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Maravillosas marchas:
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PEDRO ECHEVERRÍA V.
1. Estamos los mexicanos “hasta la madre” de los malos gobiernos, de la pobreza y la miseria, pero también que nuestras movilizaciones -en 50 años he asistido a unas diez mil en el DF y diversas entidades. Después de tres horas de desahogo, regresemos a nuestra casita a ver la TV y al otro día, buscar lo que se publicó. Y la gente ya está acostumbrada porque son “dos o tres horitas” que bien pueden servir de jolgorio, para saludar a los amigos, así como de paseo con los niños. La combatividad es cada vez menor, sobre todo cuando los organizadores buscan reprimir a los jóvenes con pasamontañas, que pintan paredes y llevan las pocas consignas radicales. Si estas marchas no llevan mantas, carteles y consignas muy claras -que ayuden a desarrollar la conciencia de lucha- se convierten en simples paseíllos para escuchar a lúcidos oradores. A los gobiernos, en vez de ponerlos nerviosos, les provoca risa y burla.
2. ¿Qué hacer entonces después de sufrir una represión, un encarcelamiento, un asesinato, o cuando el gobierno quiere imponer privatizaciones y leyes evidentemente injustas? De inmediato nuestra reacción casi sin pensarla, nuestra justa protesta defensiva como son el 99 por ciento de las protestas a las que el gobierno nunca hace caso. Pero lo importante es la organización de consejos, comités o coordinaciones de lucha que analicen y aseguren coordinación con fuerzas paralelas organizadas para pasar a las siguientes manifestaciones. Hay que hacer que la gente continúe batallando hasta lograr su objetivo –que no puede ser una simple audiencia, sino la solución del problema- para que la gente deje de pensar que son paseíllos “de dos o tres horitas”. Para que los gobiernos no se burlen de nosotros hay que preparar bloqueos de calles y avenidas. (En el Gran Buenos Aires se bloquean las “rotondas” o glorietas donde convergen muchas calles.)
3. Me tocó vivir la experiencia de los Piqueteros del MTD en enero de 2002, cuando bloquearon por más de 15 días la rotonda de Pasco y las cinco calles que allí cruzaban. Incluso una distribuidora de carnes bovina y porcina, para sacar diariamente su mercancía, tenía que entregar decenas de kilos de carne para el consumo del campamento de los 500 trabajadores sin empleo que reclamaban trabajo y planes de inversión. Todos los días y horas salían los trabajadores en comisiones y a reuniones con otras decenas de bloqueos de avenidas y rotondas. En México se bloqueó Reforma, Juárez y Madero por unos días y nunca más se volvió a ocupar porque los medios de información hicieron alharaca. Por eso nuestras manifestaciones no parecen ser en serio ni nuestros bloqueos bloquean nada. Recuerdo que en Mérida nuestras marchas se ponían a la orilla de las calles, hasta que los oaxaqueños nos enseñaron a bloquear las calles durante la marchas.
4. Cuando hemos ido a las protestas contra reuniones internacionales, visitas yanquis o informes de gobiernos, nos frenan con cordones policíacos y del ejército quedándonos muy contentos y, aunque nuestro contingente sean de miles, decenas o cientos de miles, nada hacemos para cumplir con nuestros objetivos. Así los gobiernos se burlan porque saben ya que basta con unos cuantos soldados, algunos caballos, perros y gases lacrimógenos, para acabar con cualquier protesta. Hoy las reuniones las organizan los gobiernos asesinos en lugares claves donde pudieran estar por lo menos a un kilómetro de las protestas, por eso los altermundistas han tenido la obligación de pensar en cómo convertir las ciudades sedes en batallas campales con las fuerzas fascistas del orden. En Monterrey nos aislaron en enero de 2004 a un kilómetro de la reunión de la Fundidora, pero les tiramos una camioneta de perros muertos y podridos a los soldados, los hicimos moverse y avanzamos.
5. El pueblo está “hasta la madre” y la obligación de quienes están junto a él es la búsqueda de alternativas que lo ayuden a su liberación. Nadie aprende sólo con consejos y escuelas de cuadros, los más aprenden en la lucha, en las confrontaciones; la experiencia de Mao fue clara: “práctica, teoría práctica” o, por otro lado, “Sin teoría revolucionario tampoco puede haber movimiento revolucionario”. Si la gente sale a la calle es un buen paso, pero hay que hacer que dé el segundo y el tercero; no permitir que dé pasos atrás y vuelva a la televisión si nuestras batallas son serias. No es cierto que “la gente no está preparada, que tiene miedo y hay que esperar”. Llevamos décadas diciendo lo mismo, repitiendo lo que la burguesía nos ha enseñado. Yo mismo, quedé con la boca abierta cuando cinco mil indígenas sin escolaridad irrumpieron en 1994 en San Cristobal con el grito de abajo el TLC y el mal gobierno.
6. Los procesos electorales están bien, pero hasta ahora -desde que se iniciaron en 1824 a los tres años de firmar el inicio de nuestra independencia- sólo han servido para dar esperanzas democráticas que nunca se han concretado, aunque cada cuatrienio o sexenio se diga que “que ahora sí”. ¿Qué hubiese pasado si la pinche burguesía no hubiera inventado la llamada reforma política de 1977 que dio a los partidos de izquierda y derecha cargos de elección, gigantescos salarios, subsidios al por mayor y las pantallas de la TV? Pues quizá la caldera hubiese estallado porque la población había dejado de votar, no creía en nada y las huelgas obreras y movimientos campesinos crecían cada vez más. Pero la burguesía -siempre mucho más inteligencia que la izquierda- estudió la situación y entendió que esa reforma política reyesheroliana y lópezportillista, sería histórica y cambiaría totalmente a su beneficio la situación, tan como sucedió.
7. Estamos “hasta la madre” porque a los trabajadores nos han dado en la madre desde hace siglos. En octubre y noviembre de 2008 los profesores de Morelos salieron a las calles, instalaron su plantón y fueron la avanzada de las luchas por la democracia y la independencia sindicales, pero cometieron el error de bajarle a la lucha y fueron víctimas de persecuciones y encarcelamientos por el gobierno panista de la entidad. Esto, y mil experiencias más, demuestran que nuestras luchas tienen que ser clasistas, es decir, que no deben confiar ni un ápice en la burguesía. Las manifestaciones deben siempre estar preparadas para responder a las fuerzas represivas y no convertirlas en un día de campo. Necesitamos hacerlas más combativas, más radicales y llenas de mensajes políticas; sobre todo transformarlas en plantones que cada día se extiendan más hacia los grandes centros de poder capitalista.
http://pedroecheverriav.wordpress.com
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