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Edición 238 | ||||
Escrito por JOSEPH E. STIGLITZ | ||||
Viernes, 16 de Julio de 2010 10:13 | ||||
Domesticar las finanzas en un momento de austeridad
JOSEPH E. STIGLITZ
No fue hace tanto tiempo cuando podíamos decir: “Ahora somos todos keynesianos”. El sector financiero y su ideología de libre mercado habían llevado al mundo al borde de la ruina. Los mercados claramente no se estaban corrigiendo. La desregulación había demostrado ser un fracaso abismal.
Las “innovaciones” desarrolladas por las finanzas modernas no conducían a una mayor eficiencia a largo plazo, a un crecimiento más rápido o a una mayor prosperidad para todos. Más bien, estaban destinadas a eludir las normas contables y a evadir y evitar los impuestos necesarios para financiar las inversiones públicas en infraestructura y tecnología -como Internet- que son la base del crecimiento real, no del crecimiento fantasma promovido por el sector financiero.
Hebert Hoover
El gasto en estímulo, el cuco preferido de los halcones del déficit, no fue la causa de gran parte del incremento de los déficits y la deuda, que son el resultado de “estabilizadores automáticos” -los recortes impositivos y los aumentos del gasto que automáticamente acompañan las fluctuaciones económicas. De modo que, a medida que la austeridad vaya socavando el crecimiento, la reducción de la deuda será, en el mejor de los casos, marginal.
La economía keynesiana funcionó: si no hubiera sido por las medidas de estímulo y los estabilizadores automáticos, la recesión habría sido mucho más profunda y más prolongada, y el desempleo, mucho más alto. Esto no significa que deberíamos ignorar el nivel de deuda. Pero lo que importa es la deuda a largo plazo. Existe una receta keynesiana simple. Primero, desviar el gasto de los usos improductivos –como las guerras en Afganistán e Irak, o los rescates bancarios incondicionales que no reaniman el préstamo- hacia inversiones de alto rendimiento. Segundo, fomentar el gasto y promover la equidad y la eficiencia aumentando los impuestos a las corporaciones que no reinvierten, por ejemplo, y bajándoselos a las que sí lo hacen, o subiendo los impuestos a las ganancias de capital especulativas (digamos, en bienes raíces) o a la energía contaminante con un alto consumo de carbono, al mismo tiempo que se recortan los impuestos de los contribuyentes de menores ingresos.
Existen otras medidas que podrían ayudar. Por ejemplo, los gobiernos deberían ayudar a los bancos que prestan a pequeñas y medianas empresas, que son la principal fuente de creación de empleo -o establecer nuevas instituciones financieras que lo hicieran- en lugar de respaldar a los grandes bancos que generan su dinero a partir de derivados y prácticas abusivas con tarjetas de crédito.
Jonh Maynard Keynes
Los mercados financieros se han esforzado en crear un sistema que ponga en práctica sus puntos de vista: con mercados de capital libres y abiertos, un país pequeño puede verse inundado de fondos en un momento, sólo para pagar altas tasas de interés -o no recibir más fondos en absoluto- poco tiempo después. En estas circunstancias, los países pequeños aparentemente no tienen alternativa: el dictado de los mercados financieros en materia de austeridad, si no quieren ser castigados con un retiro del financiamiento.
Pero los mercados financieros son un capataz severo y caprichoso. Al día siguiente que España anunció su paquete de austeridad, se les bajó la calificación a sus bonos. El problema no fue una falta de confianza en que el gobierno español cumpliera sus promesas, sino demasiada confianza en que sí lo haría, y que esto redujera el crecimiento y aumentara el desempleo de su nivel ya intolerable de 20%. En resumen, tras haber empujado al mundo en su actual descalabro financiero, los mercados financieros ahora les dicen a países como Grecia y España: malditos sean si no recortan el gasto, pero malditos sean si lo hacen también.
Las finanzas son un medio hacia un fin, no un fin en sí mismo. Se supone que son funcionales a los intereses del resto de la sociedad, no al revés. Domesticar los mercados financieros no será fácil, pero es algo que se puede y se debe hacer, mediante una combinación de impuestos y regulación -y, si fuera necesario, de intervención del gobierno para zanjar algunas de las brechas (como ya lo hace en el caso del préstamo a las pequeñas y medianas empresas.) * (Premio Nobel de Economía) More articles by this author
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