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Edición 241
Escrito por GUILLERMO FÁRBER   
Lunes, 30 de Agosto de 2010 15:05

BUHEDERA

GUILLERMO FÁRBER

hermanosfloresmagon


Patrioterismos

Escucho en la radio un anuncio del bicentenario con esta consigna idiota: “El valor más importante es ser mexicano.”  Mmmmm, el patriotismo es un valor, sin duda (pero con asegunes pues al revés que otro valores mucho más puros, tiene severas desventajas; la principal de todas, el nacionalismo que acompaña a toda guerra). Por eso puedo pensar en 724,658 valores más esenciales e importantes: el amor, la verdad, la bondad, la solidaridad, la justicia, la fraternidad, la fe, la compasión, la paciencia, la tolerancia, el respeto, la confianza, el espíritu de sacrificio…

Villa y los chinos

Me dice Gerardo de la Concha: “Villa, en su estilo barbárico, se hacía eco de un sentimiento anti-chino arraigado en el norte del país en esa época. También los sonorenses lo tenían y los californianos, los tamaulipecos y los neoloneses, por supuesto también existía en Coahuila y Durango. Surgió por razones económicas y en sus formas exacerbadas fue una fiebre similar al antisemitismo, con pogroms y todo. Las tropas revolucionarias se ensañaban con los chinos. Hubo matanzas, linchamientos, expulsiones. Había una Liga Antichina que editaba un periódico. Se tejían leyendas sobre las costumbres sexuales, la suciedad y la avaricia de los chinos (generalmente muy malos patrones). El Partido Liberal Mexicano -de los hermanos Flores Magón y de auténtica estirpe revolucionaria, conectado internacionalmente con el anarquismo- tenía en su programa un punto antichino, pero lo centraba en las acciones de esquirolaje de los orientales y al envío de mercancía desde China desplazando a los productores locales (ya desde entonces). Por supuesto, la violencia antichina de esos días es una de nuestras vergüenzas ocultas.” Y ya metidos en gastos villistas, Raúl Domínguez y Domínguez abunda en el tema: “Comparto el testimonio del nonagenario historiador guerrerense Arturo Figueroa Uriza (nieto de Andrés Figueroa Mata, secretario de Guerra del general-presidente Lázaro Cárdenas) que para ahorrar parque Pancho Villa ataba a las vías a sus detenidos, para que el ferrocarril pasara sobre ellos, ya fueran chinos u otros cochinos enemigos.”

 

Panochazo

Me dice Joaquín López: “No había escuchado la comparación ‘braguetazo’ vs. ‘panochazo’. Lo que sí te puedo comentar es que, al menos aquí en Mazatlán, se habla de ‘braguetazo’ cuando algún afortunado galancete pobretón logra casarse con una mujer de elevado estrato social, hija de padres con abundantes recursos económicos y ansiosos por ver ‘salir de blanco’ a la hija predilecta… aunque tengan que comprarle el marido. La belleza, o no, de la desposada no afecta de manera alguna la ‘transacción’. Lo que cuenta es ‘lo que piense la sociedad’. Así, cuando algún individuo logra novia, matrimonio, casa proporcionada por los suegros, trabajo seguro en los negocios del papá de la chica, y a veces hasta cuenta bancaria generosa, se dice que este afortunado mortal logró dar un ‘braguetazo’.” Como equivalente al término “panochón” (medida de capacidad) propone el no menos castizo, académico y glamoroso adjetivo masculino “chiludo” (medida de llenadera). Aclaro: la palabra “panochazo” es equivalente a “braguetazo” en el sentido de que designa la razón principal para cometer matrimonio. En este segundo caso, la fuerza de la seducción reside en los haberes de los papás de la novia; en el otro caso, en los encantos anatómicos de la susodicha. Abunda Joaquín: “Tú sabes que en Hinaloa llamamos panocha al piloncillo. ¿No vendrá el nombre de su color oscuro, tamaño casi de a cuarta y por lo enmielado? En Teacapán existe toda una familia de chaparros, conocidos como ‘Los Panochos’. Cuando en mi infancia pedí un kilo de panocha en una tiendita, la dependienta me clavó la mirada mientras preguntaba, ‘¿Tú no eres de aquí, verdad?’ Y cuando en la escuela pedí una pipitoria, mezcla de panocha y maní, la santurrona encargada me respondió: ‘Se dice pepitoria’, con la consecuente burla de la plebe. Por último, la primera vez que vi un letrero sobre una carretera gringa que decía: Happy Panoche Road, creí que andaba cerca de la mansión Playboy de Hugh Heffner.”

 

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