Apunte
JORGE GUILLERMO CANO
(Exclusivo para Voces del Periodista)
¿Mambrú se fue a la guerra?
En bancarrota las instituciones nacionales con una crisis de credibilidad en ascenso, sin gobiernos ni figuras que puedan remontar el deterioro inconcuso de la vida nacional, ausente la interlocución social, viento en popa lo privado sobre lo público, en la simulación y la farsa el país espera, sin azoro ya, lo que venga.
Y si los empresarios ponen “el grito en el cielo” por la impunidad prevaleciente, la mayor parte de nuestra población, en la miseria y sin recursos de expresión siquiera, ni eso puede.
En esta sociedad que ves, sin interlocución social efectiva, a pesar de la discursiva, sólo se atienden las voces del poder.
La logística por sí sola, cuestión de sentido común, si no va acompañada de acciones de fondo, de correctivos de política considerando las graves asimetrías sociales, está limitada de origen y más temprano que tarde cae por su propio peso.
Así, se podrán tener más patrullas, más armamento y más corporaciones pero el problema no se resuelve y a la vuelta de poco tiempo incluso se agudiza.
Pero, atrapado en la forma, o en el rejuego de la simulación, el gobierno insiste en el "enfrentamiento" de la conflictiva en la superficie.
En ese orden de ideas se inscribe la iniciativa presidencial para crear lo que sería la "policía federal preventiva" y el paquete de reformas a diversas leyes penales.
El abordaje del problema con todas sus implicaciones, la consideración de la interlocución social sobre el tema y la búsqueda de alternativas más serias y sustentables, por lo visto, seguirán pendientes. Y a ver hasta cuándo.
No ven ni oyen
Lo que ha quedado en la evidencia ante un medio oficial y oficioso que no ve ni escucha es la ausencia de una real voluntad, política y humana, para enfrentar de veras la debacle que se vive en México en materia de seguridad y administración de justicia.
Los referentes son múltiples, están a la vista y son incontestables. Sólo la ausencia de actoría social, la inexistencia de interlocución ciudadana y la terrible marginalidad de las “oposiciones” hacen posible que se siga como hasta ahora.
No hay imposibles, suele decirse, pero en tanto las cosas sigan así, con todo y la faramalla de la alternancia, corregir eso parece imposible.
Y a partes iguales
Los partidos representan a una parte, precisamente, de la sociedad. Su existencia se justifica cuando defienden principios y presentan una oferta política diferenciada a la ciudadanía para que ésta decida entre partes diversas, para que el electorado pueda discernir entre opciones distintas.
Si las diferencias no se expresan, si las controversias están limitadas a la forma, sin pasar de la superficie; si en la práctica se conducen como gobierno casi de la misma manera, entonces la función social de los partidos se relativiza, cuando no se difumina.
Sucede, entonces, que la ciudadanía cubre onerosos costos de una democracia formal, sosteniendo a partes indiferenciadas en lo fundamental y, por derivación, manteniendo a una clase política burocrática que hace modus vivendi del mero discurso y la pose declarativa.
Y lo que en México tenemos son partes, ciertamente, pero de un todo donde las discrepancias no afectan al estatus.
Por eso unos pierden credibilidad de manera acelerada y otros, de plano, nunca la han tenido.
¿Y cómo fue que estamos así?
La cuestión, así las cosas, es: ¿qué hace posible esta situación, sin opciones reales de cambio, sin diferencias de fondo y sin voluntades emergentes ante lo establecido?
Una explicación tiene qué ver con los decenios de control político que antecedieron al gobierno panista y que éste, como parte de lo mismo, ha sido incapaz de trascender; también con la pérdida de actoría ciudadana y el alejamiento de la interlocución democrática.
Otra vertiente apunta a las prácticas rufianescas, las formas perversas de la llamada “real politik”, es decir, la política al margen de la ética, que caracteriza al quehacer partidario hoy por hoy.
Hay más razones pero, desde luego, la corresponsabilidad ciudadana frente al problema en ningún caso se puede marginar.
Van y vienen elecciones muy caras, procesos pagados en su mayor proporción de manera directa con recursos del erario (y de manera indirecta también por el erario).
¿Qué se puede esperar de procesos tales? -Si las cosas siguen como hasta ahora, por drástico que parezca, la respuesta es: casi nada, por no decir nada.
En obvio, descontando el gran negocio en que se han convertido las elecciones para algunos.
¿Así está bien?
La política es hoy por hoy ante todo negocio, asunto de repartos, componendas y arreglos a trasmano.
La ciudadanía, sin actoría social efectiva, sin interlocución, encerrada en los monólogos del poder relativo, es en realidad invitada de piedra.
Para cada vez más mexicanos las razones que dieron lugar al actual esquema de financiamiento electoral, incluyendo al IFE y sus funcionarios, deben ser revisadas.
A la luz de indicadores nacionales y mundiales, la “democracia” mexicana, una de las más caras del mundo en términos proporcionales, no ha respondido a las expectativas.
Las condiciones de vida no han mejorado en general; la brecha entre los que tienen hasta el exceso y los que de todo carecen se amplía sin remedio a la vista.
Por simple lógica, entonces, habría que revaluar la situación ¿se podrá?
El problema, en obvio, implica a los medios de expresión, comunicación e información, particularmente a los pequeños, marginales y alternativos.
La democracia, así, se remite a lo formal, ante la ausencia de los contrapesos críticos que reclaman las relaciones civilizadas.
Tamborazos
-Montado el circo electoral en Sinaloa con un priísta o un ¿ex? priísta como seguro futuro gobernador; los partidos periféricos (a los que ya se sumó el PAN) a la espera de lo que caiga, hay quienes plantean, al menos, una exigencia:
Que diga cada quien (en esta esquina Jesús Vizcarra, PRI, y en la otra Mario López, Prianredé) en qué consisten sus diferencias, qué proponen y cuáles acciones, distintas, están dispuestos a encaminar desde el gobierno.
Ambos hablan de “cambio” ¿en qué consiste? Los dos dicen que velarán por las causas populares ¿cuáles son sus compromisos puntuales?
Si alguna seriedad hay en esta contienda y si el electorado puede esperar algún respeto a su inteligencia, las respuestas a tales cuestiones son necesarias, indispensables.
-El congresito de Sinaloa continúa empecinado en su negativa a dar cuenta del uso de los cuantiosos recursos que del erario dispone. Incluso préstamos millonarios a diputados que obviamente votan, se manejan en la plena opacidad.
De una “Comisión de Acceso a la Información”, también de onerosa factura, complicidad, solamente. (
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