este último caso, no hay incómodos testigos sobrevivientes que refuten, con la contundente prueba de las cicatrices de sus heridas que no fueron las esquirlas de una granada sino tiros directos los que acabaron con la vida de dos menores de edad, apenas un mes antes que, por sus muy pocos años no podrían haber cargado siquiera una resortera, además, el testimonio de los padres sobrevivientes refuta las afirmaciones de las autoridades mexicanas.
Pero no hay problema, nacional o internacional, todo ello forma parte de un complejo escenario de “guerra contra el crimen organizado” que, además, nos acabamos de enterar, es el principal responsable de graves violaciones a los derechos humanos.
Que el sentido común indique que los criminales lo que cometen son delitos y que estos deben perseguirse y castigarse conforme a las leyes vigentes y que los tratados internacionales señalen claramente que sólo las autoridades cometen violaciones a los derechos humanos, no parece importarle mucho al titular del ejecutivo.
Nada pasa en México que requiera de su atención directa, en unas horas más abordará, con familia y comitiva un avión que los trasladará a la inauguración de una justa deportiva; porque lo que usted y yo no sabíamos, es que para eso fue electo y por ello se le paga, haiga sido como haiga sido, para no hacer lo que su investidura le obliga y el país necesita.
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