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La reaparici贸n de Diego Fern谩ndez de Cevallos
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Edici贸n 250

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La聽 reaparici贸n

de Diego Fern谩ndez de Cevallos

LORENZO ALDRETE BERNAL

El personaje reaparece con luenga barba cana; si blandiese un b谩culo聽 y portase vestidura talar podr铆a escenificar convincentemente la caracterizaci贸n de alg煤n profeta b铆blico o alg煤n eremita taumat煤rgico. Su palabra es vehemente, hasta sentenciosa por momentos. Invoca a Dios y a la Virgen como los vig铆as y garantes salv铆ficos de su libertad. Profiere frases de perd贸n a sus plagiarios, exhorta a las autoridades a tratar su caso como uno m谩s, a fin de no menoscabar la importancia de otros, acaso m谩s聽 desgarradores y lamentables. Insta al Estado a que聽 se abstenga de actos de tortura o de conculcaci贸n de la dignidad humana en sus empe帽os elucidatorios del crimen perpetrado contra su persona.

Tributa un reconocimiento gen茅rico a todas las voluntades que convergieron solidariamente durante los atribulados meses de su confinamiento, congratula a los comunicadores por su profesionalismo, mesura y caridad. Manifiesta que se consagrar谩 a empresas altruistas y nobles para mitigar la pobreza y la desigualdad. Niega con acento tajante ser un abogado opulento hasta lo indecible y refiere que sus captores respetaron en todo momento su dignidad. Expresa su tristeza por un M茅xico violento y sentencia ret贸ricamente que cr铆menes como el secuestro, que tanto lastiman a la naci贸n, deben cesar.

PARALORENZO

Supongo que la emoci贸n que lo embargaba聽 en su reaparici贸n p煤blica, obnubil贸 su memoria y se confundi贸 al atribuirle un romance an贸nimo a Cervantes (鈥mis arreos son las armas/ mi descanso el pelear/ mi cama las duras pe帽as/ mi dormir siempre velar鈥), quien en el cap铆tulo II de El Quijote entrevera sin literalidad tales versos en un di谩logo聽 entre el c茅lebre hidalgo y un ventero andaluz.

El primer mandatario y su secretario de Gobernaci贸n hablan de que el asunto se esclarecer谩, diversos pol铆ticos expresan su deseo porque no prevalezca la impunidad; empero, no falta el descomedido que lamente que haya sido liberado. Las alabanzas y los denuestos se prodigan, cuasi un谩nimemente las primeras en los medios hegem贸nicos. Uno de sus socios y al parecer interlocutor en la negociaci贸n de pago de rescate, dice que los perpetradores conforman una聽 organizaci贸n muy poderosa que desafi贸 al Estado en la comisi贸n del plagio. Por lo dem谩s, la menci贸n est谩 nimbada de misterio, como conviene en tales declaraciones lapidarias.

Y la pregunta ineludible聽 al final de esta cr贸nica reproducible en inagotable detalle hasta la n谩usea,聽 es qu茅 trascendencia tenga la reaparici贸n del personaje m谩s all谩 de la que conlleve para sus allegados o el morbo medi谩tico.聽 Estamos ante una historia sobre聽 la que es ocioso emitir juicios de valor pues nada consta de todo lo relatado, en virtud de que聽 lo que se comunica al p煤blico son nada m谩s que los dichos de un pol铆tico sobre su presunto cautiverio y las medias verdades -o acaso asertos mendaces-聽 de una autoridad desprestigiada en virtud de sus m茅todos consuetudinariamente legamosos, con los que acomoda los asuntos coyunturales comprometedores para tratar de preservar una imagen cada vez m谩s resquebrajada. Si de lo que se trata es de hacer un acto de fe, creamos que las cosas acontecieron como oficialmente se nos聽 estipula que todo esto聽 sucedi贸. Empero, si prescindimos del recurso fiduciario, estamos ante un problema epistemol贸gico, a saber: 驴C贸mo sabemos que todo esto sea verdad?

Sin duda, los pasquines pol铆ticos 鈥渞adicales鈥 elucubrar谩n sobre conspiraciones, planes aviesos de todo jaez, hundir谩n sus fauces lancinantes en la leyenda negra del personaje, hurgar谩n en la intimidad inconfesable o la connivencia pol铆tica que haya el incumbente promovido, y una vez que las aguas se calmen, que el impacto medi谩tico ceje, el caso quedar谩 consignado como un acontecimiento m谩s聽 de efem茅ride, si no ocurre otra cosa.

Diego Fern谩ndez de Cevallos, el Jefe Diego como se le distingue,聽 da pues p谩bulo a la noticia del momento, llena el vac铆o de conversaci贸n en estos tiempos decembrinos, constituye una d谩diva a la pl谩tica de sobremesa o de liturgia cafeteril. Digamos que el hombre聽 es por ahora una luminaria -controvertida se dice eufem铆sticamente-, pero en 煤ltima instancia no del firmamento, sino de camposanto, es decir,聽 ef铆mera como un fuego fatuo.

En la marquesina de nota roja sobresale el aparente聽 flagelo de su terrible sufrimiento (de nuevo es la versi贸n del personaje y聽 del discurso medi谩tico hegem贸nico que lo cobija ), es el hombre del d铆a y de las pr贸ximas semanas quiz谩s. En nuestro pa铆s dif铆cilmente este tipo de relatos consiguen perpetuarse en el mercado noticioso m谩s prolongadamente.

Pero Diego Fern谩ndez de Cevallos dista mucho -no obstante su p谩lida tez, luenga barba y afiladas facciones-聽 de ser un聽 profeta o un eremita; antes聽 bien encarna con m谩s credibilidad al hacendado de reciedumbre ecuestre, al amo de horca y cuchillo, de fisonom铆a de encomendero; m谩s gachup铆n que criollo, cuasi un 茅mulo de Lucas Alam谩n defendiendo con celo聽 jur铆dico los bienes del Duque de Monteleone -consangu铆neo y legatario de Hern谩n Cort茅s-, al hijo dilecto del Baj铆o sinarquista e intransigente, al militante inamovible, temido y respetado,聽 que impone subordinaci贸n, al caritativo desde su condici贸n de se帽or feudal que puede permitirse聽 de vez en vez dispensar favores a sus siervos de la gleba.

Diego Fern谩ndez de Cevallos es el s铆mbolo de un M茅xico at谩vico que permanece enquistado en el presente bajo su l贸gica de componenda jer谩rquica y de secrec铆a gremial: el abogado litigante altamente eficiente que sabe lo que hay que hacer y c贸mo prevalecer en los tribunales, el pol铆tico de los pactos personales siempre ventajosos en nivel presidencial o de otra 铆ndole. Por tal se le tiene, como tal se le evoca en el 谩nimo popular.

Diego Fern谩ndez de Cevallos ha reaparecido justo en el umbral de los dos 煤ltimos a帽os de un gobierno federal panista que buscar谩 a ultranza conservar el poder, su ordal铆a le dar谩 alguna tela de donde cortar para mantenerse visible, y si no聽 sucede otra cosa ah铆 concluir谩 el asunto y la ley del olvido para los ausentes a la que alude Proust, se aplicar谩 inexorablemente a su persona.聽 Empero, 驴terminar谩 Diego en efem茅ride? Para seguir en lo castizo del asunto, a mi no se me da un adarme por ello, es decir, me importa鈥n bledo. Sin embargo, le deseo al personaje felices fiestas en compa帽铆a de Dios, la Virgen y los suyos, y hasta ah铆, porque m谩s prosperidad pudiese ser obscena.

El Virtuoso C铆vico.

Nec vero habere virtutem satis est, nisi utare

lore

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